Otro enemigo de Venezuela
Fernando Saldivia Najul
26 julio 2004
Sorprende escuchar a venezolanos de origen africano o indígena que, a pesar de no encontrar argumentos importantes en contra de la revolución, rechazan a su máximo líder. Algunos de ellos, aunque estén a favor, al principio se distancian por precaución. Otros, sin embargo, lo hacen de manera determinante. El endorracismo aquí es evidente, no se puede disimular. La actual lucha de clases lo ha develado.
Difundir el fenómeno del endorracismo como lo hacen las organizaciones de afrodescendientes de espíritu libertario, es tarea fundamental para vencer una de las principales barreras que enfrenta la revolución, y cuyo origen se ubica en tiempos de la esclavitud.
Al lado del racismo y del mestizaje inevitable en la era colonial, nació el endorracismo en nuestra sociedad. Según los investigadores, el endorracista subestima su propio origen africano o indígena. Se hace valer como blanco para tratar de establecer una especie de dominio y de superioridad sobre otras personas con rasgos más cercanos al africano o al indígena. Este complejo se desarrolló durante un régimen de castas donde el blanco era superior al indígena y el indígena superior al negro. Los blancos solicitaban a los no-blancos la demostración de la limpieza de sangre si aspiraban ganar algunos privilegios económicos, políticos, militares o culturales. Para limpiar su sangre, el negro debía mezclarse con el blanco preferiblemente, o por lo menos, con el indígena. De ahí, los segundones, tercerones o cuarterones, según el porcentaje de sangre negra. De modo que el endorracista busca distanciarse del negro y del indígena, para ser parcialmente aceptado por el blanco. Esto generó la competencia entre los individuos con distintos grados de pureza. Víctimas del racismo, se hicieron endorracistas [1].
Además, como si fuera poco, la historia oficial fue anulando los aportes morales y políticos de los Negros afrodescendientes e indígenas. Se menguó más aún la autoestima y se mantuvo el dominio de estos grupos. Víctimas de la desmemoria histórica, continúan siendo endorracistas.
Actualmente por principio ético universal todos los seres humanos son iguales y, científicamente hablando, el género humano es uno e indivisible. Sin embargo, la población de origen indígena y africana, arrastra consigo los mismos prejuicios raciales, y sigue perteneciendo en su gran mayoría a los sectores de menores recursos. La exclusión racial ha cambiado de forma. Ayer castas, hoy clases sociales. El racismo aún reproduce el endorracismo. La industria del entretenimiento, atendiendo a políticas neoliberales, resalta el modelo de vida anglosajón y su fenotipo. En consecuencia, el endorracista de hoy, con baja autoestima, busca atenuar sus rasgos de negro con la ayuda de la cosmética y la cirugía estética. Al mismo tiempo se distancia de quienes tienen acentuados estos rasgos.
En medio de la actual polarización en Venezuela, el endorracista, que busca la aceptación de la clase acomodada, se ve tentado a rechazar al presidente. Un rechazo aparentemente ideológico o político, es utilizado como un artificio para distanciarse fenotípicamente del líder y sentirse engañosamente aceptado por los adversarios que gozan de mayor prestigio social. Obviamente, estas personas desconocen su pasado esclavista y la historia de sus ancestros.
Por último, y tomando en cuenta que los prejuicios racistas y la injusticia social van de la mano, necesario es avanzar simultáneamente en la concientización del racismo, y en la inclusión progresiva de los sectores oprimidos. Debemos estimular en los niños la autoestima y el orgullo de ser Negros afrodescendientes e indígenas. Enseñarles a defender sus derechos como una cultura de la resistencia. Elevar el aporte de los héroes afrovenezolanos e indígenas en la lucha libertaria. Vitorear la firmeza del presidente cada vez que enfrenta al imperio para devolverle la dignidad a todos los venezolanos honestos, sin distinción de rasgos físicos. Enseñarles que somos iguales en derechos, pero con culturas diferentes.
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[1] El racismo oculto de una sociedad no racista. Ligia Montañez, 1993 Caracas, Fondo Editorial Tropykos, Pág. 170.
(Versión resumida y publicada el 26 de julio de 2004 en la prensa revolucionaria Viva Venezuela, dirigida por Reinaldo Bolívar y Omar Cruz. Leer también artículo Endorracismo Involuntario).
