Carta abierta de Jorge Saldivia Gil a Manuel Ugarte


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Carta* abierta de Jorge Saldivia Gil a Manuel Ugarte, en la que se comenta un ensayo de este. París, agosto de 1934. [Escrita cuando Jorge Saldivia Gil y Manuel Ugarte vivían el exilio en Francia].
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CARTA ABIERTA A MANUEL UGARTE 


París, agosto de 1934 

Apreciado amigo:
Adjunto encontrará un artículo de mi camarada Salvador de la Plaza relativo al trabajo suyo: "Problemas de Europa y América", publicado en el primer número de América Futura (Nueva York, de Abril de 1934).
También he querido, como se lo había prometido, expresarle por escrito mi opinión personal sobre el mencionado trabajo; es lo que trataré de hacer en el curso de estas cuartillas. De más está decirle que comparto enteramente la opinión emitida por De la Plaza [Salvador de la Plaza] en su artículo, hasta tal punto que casi renunciaría a agregarle estas líneas si no fuese porque importantes acontecimientos políticos han tenido lugar que merecen ser citados al escribir sobre el tema que nos ocupa.     
Antes de entrar en materia quiero dejar apuntadas algunas observaciones sobre el periódico que Ud. escogió para la publicación de su manifiesto. América Futura no es otro que el antiguo Venezuela Futura, tristemente célebre, el cual conservando su mismo director-editor, cambió de nombre pero no de horizonte político.
No es misterio para nadie que ese periódico, Venezuela Futura, durante su efímera existencia, sirvió de instrumento para que su director, junto con otros tantos aventureros políticos, desarrollara una asquerosa campaña inspirada por el más abyecto de los regionalismos. En esa hoja se trató de hacer creer que la dolorosa tragedia que sufren desde hace 26 años los venezolanos es obra de una minoría andina, de una región llamada andina, que había arrasado el país como el más inicuo de los conquistadores, y por consiguiente, según la tesis de los animadores del periódico, había que partir en guerra, blandiendo iras y venganzas, contra esos "bárbaros bajados de la montaña".
Con una documentación por demás ridícula y peregrina, que no resistía al menor asomo de crítica, se quiso hacer aceptar esta interpretación del problema venezolano, cuya falsedad salta a la vista, para apartar tal vez responsabilidades enojosas. En realidad se estaba preparando en el país, con semejante campaña, un ambiente de programa para un mañana más o menos próximo. Afortunadamente la empresa no dio los resultados esperados gracias a la reacción vigorosa de la inmigración venezolana de vanguardia y a la aptitud del pueblo venezolano que comprende, a pesar de todo, que en el presupuesto de Venezuela "han comido, comen y seguirán comiendo personalidades de todas las regiones" (leer: diferentes capas poseyentes). La aserción era demasiado burda para ser aceptada; había que cambiar de táctica, [...] de nombre. Llamémonos América Futura [...] Usted comprenderá que en tales circunstancias, sea cual fuere el nuevo método adoptado, la idea profunda que se persigue queda; con el López Bustamante, director-editor de América Futura, quedaron las mismas concepciones estrechas y atrasadas del López Bustamante [Eduardo López Bustamante], director-editor de Venezuela Futura.
Tal es el periódico que ha tenido la primicia de su manifiesto. Hay algo peor. En nuestra última entrevista, cuando yo le expuse las mismas objeciones aquí escritas, Ud. me contestó que todo eso lo sabía perfectamente y que en el mismo América Futura —a través de sus artículos— se notaba que el fin perseguido seguía inspirado por las ideas políticas estrechas, con una visión social muy reducida, que Ud. condenaba rotundamente ese pasado de nuestros hombres en cuestión y no podía suscribir a su presente; que la aparición del artículo en el mencionado periódico no significa de ninguna manera que Ud. hace cuerpo con su dirección. Aquí dos objeciones que imponen: 1. América Futura no es un periódico de información, sino un periódico político que persigue un fin determinado. Su artículo, pues, les ayuda a ellos, les sirve para su propaganda propia, de donde le incumbe a usted su parte de responsabilidad. 2. Lo arriba anotado dicho por Ud., no es posible coordinarlo con el párrafo de su carta para Bustamante, publicada al mismo tiempo que su artículo. "La obra que Ud. va a emprender, ampliando el esfuerzo memorable (sic) desarrollado en Venezuela Futura, es verdaderamente digna de admiración (resic). Mis felicitaciones cordiales y los mejores votos por el éxito" […] Al menos que este párrafo destile una fina ironía [...] yo dejo, sin embargo, a otros el trabajo de hacer conclusiones.
