Fernando Saldivia Najul
Julio 2004
Comprender y difundir el fenómeno del endorracismo en la sociedad venezolana de mayoría mestiza, es tarea fundamental para vencer una de las barreras que se presentan en el actual proceso de transformación social, y cuyo origen se ubica en tiempos de la esclavitud. Al lado del racismo y del mestizaje inevitable en la era colonial, se formó el endorracista. Según los científicos, una persona endorracista desestima sus propios orígenes africanos o indígenas. Se hace valer como blanco, tratando de establecer una especie de dominio y de superioridad sobre otras capas de la población racialmente más cercanas al indígena o al africano en sus fenotipos originales. En los mismos sectores desposeídos de la colonia penetraron los prejuicios raciales introducidos por el poder colonial a manera de instrumento ideológico para establecer sus relaciones personales dentro de un ambiente opresivo.
En sus comienzos el racismo se proyecta en un régimen de castas con jerarquía social, política, económica y cultural conforme a las diferencias étnicas. El blanco era la etnia superior respecto al indígena y al negro, pero a su vez el indígena era superior al negro. Dentro de aquella sociedad esclavista la sangre del negro manchaba la limpia sangre de los otros. Los blancos exigían a los demás pureza de sangre para que pudieran disfrutar de privilegios económicos de relativa importancia. La sangre del negro debía ser limpiada a partir de su mezcla con el blanco en primer lugar, o del indígena luego. De ahí, los segundones, tercerones, cuarterones o quinterones, según el porcentaje de sangre negra. De modo que el endorracista se distancia del negro para ser parcialmente aceptado por el blanco. Es un racismo interiorizado por los grupos sometidos, reproducidos por ellos en la práctica a manera de comportamiento discriminatorio entre sí mismos. La persona o el subgrupo, siendo mestiza, se autoafirma como blanco, estableciendo un espacio de superioridad entre él y otras personas más claramente reconocibles como indígenas o como negros. Un fenómeno de impuros que se disputan probables grados de pureza para beneficiarse con las ganancias sociales correspondientes. Un hecho que alimenta el individualismo y la competencia. El endorracista valora negativamente en los otros un carácter que también él posee, sólo que, al parecer, en dosis menor. Dosis que él tampoco quisiera poseer y a la que también descalifica. A su vez es rechazado por otros, dando origen a una cadena de relaciones endorracistas. El mestizo fue a un mismo tiempo víctima del racismo y su reproductor conciente como endorracista [1].
Felizmente hoy hemos dado un gran salto en la evolución cultural. Reconocemos por derecho constitucional y principio universal que todos los hombres son iguales, y la ciencia por su parte ha demostrado que el género humano es uno e indivisible. La ciencia ha rechazado la vieja teoría según la cual hay razas humanas que presentan diferencias biológicas que justifican relaciones de dominio entre ellas. Durante tres siglos hicieron considerar como natural una realidad que era social. Actualmente la población Negra afrodescendiente, sin embargo, sigue perteneciendo en su gran mayoría a los sectores oprimidos, compartiendo el espacio social de menores beneficios. Sólo en una pequeña proporción el mestizaje ha alcanzado el reducido estrato económico medio de la población. Ambas capas arrastran consigo los mismos prejuicios raciales pero menos visibles. La exclusión ha cambiado su forma. Ayer castas, hoy clases sociales, a pesar de que actualmente por ley y por demostración científica, todos somos iguales. Un racismo solapado aún reproduce el endorracismo originario voluntario y conciente. También existe otro menos estudiado que se manifiesta de forma menos conciente, el cual se podría denominar endorracismo involuntario.
