Secretario General del Partido Comunista de Venezuela PCV en 1937
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Autor:
JULIO ÁLVAREZ C.
VIDA Y OBRA DE
JORGE SALDIVIA GIL
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DEDICATORIA
a doña Isabel Gil de Saldivia,
a la señora Arminda Saldivia Gil de Saldivia,
y a Félix Saldivia
Gil.
EL AUTOR
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PRELIMINAR
Inauguramos
con la presente Edición una serie de publicaciones de índole popular, patrocinadas por la Editorial “Momento”. Con
ello perseguimos como fórmula inmediata, colocar al alcance económico e
intelectual de las masas trabajadoras diversos tópicos, no solo de actualidad y
trascendencia, sino asimismo de valorable interés en la capacitación económica,
cultural y política de las mayorías obreras, para las grandes jornadas que
ellas diariamente y cada vez con mayor sentido de responsabilidad y superación,
libran en el desenvolvimiento social e histórico de nuestros pueblos.
Con este fin y
a raíz de cumplirse el Cuarto Aniversario de la muerte de Jorge Saldivia Gil,
infatigable luchador a quien la muerte sorprendió en primera línea combatiendo
por las reivindicaciones del pueblo, hemos sus compañeros de causa, tributar
este sencillo homenaje a su memoria que no solo hoy, sino ayer y siempre,
estará en el corazón de los trabajadores
venezolanos, a quienes él sirvió con lealtad y abnegación intachables, a lo
largo de toda su noble y preciosa existencia.
Jorge Saldivia
Gil murió de frente; firme, altivo y valiente, con la altivez, valentía y
firmeza que comunican a todo humano las convicciones profundas y los
sentimientos hondos por las causas justas.
He aquí, pues,
la razón de “Vida y Obra de Jorge Saldivia Gil”, breve y apresurado ensayo con
deficiencia en detalles, escrito por el compañero Julio Álvarez C., y que fue
leído por el autor de este preliminar en el local central del Partido “Unión
Popular”, como un homenaje recordatorio a quien constituyera uno de los más
amados líderes del pueblo venezolano.
Las
persecuciones características de la vida clandestina lo llevaron a la tumba; lo
arrancaron de nuestro lado los enemigos del pueblo. Pero, Jorge Saldivia Gil
vive en el pueblo y en nosotros; porque a él, si la muerte le arrebató su
condición material de abnegado militante de las apretadas filas populares, lo
hizo presente en el corazón de ellas, convertido en símbolo.
LUIS F. SANCHEZ
Barquisimeto:
Noviembre de 1942.
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Las fuerzas
revolucionarias, democráticas, anti-nazi-fascistas y progresistas de Venezuela,
han de encontrar siempre en el recuerdo de Jorge Saldivia Gil, una limpia
bandera para la lucha por el engrandecimiento de Venezuela.
Pocos hombres
tienen en el haber de su vida un balance tan fructífero en hechos inteligentes,
en acendrado y profundo humanismo, en desinteresado amor por la libertad y la
patria, que este pionero de la renovación venezolana a quien la muerte segara
cuando más necesaria era su presencia en nuestras filas, cuando más precisara
Venezuela de su abnegación y talento, cuando
apenas tenía veintiséis años de existencia.
Nació Saldivia
Gil en Humocaro Alto, Edo. Lara, el dos de enero de 1912.
Hizo sus
primeras letras en su pueblo natal. Estudió primaria y secundaria entre las
ciudades de Barquisimeto y El Tocuyo, recibiendo en este último el grado de Bachiller
en Filosofía y Letras, dejando en todos los planteles, la bien merecida fama de
ser entre los primeros, sino el mejor y más inteligente de sus compañeros.
En 1928,
cuando el Gral. Gabaldón se alzara contra la tiranía gomecista, Saldivia Gil
recibe la primera dosis de cárcel venezolana.
Acusado de ser
autor de una carta anónima dirigida contra el cura que para aquella época tenía
Humocaro, un tal Santa María de origen español, por los conceptos emitidos por
éste en un sermón a favor de Gómez, mientras los ‘generales’ gomecistas
quemaban pueblos, ranchos campesinos, grandes y pequeñas haciendas como
represalia a la solidaridad que toda aquella región prestara al Gral. rebelde,
el adolescente es traído preso a El Tocuyo, salvándose de los rigores del
Castillo por la interposición de influencias de personas connotadas del
Distrito Morán.
