Fernando Saldivia Najul
21 junio 2024
Oswaldo, en respuesta a tu inquietud sobre la calidad del servicio del transporte público que prestan los transportistas privados, en tu cuenta de twitter recibiste varias opiniones con relación al trato inadecuado de muchos colectores (peluches) hacia los usuarios. Pero me llamó la atención que ninguno habla del peligro que corren estos trabajadores del transporte guindados todo el día del estribo de la unidad, incluso hasta haciendo piruetas para bajarse y montarse con la camioneta andando. Una locura.
https://x.com/mangozurda/status/1803129624408568277
Jóvenes que deberían estar estudiando con una beca, pero producto de la exclusión propia del sistema capitalista, se ven obligados a venderse en el mercado de explotación laboral en condiciones precarias y de alto riesgo, y sin ningún tipo de seguridad social, lo que los coloca a temprana edad en las filas del ejército industrial de reserva.
El maltrato que algunos o muchos de ellos ejerce contra los usuarios, y el riesgo que corren estos jóvenes que vociferan los destinos de la rutas, no solo en las paradas sino cada vez que ven a un peatón que se baja de la acera, se ha incrementado en los últimos años en razón de que hay más competencia para captar pasajeros.
Competencia que se fue intensificando producto tanto de la crisis económica, como del paquete de medidas económicas de corte neoliberal que nos impuso Nicolás Maduro, así como de la migración de venezolanos, pero también producto de la cuarentena por la pandemia, cuando pocos salían de sus casas.
Todo esto se fue traduciendo en menos pasajeros por recoger, y más unidades contrataron un colector, y hasta dos. Ya no estamos en pandemia, pero los colectores se quedaron montados en las camioneticas, porque los empleos formales pagan mucho menos.
Recuerdo que en los años 70 los choferes cobraban ellos mismos el pasaje, y no se sobrecargaba tanto el vehículo. No existía este desnalgue como lo vivimos hoy. Más tarde, apareció la figura del colector, pero sentado en la butaca delantera. Y ahora lo vemos guindado del estribo todo el día, compitiendo con sus colegas.
Competir para captar pasajeros no es un invento de los venezolanos. Este sistema de transporte público mercantilizado es el servicio que se presta en la mayoría de los países periféricos del sistema capitalista, como Latinoamérica y África. El pasajero es un cliente con dinero en el bolsillo o la cartera, no un usuario con derechos humanos.
La mayoría de los choferes y los colectores, no ganan por tarifa, sino que ganan por porcentaje de lo que hagan en el día. Es decir, mientras más pasajeros recojan, mayor es su remuneración.
Pero resulta que, y esto siempre me lo decía mi papá, Federico Felipe Saldivia Saldivia: el empleo a destajo es el que más exprime al trabajador. Tal cual se practica, por ejemplo, con algunos oficios en la industria de la construcción. El patrón sobreexplotador fija un precio muy bajo el metro cuadrado de pared al albañil, y este se ve obligado a reventarse pegando bloques y frisando más de ocho horas diarias para sacar su sustento semanal.
Camarada Oswaldo, este sistema de transporte no tiene arreglo, como tampoco lo tiene el sistema capitalista, simplemente porque se sostiene por la ganancia y no por la satisfacción de nuestras necesidades básicas. Nosotros los trabajadores no podemos controlar un humano metabolismo social porque estamos sometidos a las leyes inherentes al sistema del capital, a su lógica.
Lógica del capital, que por cierto, el Comandante Chávez tenía previsto suprimir, y lo dejó escrito en su Plan de la Patria que entregó al CNE en 2012, pero Nicolás y Diosdado lo borraron del texto en diciembre de 2013. Lo que demuestra que nunca les interesó el socialismo que soñó Chávez.
Por lo tanto, ya que el dueño de la camioneta busca maximizar su ganancia, y aspira a comprarse dos camionetas más, este le pagará al chofer y al colector con la modalidad “a destajo”, y estos últimos, en consecuencia, también se deshumanizan: “¿Por qué carajo tengo yo que recoger a estudiantes y adultos mayores con derecho al medio pasaje, si puedo ganar más montando clientes que paguen el pasaje completo?”.
Pues sí, camarada, mientras el conductor y el colector trabajen a destajo, seguiremos malviviendo con las camionetas atestadas de gente como sardinas en lata hasta el techo, y a toda velocidad, comiéndose la luz del semáforo, atravesándosele a otro colega para arrebatarle los clientes, y poniendo en riesgo las vidas de los peatones.
“Arrímense pa’ tras que en el pasillo hay dos pasamanos”. Pero resulta que el pasillo tiene 40 centímetros de ancho, y pretenden acomodarnos en doble fila. Toca viajar a los coñazos, como un camión de cochinos, apretujados, cachete con cachete y nalga con nalga, por la medida chiquita.
Es así Mango. El servicio de transporte de los trabajadores hacia su lugar de trabajo no puede ser una mercancía, no puede estar en manos de unos prestadores del servicio que están compitiendo de manera desleal y salvaje por la ganancia, aplicando zancadillas para vender más mercancías que el otro, porque se está violentando el derecho de los trabajadores a una vida digna, tanto de los conductores y colectores, así como de los usuarios. Saludos.