 Pasemos a su manifiesto:
Al hablar de él mi tarea es mucho más fácil que para De la Plaza. En efecto yo he tenido la posibilidad, como también Ud., de palpar más de cerca los acontecimientos más importantes que dieron origen a su manifiesto, "nacido de las inquietudes de esta hora difícil" que atravesamos. Por otra parte, mis entrevistas con Ud. me permiten fijar mejor sus propósitos. De la Plaza por el contrario, enrolado en la lucha revolucionaria en un apartado país de América, tenía que completar la escasa documentación que recibe con el olfato escudriñador del marxista para enfocar los sucesos de la vieja Europa, previendo sí, de manera segura, sus repercusiones en nuestros países, de los cuales pulsa a diario la temperatura. Para mí, él ha logrado completamente su intención. En esta situación geográfica de cada uno de los dos donde hay que buscar la diferencia de tono en que están concebidos los dos trabajos, el de De la Plaza y mi carta, pues sería superfluo tratar de encontrar una diversidad profunda de opinión.
Su artículo, Don Manuel, debe ser sin duda un resumen de la Conferencia que Ud. dictó en La Sorbona en meses pasados, la ULAE, y por consiguiente los comunistas que forman parte integrante de ella, no pudieron asistir a esa Conferencia debido a las pocas honrosas combinaciones de última hora a que se libró el para entonces Presidente de la AGELA; sobre este punto ya Ud. sabe lo que pasó y ya lo lamentó con nosotros a su debido tiempo.
Se proponía Ud. hacer una exposición objetiva sobre "Fascismo, Democracia y Comunismo en América Latina". En su artículo vuelve con el mismo propósito, por lo menos en su parte más importante. Mi opinión, después de leer y releer el documento, es que Ud. faltó completamente a su tarea, pues lo objetivo no lo veo por ninguna parte y la confusión allí es ley. Es difícil concebir que el elemento latinoamericano, el elemento que busca su orientación política, haya podido sacar algo concreto al terminar de leerlo, debido a la ambigüedad con que está escrito, la falta de una conclusión concreta que no se deja ver, ese dejar en el aire los problemas de tal manera que no se pueda atrapar ninguno. Es sin duda alguna "este nadar entre dos aguas" lo que indignó a De la Plaza, que tituló su artículo, no sin razón: "¿Manuel Ugarte propagandista fascista?". En efecto, Don Manuel, la manera de exponer los problemas escogida por Ud. en esta ocasión es sumamente peligrosa, sobre todo en esta "época de horas difíciles" en que el enemigo trata de sacar provecho, para colocar su mercancía podrida, de todo razonamiento un tanto oscuro. Es por eso que no me extrañó que justamente acogiera su documento con tan marcada solicitud, en primera página del número 1, fotografía del autor y demás horrores.
Leyendo su artículo se encuentra uno con párrafos que llenan de estupor. ¿Cómo es posible que Ud, diga, hablando de las dos tendencias, comunista y fascista: "La primera ha triunfado en Rusia, donde se mantiene desde hace diez y seis años y presenta realizaciones que nadie puede discutir. La segunda ha triunfado en Italia y Alemania donde tampoco se pueden poner en duda los resultados, dada la mayor fuerza adquirida por esos países dentro de la política internacional"? Dejando de lado la aserción sobre Rusia, que es absolutamente cierta y a la que muy bien hubiera podido, sin peligro de error, agregarle otros elogios, pasemos a Alemania e Italia, el hablar de la política exterior de estos países, o mejor dicho al referirse a la que Ud. generaliza a dos potencias lo que sólo corresponde a una, a Italia, pues no creo que Ud. lleve su ingenuidad hasta ver éxitos en la política exterior del tercer Reich, mientras el resto de los vivientes no ven sino fracasos. Discutir sobre la veracidad de esto sería perder el tiempo. Dejemos pues, por el momento, de lado, al Führer y pasemos al Duce.