La obediencia
y el amor a la madre, a quien adoraba, impiden que Saldivia viéndose en
libertad salga a unirse a los escuálidos ejércitos de Gabaldón, pero lo que no
obsta para que no forme activamente parte en los grupos anti-gomecistas que
esperan el momento propicio para ayudar a la fracasada revolución “gabaldonera”.
Enviado por
sus familiares en compañía de su hermano a cursar estudios universitarios a
Francia, Saldivia estudia ingeniería cuya carrera culmina en 1934. Durante su
permanencia en la “Ciudad Luz”, en la vida de Saldivia se opera el cambio que
ha de convertirlo de soñador de “montoneras” en disciplinado militante de las
líneas de avanzada de la revolución y en el líder consciente, estudioso,
enérgico que ha de ser hasta su prematura muerte.
En Marx,
Engels, Lenin, Stalin, etc., etc., bebe ardorosamente sólidos conocimientos
socialistas y políticos en general. En los clásicos españoles y franceses,
encuentra los suficientes materiales para curtir su espíritu de una sólida
preparación que ha de servirle de mucho
en sus triunfales intervenciones en el campo de la oratoria.
Con el exacto
conocimiento de que Gómez no es todo el problema venezolano, toma puesto activo
al lado de Cleto González Méndez (poderosa inteligencia extinguida también
prematuramente), Miguel Otero Silva, Gustavo Machado, Alfredo Conde Jahn,
Rafael Vegas, Carlos Delgado Chalbaud, Juan Colmenares, Zérega Fombona y otros,
en el Comité Pro-Presos Políticos de Venezuela.
Milita por
otra parte en la U.L.A.E.,
Unión Latinoamericana de Estudiantes Antiimperialistas, en la “Fédération des
Étudiants Français”, del Socorro Rojo Internacional y otras organizaciones
revolucionarias, en las que se distingue por su gran capacidad de trabajo, la
clara visión política que anima
sus proposiciones, la facilidad oratoria que lo acompaña. Llega a Secretario
General de la U.L.A.E.,
y cuando Henri Barbusse y otras figuras mundiales de luchadores convocan el
Primer Congreso Mundial contra la
Guerra y el Fascismo, Saldivia es escogido para representar
su organización en tan histórico Congreso que se celebró en la ciudad de Ámsterdam
(Holanda).
En los mitines
antigomecistas de París, toma parte al lado de grandes figuras de la talla de
Torres, el mejor abogado francés de los últimos tiempos, del físico Langevin,
del biologista Prenant, de Francis Jourdan y de otras notables figuras de la Cultura Francesa.
Su popularidad
en los círculos revolucionarios de la Colonia
Latina se extiende y consolida cada vez más. En las polémicas
suscitadas sobre el carácter de la
Guerra del Chaco, el papel de la Liga de las Naciones y otros
numerosos problemas debatidos, su nombre se asienta entre el de los más capaces,
y la Colonia
que, lo quiere y admira, ve con orgullo al compañero en quien todos reconocen
grandes capacidades de dirigente y de tribuno.
En cierta
ocasión en que el precursor del antiimperialismo en América, Manuel Ugarte,
residenciado entonces en París, emitiera algunos errados y confusos conceptos
entre comunismo y nazi-fascismo, Saldivia le sale al paso, polemiza con él y le
pide urgentemente se defina. El maestro, que lo quiere y comprende, le contesta
deseándole “llegue a la edad que él tiene fogoso y vertical como es en el
presente”. La muerte impidió que los deseos de Manuel Ugarte se realizaran.