Este tipo de endorracismo es transmitido de generación en generación y asimilado por los niños muy precozmente cuando aún no tienen defensas ni razones. Justo cuando es indispensable que la aceptación de los padres sea incondicional. No es fácil comprender este fenómeno. El desconocimiento del plano histórico-social en la conformación de la esfera psíquica de estas personas oscurece la comprensión del psiquismo del endorracista involuntario. Los elementos racistas y endorracistas en estas personas no tienen razonamientos. Su comportamiento racista no es voluntario o decidido, es automático, aparece a pesar suyo. El complejo endorracista de estas personas nace de la mano de la madre o del padre y en el transcurso de su existencia es reforzado desde el contexto social. El endorracista reproduce de manera activa y contradictoria los mismos prejuicios racistas de los cuales él es sujeto o víctima. [2]
Este fenómeno estudiado por psicólogos y científicos sociales, se hace bastante notorio en el actual proceso de transformación social, dirigido por un ciudadano de origen físicamente mestizo, el cual ocupa la máxima magistratura del estado al frente de un proyecto de economía social. Sin embargo, en su afán por mantener sus privilegios graciosos, los dueños de los medios de comunicación, representantes apátridas del capital internacional, impulsan la guerra mediática contra el máximo líder. En lugar de transmitir los logros en el área social, los omiten. En lugar de educar, informar y recrear, se desgastan en su afán transculturizador, resaltando el modelo de vida anglosajón y la superioridad de su fenotipo. En consecuencia, toda aquella persona de origen mestizo que se ha beneficiado en el pasado, en el presente, o que aspira a beneficiarse en el futuro de las migajas que le ofrece el sector empresarial privado, rechaza voluntaria o involuntariamente al presidente de la República. Erróneamente asocia el mestizaje a una economía social. A unas políticas que también lo incluyen a él pero las niega, y trata de distanciarse de su origen mestizo a fin de gozar de la aceptación del medio empresarial. Por otro lado, sorprende con frecuencia encontrar personas Negras afrodescendientes que reconocen los logros de las políticas socioeconómicas del actual gobierno, y rechazan desde el inconciente al propio líder. Estamos en presencia entonces de dos formas diferentes de endorracismo. Uno conciente víctima de las presiones sociales, y otro involuntario que también podría ser reforzado por un medio ambiente de racismo solapado.
De modo que, desde el pasado se ha promovido la tendencia a que sectores de la misma población Negra afrodescendiente, se autoperciban y perciban a las personas de fenotipo similar, de manera prejuiciada y parcialmente negativa. El punto central es la exagerada estimación positiva que se hace en primer lugar de las raíces europeas, a las que se le suman pronto los modelos norteamericanos, para convertirlos luego en patrón socialmente privilegiado, casi omnipotente, y se convierte en guía para orientar el proceso de valoración o desvalorización de la población. Si se toma en cuenta que el ser humano desarrolla una parte importante de su autoestima sobre la base de la autoimagen que la sociedad le ayuda a construir y que ésta se nutre de los modelo colectivos más aceptados, entenderemos que la persona que siendo mestiza es víctima de este proceso endorracista, se autopercibe a la luz de estos modelos privilegiados ya convertidos en prejuicios. El endorracismo presente en numerosos individuos mestizos los lleva a distinguir sus rasgos de negro, los descalifican y hasta tratan de modificarlos, a la vez que se distancian de quienes tienen acentuados estos rasgos y se identifican física y culturalmente con quienes se acercan al modelo de mayor prestigio social. Desde la industria cosmetológica, pasando por las clínicas de cirugía estética, hasta la industria cultural homogenizadora que insiste en imponer el desgastado patrón del norte como superior, están al servicio de este fenómeno endorracista.
Por último, psicólogos y científicos sociales consideran que la superación real de los prejuicios racistas y endorracistas hacia la población Negra afrodescendiente está supeditada a la superación del elemento de fondo que los mantiene, que no es otro que la injusticia social clasista. La conciencia del racismo y del endorracismo es un esfuerzo progresivo por la mejor comprensión de esos procesos en la persona misma como en la sociedad.
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[1] El racismo oculto de una sociedad no racista. Ligia Montañez, 1993 Caracas, Fondo Editorial Tropykos, Pág. 170.
[2] Ibídem, pág. 132.
Difundido por correo electrónico, e impreso en volantes y repartidos en las estaciones de Chacao y Altamira del Metro de Caracas.