Es innegable que bajo el régimen mussoliniano Italia logró una importancia mayor, de primer orden dentro de las relaciones internacionales. Contentándose con un examen superficial de la cuestión, Ud. incurre en el error de generalizar, desde arriba, a la tendencia fascista lo que sólo corresponde a Italia. Ud. olvida que el fascismo llegó a Italia en una época completamente distinta a la presente; él disfrutó una vez en el poder y superadas las primeras dificultades, de una época de hue[...] había posibilidades —después de una guerra sangrienta que dejó todo devastado— de intentar un desarrollo del país en todos los frentes; en el terreno internacional se logró ese desarrollo debido a esas circunstancias favorables. Lejos de mí subestimar la habilidad, la astucia de un diplomático de la talla de Mussolini a quien le corresponde, sin duda, una gran parte del éxito. Pero, ¿quién se atrevería a negar que si el estado de cosas existente en la península italiana, antes de la llegada del fascismo, hubiese podido subsistir —con políticos más o menos hábiles—, no se hubiese obtenido en el terreno internacional resultados positivos, en mayor o menor grado? En todo caso, ese estado de cosas por lo menos hubiese tenido entre las manos los factores esenciales para ello. Entiéndase bien aquí que hago sólo una suposición, pues bien sé que su mantenimiento es imposible, imponiéndose el cambio por circunstancias que sería prolijo enumerar. Y si Ud. considera los resultados italianos como una virtud del fascismo, ¿por qué constatamos lo contrario en Alemania? No, Don Manuel, el nudo del problema está en otra parte que Ud. eludió cuando precisamente era allí donde debía haberse detenido. Porque las cosas se juzgan, o se exponen objetivamente, examinándolas en su médula; y la del fascismo, como todo régimen político, es su política interior más importante que la exterior. Detengámonos, pues, un momento sobre este punto.
A raíz de la guerra europea las amplias masas populares —convencidas de que habían combatido y sufrido todas las calamidades, durante cuatro largos e interminables arios, para bien y provecho de una clase distinta a la suya, ávida de lucro y de sangre— se vieron enroladas, lógicamente, en una intensa y profunda agitación social, comenzada ya en el frente de batalla, que hizo crujir los asientos de las oligarquías imperantes. Alemania, Italia, Hungría, Francia, etc. fueron teatro de luchas encarnizadas entre estas capas sociales antagónicas, páginas gloriosas en la historia de la lucha de clases. De esos años de agitación y de combate surgieron: la Unión Soviética, apoteosis de esas luchas, símbolo viviente de civilización; y poco tiempo después la Italia fascista, símbolo de la barbarie, nación que logró imponer su nuevo régimen amenazada como estaba de perecer por el empuje vengador del proletariado revolucionario.
Como consecuencia, también, de la guerra: las colonias y semicolonias nuevamente repartidas, los stocks vacíos, la lucha por los mercados mundiales nuevamente abiertos, la industria nacional con mercados interiores y exteriores, en fin, toda una gama de resortes que permitieron al mundo lanzarse por la vía de una gran actividad económica y bancaria que alcanzó su apogeo en los años 1928-29; durante este período el gran capital pudo dar empleo a las masas trabajadoras, en su gran mayoría, lo que permitió al régimen capitalista vivir una estabilidad relativa; los regímenes dictatoriales, para el caso el fascismo italiano, aprovecharon esta ocasión favorable para afianzar su dominación. Hay que poner mucha atención a estas posibilidades de que gozó el fascismo italiano para mantenerse en el poder, posibilidades de que no ha disfrutado el fascismo hitleriano. Ciertamente que es aquí, Don Manuel, donde se encuentra la fuente de su confusión.
Pero a esta estabilidad del régimen capitalista le llegó su fin; una crisis general —sin precedentes en la historia— se deja sentir con todos sus rigores; la ruina económica y financiera se ve por todas partes; los mercados mundiales están cogidos; estos a su vez disminuyen cada día; las potencias quieren de nuevo repartirse el mundo desencadenando una guerra —también sin precedentes en la historia—; ejércitos de sin-trabajo se cuentan por decenas de millones, erran por el mundo; todos los países, fascistas o "democráticos", dan su aporte a esas legiones de hambrientos; sólo un país, la Unión Soviética, no cuenta un sólo "sin trabajo" ("Nous constatons qu'en Russie Soviétique le chomage está inexistent", dice Eduard Herriot, Ministro de Estado Francés, en su libro Orient recientemente publicado después de su viaje a la URSS); en una palabra es la catástrofe general; el mundo capitalista muestra su incapacidad flagrante para regir los destinos del mundo, de la humanidad; el mundo capitalista nos dice a veces que él no tiene derecho a vivir.