Su condición
de militante revolucionario adscrito al partido del proletariado, lo obliga a
ligarse estrechamente a los trabajadores, destacándose en seguida por las
inmejorables condiciones de organizador que poseía. Los trabajadores españoles
residenciados en París, lo tiene como a uno de los cuadros más competentes y
audaces de sus organizaciones, y así lo vemos formando parte de una comisión de
la U.G.T.U. que
se entrevista con Herriot para solucionar un problema obrero. Leduc, obrero
comunista francés asesinado hace un año por los nazi-fascistas y quien ocupaba
el puesto de Responsable de la
Organización de la
Mano de Obra Extranjera ante su partido, decía de Saldivia
Gil, que era uno de los dirigentes más capaces y de los oradores de mayor
envergadura revolucionaria que había conocido. Hay que hacer constar, que Leduc
era sumamente parco en alabar.
Terminado sus
estudios, Saldivia no puede regresar a la Patria. Los “cónsules de Gómez”
le odiaban con demasiadas razones, pues eran incontables los vapuleos que el
joven ingeniero les había dado en sus discursos y escritos. Ante la negativa de
que le visen el pasaporte para Venezuela viene a Trinidad donde conoce a
Salvador de la Plaza;
regresa a París y de allí va a radicarse a Barcelona de España.
La vida de
Saldivia Gil en Barcelona de España transcurre en medio de miles dificultades
económicas que en nada lo arredran. Allí se dedica con todas sus fuerzas a
colaborar en la reorganización del proletariado catalán, muy maltrecho después
de las célebres jornadas de octubre del año de 1934. No hay penalidad ni
penuria que el “ingeniero revolucionario” no pruebe con la entereza y la
abnegación que son de sus mejores virtudes, dejando huellas indelebles de un
trabajo efectivo y fructífero, que interrumpe cuando a fines del año 35 muere
Gómez y regresa a la Patria,
no sin vencer junto con otros venezolanos inmensas dificultades para conseguir
la visa consular. La presión ejercida por las masas en el sentido de obligar al
Gobierno a abrir las puertas de Venezuela a todos los exiliados políticos le
valió mucho en aquella oportunidad.
Pisando al fin
tierra patria, Saldivia Gil se pone en seguida en movimiento para ayudar a la
canalización política del pueblo venezolano. Se da durante un corto tiempo con
todas sus fuerzas a la estructuración del Partido Republicano Progresista en la
capital de la República,
viniéndose luego a Barquisimeto donde fijó residencia y donde se hizo conocer
de los venezolanos por la labor política y organizativa realizada en el pueblo
larense.
Secretario
General de la Seccional
del P.R.P. en Lara, Saldivia Gil estuvo en cuanto movimiento político y
sindical se presentara en su tierra natal. Los efectuados contra la Ley de Defensa Nacional,
contra la Ley de
Orden Público, los huelguísticos de trabajadores de la ciudad y del campo, el
paro de telegrafistas etc., etc., tuvieron en Saldivia el más fogoso animador y
el más consciente conductor. No hubo mitin ni Asamblea Pública de importancia
donde su palabra orientadora faltara. En la campaña contra el sigalismo,
Saldivia fue el más ardoroso de sus dirigentes.
Lara entero
durante casi un año fue testigo de la vida y los azares políticos del joven
conductor de masas. Su oratoria plena de riqueza metafórica a la vez que
sencilla y didáctica, fue voz orientadora y fraternal en la solución de los más
complicados problemas políticos. Su firma estuvo calzando los más enjundiosos
artículos y las más recias polémicas con las fuerzas reaccionarias a todo lo
largo del año treinta y seis y principios del treinta y siete, en todos los
periódicos del Estado, pero preferentemente en el semanario “Revolución”,
órgano que era del Comité Regional del P.R.P.
Durante el
corto lapso de su estada en Lara, Saldivia Gil sembró con mano hábil e
incansable el amor a la democracia y la libertad. Maestro de toda la juventud
que lo rodeaba, supo dar sin mezquindades ni poses de ridículo y “yosismo” el
caudal de sus conocimientos y experiencias, sabiendo siempre brindar el consejo
oportuno, la insinuación necesaria, la indicación precisa, sin “sonrisitas de
superioridad” como la que se acostumbran generalmente los más ignorantes.