Ver más artículos del autor en:
http://www.fernandosaldivia.blogspot.com
Fernando Saldivia Najul
26 julio 2004
Sorprende escuchar a venezolanos de origen africano o indígena que, a pesar de no encontrar argumentos importantes en contra de la revolución, rechazan a su máximo líder. Algunos de ellos, aunque estén a favor, al principio se distancian por precaución. Otros, sin embargo, lo hacen de manera determinante. El endorracismo aquí es evidente, no se puede disimular. La actual lucha de clases lo ha develado.
Difundir el fenómeno del endorracismo como lo hacen las organizaciones de afrodescendientes de espíritu libertario, es tarea fundamental para vencer una de las principales barreras que enfrenta la revolución, y cuyo origen se ubica en tiempos de la esclavitud.
Al lado del racismo y del mestizaje inevitable en la era colonial, nació el endorracismo en nuestra sociedad. Según los investigadores, el endorracista subestima su propio origen africano o indígena. Se hace valer como blanco para tratar de establecer una especie de dominio y de superioridad sobre otras personas con rasgos más cercanos al africano o al indígena. Este complejo se desarrolló durante un régimen de castas donde el blanco era superior al indígena y el indígena superior al negro. Los blancos solicitaban a los no-blancos la demostración de la limpieza de sangre si aspiraban ganar algunos privilegios económicos, políticos, militares o culturales. Para limpiar su sangre, el negro debía mezclarse con el blanco preferiblemente, o por lo menos, con el indígena. De ahí, los segundones, tercerones o cuarterones, según el porcentaje de sangre negra. De modo que el endorracista busca distanciarse del negro y del indígena, para ser parcialmente aceptado por el blanco. Esto generó la competencia entre los individuos con distintos grados de pureza. Víctimas del racismo, se hicieron endorracistas [1].
Además, como si fuera poco, la historia oficial fue anulando los aportes morales y políticos de los Negros afrodescendientes e indígenas. Se menguó más aún la autoestima y se mantuvo el dominio de estos grupos. Víctimas de la desmemoria histórica, continúan siendo endorracistas.
Actualmente por principio ético universal todos los seres humanos son iguales y, científicamente hablando, el género humano es uno e indivisible. Sin embargo, la población de origen indígena y africana, arrastra consigo los mismos prejuicios raciales, y sigue perteneciendo en su gran mayoría a los sectores de menores recursos. La exclusión racial ha cambiado de forma. Ayer castas, hoy clases sociales. El racismo aún reproduce el endorracismo. La industria del entretenimiento, atendiendo a políticas neoliberales, resalta el modelo de vida anglosajón y su fenotipo. En consecuencia, el endorracista de hoy, con baja autoestima, busca atenuar sus rasgos de negro con la ayuda de la cosmética y la cirugía estética. Al mismo tiempo se distancia de quienes tienen acentuados estos rasgos.
En medio de la actual polarización en Venezuela, el endorracista, que busca la aceptación de la clase acomodada, se ve tentado a rechazar al presidente. Un rechazo aparentemente ideológico o político, es utilizado como un artificio para distanciarse fenotípicamente del líder y sentirse engañosamente aceptado por los adversarios que gozan de mayor prestigio social. Obviamente, estas personas desconocen su pasado esclavista y la historia de sus ancestros.
Por último, y tomando en cuenta que los prejuicios racistas y la injusticia social van de la mano, necesario es avanzar simultáneamente en la concientización del racismo, y en la inclusión progresiva de los sectores oprimidos. Debemos estimular en los niños la autoestima y el orgullo de ser Negros afrodescendientes e indígenas. Enseñarles a defender sus derechos como una cultura de la resistencia. Elevar el aporte de los héroes afrovenezolanos e indígenas en la lucha libertaria. Vitorear la firmeza del presidente cada vez que enfrenta al imperio para devolverle la dignidad a todos los venezolanos honestos, sin distinción de rasgos físicos. Enseñarles que somos iguales en derechos, pero con culturas diferentes.
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[1] El racismo oculto de una sociedad no racista. Ligia Montañez, 1993 Caracas, Fondo Editorial Tropykos, Pág. 170.
(Versión resumida y publicada el 26 de julio de 2004 en la prensa revolucionaria Viva Venezuela, dirigida por Reinaldo Bolívar y Omar Cruz. Leer también artículo Endorracismo Involuntario).
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http://www.fernandosaldivia.blogspot.com