Ante esta barahúnda desconcertante ¿cómo resisten los diferentes regímenes políticos que se disputan la dominación del mundo? Dejemos de lado el "democrático" que ha hecho ya su historia ("Yo no defenderé un cadáver", dijo Ud. en una reunión de la ULAE, hablando de la democracia. Sería curioso saber su opinión sobre la democracia proletaria, bajo la dictadura del proletariado, aunque parezca esto último algo paradójico); pasemos también sobre el soviético, del cual tenemos a cada momento una nueva prueba de su acción positiva y de sus reservas infinitas para superar no importa qué situación, por crítica que sea ("No hay fortaleza que los bolcheviques no puedan conquistar"; dijo uno de los campeones de la revolución social). Detengámonos en el régimen fascista. ¿Cuál es la situación en Alemania? Es imposible encontrar palabras para expresar la catástrofe a que ha llevado el fascismo a este desgraciado país. Numerosos, numerosísimos son los documentos que a diario caen en nuestras manos que atestiguan el fracaso rotundo, en toda la línea, de la turba hitleriana; esos documentos vienen de todos los horizontes; es imposible ignorar la triste realidad o argüir que se trata de una campaña dirigida por un medio interesado. La ruina económica; la ruina financiera; la balanza comercial en bancarrota; la desconfianza de los medios financieros e industriales del exterior, que no prestan más o no venden más porque no serán pagados; 6 millones de parados; las perspectivas más negras para las clases pobres en los meses que vienen (ya la indemnización de las patatas, insuficiente antes, empieza a ser suprimida; ya la penuria de las patatas comienza y será completa en el invierno próximo, y Ud. sabe que tal legumbre es esencial en el "menú" del trabajador europeo; el standard de vida de las masas trabajadoras ha disminuido a más de la mitad después de la implantación del fascismo (ver estadísticas publicadas por Lu, número del 7 de agosto, página 8); agregar a este cuadro de miseria la represión, el terror más salvaje que se pueda imaginar; 3.000 alemanes asesinados legalmente por los verdugos nazis; decenas de miles de prisioneros en los famosos "campos de concentración"; en el terreno internacional el aislamiento completo, inspirando en todos los medios diplomáticos la más absoluta desconfianza. Tal es el balance trágico de 18 meses de nacional-socialismo.
¿Y en Italia? Más de un millón de parados; 1.500 millones de liras de déficit en el balance comercial; el campesinado completamente arruinado y muriendo de hambre; el terror tan bárbaro como en Alemania, pero más sabiamente disimulado; "las cosas marchan mal", dijo Mussolini, en uno de sus últimos discursos sobre política interior; ¿el remedio para esta situación?... "transformémonos en una nación militar, militarista, es decir, guerrera", dijo el mismo Mussolini en su discurso de ayer; tal es el balance de diez años de fascismo mussoliniano.
Hay que hacer notar que sólo hablo aquí de Alemania e Italia, dejando de lado otros países como Austria, Bulgaria, etc., donde también reina el fascismo, prendas no menos preciosas para demostrar de qué es capaz esta tendencia. La situación desesperada de estos pueblos, en todos los terrenos, no es propiedad para crearle adeptos.
Tales son los resultados que había que enumerar, estos resultados no podían ser otros; la Italia mussoliniana, como la Alemania hitleriana, al igual que cualquier otra potencia "democrática", están enclavadas dentro del cuadro capitalista; el fascismo es la carta suprema que el imperialismo, última etapa del capitalismo, juega sobre la mesa para salvarse de la catástrofe; el fascismo es el capitalismo ensayando otros medios de gobierno. Esa carta y esos medios, desgraciadamente para él, serán tarde o temprano tan ineficaces como los anteriores. Decir con Ud. "la segunda ha triunfado en Italia y en Alemania donde tampoco se pueden poner en duda los resultados, dada la mayor fuerza adquirida por esos países dentro de la política internacional" no tiene nada absolutamente de objetivo sino que por el contrario parece tendencioso. El fascismo es el capitalismo mismo, por lo tanto no puede escapar a las reglas que rigen a éste. La burguesía internacional podrá ensayar todas las fórmulas que quiera para escapar a la revolución, todas serán vanas; la revolución es algo históricamente necesario.