Si Saldivia
Gil fue el líder amado de las grandes capas progresistas del Estado, fue
también el más odiado por la reacción sigalera-fascista. Innumerables fueron
las amenazas contra el incorruptible e inamendrentable luchador democrático. El
látigo de su palabra cayó siempre que fue necesario sobre las espaldas de sus
enemigos, no solamente cuando estos estaban fuera del poder, como lo hicieron
algunos oportunitas de aquella época, sino también y entonces con mayor fuerza,
cuando la más negra reacción pro-fascista de Lara, se entronizó por primera vez
en el Gobierno Regional. Sus discursos pronunciados en los últimos mitines
permitidos en Lara por el Gobierno de Sigala y sus recios ataques escritos
desde las columnas de “Revolución”, dan fe de esta gran verdad. El sigalismo
probó aún en el poder y en propia carne, los golpes inmisericordes y de su
verbo y su pluma.
Cuando López
Contreras, aprovechando un período de descenso de las fuerzas democráticas
venezolanas, se tira abiertamente a la represión, cerrando partidos y
encarcelando dirigentes, Saldivia Gil no puede faltar entre los últimos. Preso
por el Gobierno de Sigala es pasado a las mazmorras del Castillo Libertador
junto a muchos otros apresados en todo el territorio de la República; y en la
imposibilidad de conseguir que salga del país por su propia voluntad, es
expulsado sin llenar siquiera los requisitos de ponerlo en decreto de
expulsión. Otra vez a tierras extranjeras, porque la Patria no tiene sitio para
los mejores de sus hijos. Otra vez al exilio, porque los trusts petroleros y la
reacción pro-fascista no se sienten a sus anchas entre tanto “agitador
asalariado de Moscú”. En las entrañas aceradas del “Flandre”, va un puñado de
hombres cuyo único delito es amar al pueblo. Hacia el gran país azteca va el
primer lote de nuestros exiliados. Puerto Páez, espera a los consecutivos. Es
más económico y es necesario abrirle las puertas de una Presidencia de Estado a
Antonio Esté.
En Panamá, es
víctima de un atropello hecho contra todos los venezolanos expulsados y de
tránsito por allí, por parte del Gobierno imperialista de Arosemena. Al fin
llega a tierras mexicanas.
En México no
permanece inactivo Saldivia Gil. Allí empieza a trabajar intensamente en
compañía de sus coterráneos y otros asilados de diferentes países en la campaña
de luchar desde todos los ángulos y todas las maneras, por la democracia de
todos los países americanos donde no la hay. Allí se codea con revolucionarios
de la talla de Jorge Vivó, Aníbal Ponce, Nicolás Guillén, el gran poeta de
color, cubano, cuya fama es continental. Es con este último que Saldivia intima
más.
Cuando se
plantea el regreso clandestino a Venezuela para continuar la lucha desde el
escondite, Saldivia Gil se siente absolutamente conforme al proyecto, y algún
tiempo después es el primero de los expulsados que cruza subrepticiamente la
frontera colombo-venezolana, expuesto a los mayores peligros, y rindiendo una
jornada a pie de treinta y seis horas consecutivas.
A su paso por
la capital de la República
se detiene en Barquisimeto algunos días, que aprovecha para alentar y ayudar
las desorganizadas fuerzas larenses. Ya en la capital y ocupando un alto puesto
directivo del partido en que milita, Saldivia Gil desde la clandestinidad
realiza provechosas e innumerables labores reorganizativas del movimiento
popular venezolano. Durante algunos meses permanece en Caracas y el producto de
su contribución en las tareas reorganizativas y de dirección política se hace
sentir en seguida al través de un beneficioso reaccionar de masas. Saldivia
Gil, es un magnífico colaborador en
todas las fuerzas que luchaban por la estructuración del movimiento democrático
entonces en descenso.
Hacia la
ciudad de Maracaibo sale un día en cumplimiento de una directiva partidista.
Manda a la sazón en el Zulia el Dr. José Encarnación Serrano, uno de los
hombres que mayores perjuicios ha causado a la democracia venezolana. La mano
dura del “Doctor llorón” como lo confirmara el pueblo maracucho, se hacía
sentir con todo su rigor. Expulsiones de margariteños en masa del Estado.
Prisiones a granel. Atropellos. Chanchullos electorales y políticos, era el
programa de acción del Doctor Serrano. El terror estaba a la orden del día y
las más incalificables mandonerías eran el pan cotidiano.