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http://www.fernandosaldivia.blogspot.com/
Julio 2004
Comprender y difundir el fenómeno del endorracismo en la sociedad venezolana de mayoría mestiza, es tarea fundamental para vencer una de las barreras que se presentan en el actual proceso de transformación social, y cuyo origen se ubica en tiempos de la esclavitud. Al lado del racismo y del mestizaje inevitable en la era colonial, se formó el endorracista. Según los científicos, una persona endorracista desestima sus propios orígenes africanos o indígenas. Se hace valer como blanco, tratando de establecer una especie de dominio y de superioridad sobre otras capas de la población racialmente más cercanas al indígena o al africano en sus fenotipos originales. En los mismos sectores desposeídos de la colonia penetraron los prejuicios raciales introducidos por el poder colonial a manera de instrumento ideológico para establecer sus relaciones personales dentro de un ambiente opresivo.
En sus comienzos el racismo se proyecta en un régimen de castas con jerarquía social, política, económica y cultural conforme a las diferencias étnicas. El blanco era la etnia superior respecto al indígena y al negro, pero a su vez el indígena era superior al negro. Dentro de aquella sociedad esclavista la sangre del negro manchaba la limpia sangre de los otros. Los blancos exigían a los demás pureza de sangre para que pudieran disfrutar de privilegios económicos de relativa importancia. La sangre del negro debía ser limpiada a partir de su mezcla con el blanco en primer lugar, o del indígena luego. De ahí, los segundones, tercerones, cuarterones o quinterones, según el porcentaje de sangre negra. De modo que el endorracista se distancia del negro para ser parcialmente aceptado por el blanco. Es un racismo interiorizado por los grupos sometidos, reproducidos por ellos en la práctica a manera de comportamiento discriminatorio entre sí mismos. La persona o el subgrupo, siendo mestiza, se autoafirma como blanco, estableciendo un espacio de superioridad entre él y otras personas más claramente reconocibles como indígenas o como negros. Un fenómeno de impuros que se disputan probables grados de pureza para beneficiarse con las ganancias sociales correspondientes. Un hecho que alimenta el individualismo y la competencia. El endorracista valora negativamente en los otros un carácter que también él posee, sólo que, al parecer, en dosis menor. Dosis que él tampoco quisiera poseer y a la que también descalifica. A su vez es rechazado por otros, dando origen a una cadena de relaciones endorracistas. El mestizo fue a un mismo tiempo víctima del racismo y su reproductor conciente como endorracista [1].
Felizmente hoy hemos dado un gran salto en la evolución cultural. Reconocemos por derecho constitucional y principio universal que todos los hombres son iguales, y la ciencia por su parte ha demostrado que el género humano es uno e indivisible. La ciencia ha rechazado la vieja teoría según la cual hay razas humanas que presentan diferencias biológicas que justifican relaciones de dominio entre ellas. Durante tres siglos hicieron considerar como natural una realidad que era social. Actualmente la población Negra afrodescendiente, sin embargo, sigue perteneciendo en su gran mayoría a los sectores oprimidos, compartiendo el espacio social de menores beneficios. Sólo en una pequeña proporción el mestizaje ha alcanzado el reducido estrato económico medio de la población. Ambas capas arrastran consigo los mismos prejuicios raciales pero menos visibles. La exclusión ha cambiado su forma. Ayer castas, hoy clases sociales, a pesar de que actualmente por ley y por demostración científica, todos somos iguales. Un racismo solapado aún reproduce el endorracismo originario voluntario y conciente. También existe otro menos estudiado que se manifiesta de forma menos conciente, el cual se podría denominar endorracismo involuntario.