El párrafo siguiente de su manifiesto es sorprendente. Cada frase es una contradicción, un contrasentido. Ya De la Plaza contestó algunas de ellas; yo escogeré las más importantes, porque analizarlas todas sería cosa de nunca acabar; también porque los únicos acontecimientos de Alemania son tan opuestos a sus aseveraciones, aún objetivas, que yo me pregunto si Ud. no ha pensado ya en modificar su manifiesto. ¿Cómo es posible decir, por ejemplo, "Considerando objetivamente los fenómenos, caemos en la cuenta de que la oposición entre las dos teorías no es, en la práctica, tan irreductible como a primera vista parece. Ambas restringen o destruyen el individualismo económico, ambas tienden a la omnipotencia del Estado, ambas anulan el parlamentarismo y las libertades, tal y como las entendíamos hasta ahora (libertad de prensa, libertad de reunión, libertad de palabra, etc.)"?
Aquí usa Ud. de un subterfugio. Con la palabra objetivamente elude decir la diferencia profunda entre las dos tendencias; la existencia de una revolución social, el aniquilamiento del capitalismo por la una, su conservación por la otra. Y digo elude porque lo que sigue no es objetivo ni mucho menos. ¿Es que puede caber en la cabeza de alguien que se jacte de sincero, comparar los dos sistemas económicos, el de Rusia soviética y el de Alemania? ¿Es que comprende Ud. bien lo que significa la palabra "soviética"? En el terreno económico ¿qué el fascismo, hitleriano o mussoliniano, ha destruido? ¿Dónde está la nacionalización, sin indemnización, de las grandes empresas, tantas veces prometida cuando se trataba de ganar adeptos para la idea? ¿Dónde la monopolización del comercio, tanto interior como exterior? ¿Dónde la represión del fraude, tanto del fisco como en los demás terrenos de la economía? ¿Dónde la destrucción de los tristes industriales y bancarios que especulan vergonzosamente con las riquezas del país?
Todo, absolutamente todo, ha quedado; y no podía ser de otra manera; de hacer esto el fascismo, sería condenarse a sí mismo.
 ¿Quién subvencionó el movimiento fascista durante largos años, antes de implantarse, sino esos mismos trusts, esas mismas "individualidades económicas" que se acurrucan hoy detrás de él, para mejor dirigir, como ayer detrás del gobierno "democrático"? ¿Quién sino son esas mismas empresas bancarias y otras instituciones, quienes han escogido el momento en que el fascismo les era indispensable para salvarse de la catástrofe inminente, empujándole al poder? ¿Cómo sería posible que este hijo de sus entrañas les asesinase hoy sin asesinarse a sí mismo? Es pues un contrasentido pretender que el fascismo "destruye el individualismo económico" cuando es precisamente lo contrario lo que se observa en los regímenes, si el soviético y el fascismo; sería largo e innecesario, porque Ud. lo sabe perfectamente, el que yo enumere aquí lo que en este sentido se ha hecho en Rusia. Pasemos más bien a otra frase.
"… ambas (fascismo y comunismo) aspiran a refundir la sociedad en moldes nuevos..." ¿Moldes nuevos el fascismo? Don Manuel, ¿qué llama Ud. moldes nuevos? Allí donde no se ve sino la corrupción en el más alto grado, la mentira, la calumnia, la barbarie, ¡Ud. logra encontrar moldes nuevos! ¿Es que hombres como Hitler, que para mejor servir a su "amo", asesina descaradamente a sus mejores lugartenientes, los mismos que lo subieron al poder; es que hombres como Mussolini, que lleva sobre sus espaldas el fardo aplastante de la vida de miles y miles de combatientes italianos, asesinados, torturados, también para mejor servir a su "amo"; es que el morfinómano Goering que se refocila en el estiércol de la bajeza y de sus intrigas; es que el contrahecho de Goebbels que propaga el odio hacia otras razas (1) no arias cuando él es el tipo acabado del individuo malogrado; es que toda esa banda de pederastas y borrachos a los Roehm, Ernest, etc... subidos al poder por medio del engaño más rotundo que jamás haya sufrido pueblo alguno; es que toda esa caterva de asesinos, alemanes e italianos, que destila por los poros sangre de sus víctimas, que chapotea en los charcos de sangre de sus adversarios, es que todos esos miserables son capaces de "refundir un país en moldes nuevos"? ¿Es que los acontecimientos del 30 de junio, que mostraron a la luz del día toda la degeneración y bajeza del medio en que se mueven los dirigentes fascistas, no bastan para aclarar a los menos informados?