Importante
papel le tocó jugar a Saldivia en pro de la destitución del “gran José
Encarnación”. Su labor propagandística al través de una estación clandestina de
radio, con innumerables peligros para su vida, era una de sus mejores y más
efectivas tareas. Cronométricamente y burlando la más minuciosa persecución
policial, la voz de Saldivia al través de las ondas hertzianas le llegaba a Serrano
a manera de chorro de ácido prúsico; y al pueblo zuliano plena de consignas
unitarias y en persecución de lograr la más estrecha unidad de todos los
sectores progresistas zulianos en su lucha contra el serranismo. Duras fueron
las pruebas, pero al fin positivos fueron los resultados. López Conteras,
cediendo al final a la presión de todo un pueblo que pugnaba en todas las
formas por librarse de la dictadura de la “orla” (que parece que es peor que la
del machete rozador) representada en
Zulia por Serrano; para mediados de noviembre de 1938 lo sustituyó por
el Dr. Manuel Maldonado.
Ante tal
acontecimiento el pueblo zuliano se echó valientemente a la calle y en pública
manifestación salió en desfile hacia los muelles para darle la bienvenida al nuevo mandatario
y rubricar la condena que la opinión pública le había dado siempre a la
política de Serrano. La imponencia popular del desfile y la ansiedad y alegría
de todos los zulianos, produjo en Saldivia un incontenible deseo de dirigirse
al pueblo cuyo contacto solo tenía al través de la estación clandestina, y
olvidándose de su condición de hombre “ilegal” en su país y los peligros que
representaba tal cosa, desde la tribuna improvisada de un capacete de
automóvil, le dio a Maldonado la bienvenida en nombre del pueblo zuliano.
La multitud
delirante premió con un aplauso cerrado el que debía ser el último discurso del
líder popular; y manos del pueblo fueron las que rechazaron a los agentes investigadores
que pretendieron prenderle. Manos del pueblo, de ese pueblo al que Saldivia Gil
se había entregado con todo su corazón; con todas las fuerzas de su juventud promisoria
y su vida fructífera en nobles acciones. Manos de ese pueblo que se las
encallece armando cabrias, perforando las entrañas de la tierra para
succionarle la sangre negra que alimenta la moderna industria, que mueve por
aire, tierra y mar el transporte mundial, que surte a los tanques de guerra que
luchan contra el fascismo y engrosa cada día los millones de los trust
petroleros. Manos de ese pueblo, por cuyos intereses Saldivia Gil, le diera la
espalda a las tentaciones de una vida muelle y acomodada que hubiera tenido si
hubiese querido.
Ocho días
después, una septicemia violenta ante cuya destructora acción fueron inútiles
todos los esfuerzos de la ciencia médica y la abnegación de sus familiares y
compañeros, debía extinguirse una vida preciosa para la causa del pueblo
venezolano.
Una dolorosa y
tremenda agonía fue el preludio de la hora final del que dedicara toda su vida
a la sagrada causa de la liberación de los pueblos oprimidos. Los tremendos
dolores producidos por el terrible mal, no pudieron en ningún instante
hacer flaquear aquella voluntad de hierro. Hasta el último momento estuvo
preocupado por las cuestiones concernientes a la marcha organizativa del pueblo
zuliano. A media lengua, originado por la terrible inflamación de toda la cara,
estuvo dando indicaciones, discutiendo con sus compañeros consignas inmediatas
a seguir, recomendando, aprovechando los últimos momentos que le restaban de
vida. Sonriente y firme en sus convicciones, vio acercarse la muerte, que había
de culminar su obra el 21 de noviembre de 1938, rodeado de su madre, sus
hermanos y sus leales compañeros.