Este tipo de endorracismo es transmitido de generación en generación y asimilado por los niños muy precozmente cuando aún no tienen defensas ni razones. Justo cuando es indispensable que la aceptación de los padres sea incondicional. No es fácil comprender este fenómeno. El desconocimiento del plano histórico-social en la conformación de la esfera psíquica de estas personas oscurece la comprensión del psiquismo del endorracista involuntario. Los elementos racistas y endorracistas en estas personas no tienen razonamientos. Su comportamiento racista no es voluntario o decidido, es automático, aparece a pesar suyo. El complejo endorracista de estas personas nace de la mano de la madre o del padre y en el transcurso de su existencia es reforzado desde el contexto social. El endorracista reproduce de manera activa y contradictoria los mismos prejuicios racistas de los cuales él es sujeto o víctima. [2]
Este fenómeno estudiado por psicólogos y científicos sociales, se hace bastante notorio en el actual proceso de transformación social, dirigido por un ciudadano de origen físicamente mestizo, el cual ocupa la máxima magistratura del estado al frente de un proyecto de economía social. Sin embargo, en su afán por mantener sus privilegios graciosos, los dueños de los medios de comunicación, representantes apátridas del capital internacional, impulsan la guerra mediática contra el máximo líder. En lugar de transmitir los logros en el área social, los omiten. En lugar de educar, informar y recrear, se desgastan en su afán transculturizador, resaltando el modelo de vida anglosajón y la superioridad de su fenotipo. En consecuencia, toda aquella persona de origen mestizo que se ha beneficiado en el pasado, en el presente, o que aspira a beneficiarse en el futuro de las migajas que le ofrece el sector empresarial privado, rechaza voluntaria o involuntariamente al presidente de la República. Erróneamente asocia el mestizaje a una economía social. A unas políticas que también lo incluyen a él pero las niega, y trata de distanciarse de su origen mestizo a fin de gozar de la aceptación del medio empresarial. Por otro lado, sorprende con frecuencia encontrar personas Negras afrodescendientes que reconocen los logros de las políticas socioeconómicas del actual gobierno, y rechazan desde el inconciente al propio líder. Estamos en presencia entonces de dos formas diferentes de endorracismo. Uno conciente víctima de las presiones sociales, y otro involuntario que también podría ser reforzado por un medio ambiente de racismo solapado.
De modo que, desde el pasado se ha promovido la tendencia a que sectores de la misma población Negra afrodescendiente, se autoperciban y perciban a las personas de fenotipo similar, de manera prejuiciada y parcialmente negativa. El punto central es la exagerada estimación positiva que se hace en primer lugar de las raíces europeas, a las que se le suman pronto los modelos norteamericanos, para convertirlos luego en patrón socialmente privilegiado, casi omnipotente, y se convierte en guía para orientar el proceso de valoración o desvalorización de la población. Si se toma en cuenta que el ser humano desarrolla una parte importante de su autoestima sobre la base de la autoimagen que la sociedad le ayuda a construir y que ésta se nutre de los modelo colectivos más aceptados, entenderemos que la persona que siendo mestiza es víctima de este proceso endorracista, se autopercibe a la luz de estos modelos privilegiados ya convertidos en prejuicios. El endorracismo presente en numerosos individuos mestizos los lleva a distinguir sus rasgos de negro, los descalifican y hasta tratan de modificarlos, a la vez que se distancian de quienes tienen acentuados estos rasgos y se identifican física y culturalmente con quienes se acercan al modelo de mayor prestigio social. Desde la industria cosmetológica, pasando por las clínicas de cirugía estética, hasta la industria cultural homogenizadora que insiste en imponer el desgastado patrón del norte como superior, están al servicio de este fenómeno endorracista.
Por último, psicólogos y científicos sociales consideran que la superación real de los prejuicios racistas y endorracistas hacia la población Negra afrodescendiente está supeditada a la superación del elemento de fondo que los mantiene, que no es otro que la injusticia social clasista. La conciencia del racismo y del endorracismo es un esfuerzo progresivo por la mejor comprensión de esos procesos en la persona misma como en la sociedad.
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[1] El racismo oculto de una sociedad no racista. Ligia Montañez, 1993 Caracas, Fondo Editorial Tropykos, Pág. 170.
[2] Ibídem, pág. 132.
Difundido por correo electrónico, e impreso en volantes y repartidos en las estaciones de Chacao y Altamira del Metro de Caracas.
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