Y si hablo aquí especialmente de Alemania es porque los acontecimientos son de actualidad. Italia no escapa al mismo razonamiento. Ud., que seguramente sigue a diario las informaciones mundiales, ha sin duda alguna reflexionado un poco y también reído mucho, al ver el espectáculo por demás ridículo, a la vez que grotesco que nos ofrecieron la prensa italiana y alemana cuando los últimos acontecimientos de junio. Aquella, poco prudente, y con una sorprendente facilidad de olvido atacó a ésta echándole en cara lo negro de tales actos. La prensa alemana le refresca entonces la memoria sacándole los "trapos al sol". Y así el mundo entero asistió asombrado a este extraño duelo entre los dos fascismos, sus iniquidades, sus bajezas, sus asesinatos mutuos. Y después del 30 de junio, si es que antes no se había dado cuenta, ¿acepta Ud. la responsabilidad de decir en su manifiesto a los pueblos latinoamericanos que el fascismo es capaz de "refundir la sociedad en moldes nuevos?.., ambas marcan el fin del político profesional..." De ninguna manera estamos de acuerdo. Todavía menos cuando Ud. completa: "... ambas marcan el fin de la epidemia leguleya y parlanchina que ha explotado las credulidades electorales, sin crear nada, sin dar un paso en ningún sentido, empujando a los pueblos a la disolución y a la ruina...". Es verdad que el fascismo trata de poner término a la epidemia leguleya, al político profesional... pero en el campo adverso, al que quiere aniquilar para tener las manos libres. Porque mirando bien las cosas, ¿qué son los fascistas, sino precisamente el súmmum de la "epidemia leguleya" y los representantes genuinos del "político profesional" con todas su taras? Basta recordar cómo subieron al poder: empleando todas las argucias politiqueras, todos los engaños, desbordando en demagogia, cosas que caracterizan precisamente al político profesional. Son ellos los campeones de los que para subir al poder han explotado con mayor intensidad.
El manifiesto se termina dejando en la mente del lector una marcada impresión de "nación". Ud. ha debido explicar más estos párrafos pues son precisamente los más esenciales ya que constituyen un esbozo de conclusión; sobre todo que cuando se habla de "nación" es imposible no pensar en "fascismo", pues este vocablo es su caballo de batalla. "Lo que existe ha hecho su época y tiene que ser sustituido por algo que las nuevas generaciones presienten, sin llegar a darle una forma definitiva en el pensamiento" …dice el manifiesto. Si Ud. tiene la convicción profunda de esto, entonces, porqué no aprovecha la ocasión para decirles concretamente lo que deben hacer? ¿Por qué decirles "que es sobre bases de nación que tendremos que hacer nuestra política"? ¿Por qué no decirles que para poder pensar regir esa política, hay primero que conquistarla y para conquistarla qué es lo que hay que hacer'? ¿Por qué escoger la fórmula tan clásica de que tenemos que ir hacia la izquierda dentro del orden, la disciplina, la autoridad? Hay tanta gente que habla de izquierda, de orden, de autoridad y de disciplina, de nación [...] y hasta de algo más […] hasta la revolución! ¿Por qué tanta fórmula confusa?
Yo, Don Manuel, creo en su sinceridad política; todavía no lo considero un "propagandista fascista", De la Plaza mismo se lo pregunta con asombro. No es para menos la literatura que Ud. nos sirve en su manifiesto. Hay pues que buscar el origen o la aplicación de esto en otras causas que en su "confesión fascista". La razón es muy sencilla. Nosotros examinamos las cosas desde otro miradero. Ahora bien, este leader de "pura raza aria" es pequeño, muy pequeño, de talla, bastante moreno y de andar defectuoso —seguramente a causa de una enfermedad de origen dudoso—, el conjunto forma un hombre contrahecho, malogrado. Al predicar la pureza de una raza cuando él es el prototipo de lo contrario no deja de agregar una nota cómica al descabellado programa de su partido, a la vez que asistimos a una ironía muy distinta de la suya. Si nuestro razonamiento está guiado por una educación marxista, el suyo por el contrario se resiente todavía de las tradiciones del "demócrata".