* *
*
*
Hoy, cuatro
años después de la muerte de Jorge Saldivia Gil, cuatro años en que el hueco
dejado en nuestras filas continúa existiendo, son muchas las consideraciones
que se nos vienen a la mente. Pensamos en el importante papel que hoy jugaría
en la labor de consolidar para la defensa de nuestra independencia y
cumplimiento de nuestros sagrados compromisos internacionales, la unidad
nacional y el acercamiento de todos los venezolanos sin distingos ideológicos,
en la labor de asegurarle a la patria el máximum de seguridad. Pensamos en las
efectivas tareas que realizaría en el ambiente de tolerancia y franco progreso
que vive Venezuela de hoy. Pensamos en lo mucho que podría hoy hacer, aquel que
venciendo obstáculos y dificultades de todas las especies, le dio al pueblo, a
su pueblo, rendimientos promisorios traducidos en sabias y precisas directivas,
de orden político, sindical y organizativo en general.
Al recordar al
compañero muerto, al pretender volcar sobre estas líneas un bosquejo de su
admirable existencia, pensamos con egoísmo revolucionario, en la valiosa
colaboración que podría darle hoy al pueblo larense en esta etapa de
resurgimiento del poder popular. Pensamos en lo mucho que él haría por la
solución de los diversos problemas que hoy se le plantean a las grandes masas
productoras de nuestra región; a esas mismas masas que lo supieron oír, que no
se cansaron nunca de aplaudirlo y que en noble gesto de lealtad hacia él, le
dieron el acta moral del “diputado
número uno del pueblo”, en las elecciones para diputados el año 36. Si
la voz del pueblo hubiera sido oída entonces, la Corte Federal y de Casación
hubiera tenido el trabajo de anularle un diputado más a la democracia.
Hoy cuatro
años después de su muerte, ocurrida en primera trinchera luchando por el pueblo
venezolano, por la democracia venezolana, por el proletariado venezolano, no
podemos dejar de asociar su recuerdo a los que ayer en las puertas de Madrid y
hoy en las de Stalingrado, saben “morir de pie” cumpliendo con sus deberes de
hombres, de soldados de la revolución, de verdaderos patriotas. Pensamos en los
muchos Saldivia Gil que caen dándole la cara y contribuyendo con sus vidas, con
su sangre, a la derrota total de las bandas criminales de Hitler y sus
cómplices.
Sea el
recuerdo de la vida admirable de Jorge Saldivia Gil, ejemplo de acción para
aquellos que amamos a Venezuela. Sea su recuerdo estímulo para todos los que
trillamos la misma senda humanista que él supo recorrer con pie firme y lealtad inconmovible. Sea su recuerdo,
bandera para multitudes, en cuyas manos está la clave del futuro y de la
historia.
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Publicaciones Populares de Editorial
MOMENTO
Editado en IMPRESIONES CLARIDAD. Barquisimeto.
Venezuela.
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Más sobre Jorge Saldivia Gil...
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Más sobre Jorge Saldivia Gil...
En
1939 Miguel Otero Silva dedica su primera novela Fiebre a su amigo y compañero
de lucha Jorge Saldivia Gil. Novela donde decide narrar la gesta histórica en
la que Miguel Otero Silva y otros jóvenes participaron en
1928 con el propósito de manifestar su oposición a la dictadura de Juan Vicente
Gómez.
A la memoria de Guillermo Prince Lara, uno
de los más valientes y talentosos camaradas de 1928, muerto en la lucha.
A la memoria de Jorge Saldivia Gil,
valioso dirigente popular surgido de las juventudes universitarias posteriores
a 1928, caído en primera fila.
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JORGE SALDIVIA GIL
(“Roy” en la clandestinidad 1937-38)
Muerto
de muerte pura,
envuelto
en bandera roja
se
durmió,
dejando
herencia señera
—lealtad,
hombría—
a
su Partido
(Cuarenta
años para olvidarte,
Roy,
y ves que no te olvido)
Eduardo Gallegos Mancera
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En
un discurso titulado “Así fue cómo ingresé al Partido Comunista de Venezuela”,
el militante obrero Jesús Faría lo recuerda de manera emotiva:
Dentro del Partido Comunista he disfrutado muy
variadas emociones: La pelea con Medina y los medinistas, las luchas
fraccionales, las grandes huelgas, mí primer viaje a la URSS en 1949, mi encuentro con Jorge Saldivia Gil, la libertad en 1958, y muchos otros.
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¿Quién fue Jorge Saldivia Gil?
Semanario ¡AQUÍ ESTÁ...! del PCV
3 de febrero de 1943