Usted que recorrió toda la América Latina en épocas difíciles llamando a las juventudes a la lucha contra e! invasor y contra las injusticias de la época, usted, repito, no se da cuenta que hoy es preciso ir más a fondo en el combate, que hoy los antiguos métodos, medio románticos, medio idealistas, sin quitarles por eso su gran mérito, no bastan, o mejor dicho, hay que desecharlos. El mundo está llamado a escoger entre el fascismo y comunismo; usted está convencido de ello; repetidas veces me lo ha dicho. "Yo paso del otro lado de la barricada y le tiendo la mano", decía Romain Rolland a Máximo Gorki cuando llegó a la misma convicción; y desde ese momento ese gran intelectual, esa autoridad incontestable, desechando todo individualismo, todo personalismo egoísta, comprendiendo que no le quedaba otro remedio que decidirse a sucumbir, avanzó a enrolarse resueltamente en las filas de la revolución. Es en las horas difíciles que se toman las grandes resoluciones. Ud., Don Manuel, está sofocado por la realidad; allá en el fondo de sus resabios de "demócrata" Ud. se pregunta si verdaderamente no existe otra salida "tan honrada", tan "valiente", tan "humana" como la comunista, pero que a pesar de todo no sea el comunismo. Esta situación lo lleva hasta querer ignorar por momentos la existencia de las clases, lo que se manifiesta muy claro cuando Ud. dice que en Cuba "asistimos a un movimiento desorientado y anárquico", cuando lo que allí vemos es la lucha encarnizada entre dos clases que se disputan la existencia. Ud. predica la idea de "nación" en vez de la de "revolución", único medio que nos permitiría "entregar intacto nuestro aporte en la futura reconciliación de los pueblos". No hay que olvidar que el escritor está llamado a transformarse en un servil servidor de la negra reacción fascista o a abrazar resueltamente la causa del proletariado, única que le permitirá abrirse campo amplio para asegurar su porvenir, desarrollar al máximum su potencialidad intelectual, y contribuir así, esta vez de manera segura, a "refundir la sociedad en moldes nuevos". Es esto lo que han comprendido ya numerosos intelectuales del mundo capitalista: los Henri Barbusses, los Malraux, los Rolland, los Gídes, y tantos otros que ya forman legión. Estoy seguro que es eso lo que Ud. hará también, reaccionando desde un punto realista a la vez que práctico y lleno de nobleza.
Seguir comentando su trabajo sería asunto de muchas páginas y ya éstas se hacen numerosas. Me detendré aquí dejando todavía muchas cosas que decir, pero con la convicción de que con lo escrito he contribuido aun trabajo constructivo para con una persona como Ud., ante quien aúno mi aprecio y admiración, tratándose de un luchador antiimperialista que ha dado sus pruebas.
Ud. me conoce bien y sabe que acostumbro decir las cosas sin rodeos; que la presente ayude pues a reflexionar problemas, que con más o menos brusquedad he tratado de exponer con el sólo fin de ser útil a la gran obra de la emancipación social de Latinoamérica.
De Ud., cordialmente,
                                         Jorge Saldivia Gil

(1) Conocida es la campaña que los nazis desarrollan alrededor de la "pureza de la raza alemana" a la que consideran como superior a todas las existentes menospreciando todas las demás. Uno de los que se distinguen en esta tarea es Goebbels, que nada en "las credulidades electorales, sin crear nada, sin dar un paso en ningún sentido, empujando a los pueblos a la disolución y a la ruina". ¡Fascismo significa ruina, miseria, guerra! Y una vez en el poder ¿es que pone fin a los males de la politiquería? Al contrario, vemos que las cosas aparecen en un aspecto más asqueroso todavía. Ante las masas siempre promesas y promesas, todo demagogia. Entre ellos, la política de clanes, que se traduce por la chismosería, la intriga, la adulación para ganar los favores del "amo"... Una vez más, Don Manuel, Ud. hizo fausse route. No le podemos seguir con estos razonamientos, cuya falsedad es evidente; los hechos reales están ahí que dicen lo contrario... El comunismo sí pone fin a la epidemia leguleya del político profesional. La idea del aprovecho o lucro estando eliminada el elegido del pueblo no tiene otro ideal que servirle cada vez mejor; éste a su vez ejerce sobre el elegido un control severo y constante; además de que este elegido sale de la masa misma lo que es ya una garantía especial. (Nota del original.) 

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(*) No hay constancia de la publicación de esta carta.

Fuente: Archivo de Rómulo Betancourt. Tomo 5, 1933-1935. Editorial Fundación Rómulo Betancourt en coedición con el Congreso de la República, 1996, página 451.