21 junio 2015
Es muy fácil admirar a los gringos cuando no se
conoce cómo nos invadieron y nos colonizaron para convertirnos finalmente en
seres individualistas, aislados y consumistas a favor de sus intereses. Conozco
personas que se jactan de ser pitiyanquis, y estoy seguro que después de que
lean este artículo continuarán siendo pitiyanquis.
Hablar de la invasión de los gringos a Venezuela es
hablar de genocidio, saqueo, destrucción de la naturaleza, hambre y subnutrición,
pero también es hablar de invasión de mercancías y de televisores, es hablar de
colonización mental y dependencia, cambio de hábitos y costumbres, de moldear
gustos y deseos, a tal punto de convertir el papel toilet en un producto de
primerísima necesidad, fácilmente intercambiable por la Patria.
El pueblo
Barí en resistencia protege
la
naturaleza y nuestras vidas.
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Pocas personas conocen esto. La mayoría cree que los
gringos, ingleses y holandeses llegaron con sus barcos de manera pacífica, cargados
de cabrias o torres de perforación, a diferencia de los españoles que nos
invadieron con fusiles y cañones. Pero los Barí no olvidan el genocidio
cometido por las compañías petroleras con el apoyo de los gobiernos lacayos de
Venezuela y Colombia. Se trataba de la continuación del genocidio y despojo que
empezaron los españoles con la invasión de las carabelas capitaneadas por
Cristóbal Colón. Casualmente la subsidiaria de la Shell que trabajaba en la
zona tenía por nombre Colon Development Company.
Los Barí no olvidan las cercas electrificadas de los caminos
y campamentos petroleros donde murieron muchos de sus hermanos electrocutados.
Ellos no olvidan a los guardias armados y a los mercenarios mataindios de las
compañías. No olvidan cuando desde aviones lanzaban sal y comida envenenada
cerca de sus bohíos. Incluso dicen que para instalar la base petrolera de la Colpet, sus bohíos fueron
bombardeados. Además recuerdan que fueron víctimas de los ataques de los
colonos y de los safaris de los gringos. Era usual que hasta ejecutivos estadounidenses
de la Colpet,
armados de rifles, excursionaran a modo de safari los fines de semana y dispararan
contra los indios en los alrededores selváticos de sus campamentos. Fue una
guerra de aviones y fusiles contra flechas, es decir, un vil y cobarde
genocidio.
Los obreros también fueron víctimas de la invasión
yanqui. El dirigente sindical de la huelga petrolera de 1936, Manuel Taborda,
en una entrevista que le hizo el cineasta Jesús Enrique Guédez, habló sobre el
horror que vivieron los obreros petroleros. Cuenta Manuel Taborda que lo
primero que hacía la compañía cuando llegaban a un campo virgen era construir
las casas para los gringos y la cárcel para los obreros. La cárcel era atendida
por un policía y un comisario pagados por la compañía extranjera. Se trataba de
la policía venezolana al servicio de la compañía petrolera. Si un obrero le
faltaba el respeto a un gringo, lo metían preso en la cárcel del campamento y
lo sometían contra el suelo con un cepo en el cuello. Es decir, se entiende con
este testimonio que los gringos podían insultar y maltratar a los obreros, pero
los obreros no podían responderles.
En el documental Venezuela Petroleum Company, nos
cuenta Olga Luzardo, militante del PCV y participante de la huelga petrolera de
1936, que los jefes gringos eran sencillamente unos déspotas, no solo contra
los obreros sino contra los empleados venezolanos. Quienes luchaban por mejores
condiciones laborales los acusaban de comunistas. Muchos los metían presos y a
otros los mataban. Con este testimonio de la camarada Olga se entiende a las
claras que Pdvsa heredó el anticomunismo de estas compañías.
Lamentable historia. Sin embargo, todavía uno escucha
por ahí a algún venezolano jubilado de las petroleras sentirse orgulloso de ser
un “hombre Creole” o un “hombre Shell”. He escuchado decir, por ejemplo,
expresiones como: “Yo seguiré siendo un hombre Shell porque yo tengo eso en mi
sangre, en mi cultura, en lo que sé, en lo que aprendí”. Lo más seguro es que
estas personas no conozcan los horrores de la invasión de las compañías
petroleras. O quizá sí la conozcan, pero ya están insensibilizados por el largo
proceso de colonización.
Luego vinieron los comisariatos en los campamentos
petroleros. Ahora los obreros y empleados venezolanos consumían productos
importados, como Toddy y Corn Flakes. Los hábitos y costumbres de los gringos
eran observados por los venezolanos, y junto con el consumo de productos
importados en los comisariatos, estos campamentos funcionaron como epicentro desde
donde se irradió la cultura petrolera hacia pueblos y ciudades de Venezuela.
De hecho, después de los comisariatos, a comienzos de
la década de los años 50, el petrolero Rockefeller nos invade con los
supermercados Cada y con las tiendas por departamentos Sears. El primer centro
comercial en Caracas fue el Centro Comercial Cada, propiedad de Rockefeller, ubicado
en la urbanización Las Mercedes.
También por esos años, en 1952, nos invaden con la
televisión, y comienza la colonización mental con el mago de la cara de vidrio.
Se inaugura la
Televisora Nacional, RCTV y Televisa. Ya todo estaba listo
para empezar la carrera consumista. Si bien los cinéfilos podían disfrutar de
las propagandas de cigarrillos Pillip Morris y de whisky Old Parr que pasaban en
el cine, realmente el capitalismo de consumo en Venezuela se impone con la
llegada de la televisión en 1952.
Personajes como Víctor Saume, Renny Ottolina y Musiú
Lacavalerie harían su parte en este proceso de domesticación. De tanto repetir
las cuñas nos cambiaron los hábitos de consumo, y nos moldearon los gustos y
deseos. Incluso en sus programas, patrocinados por marcas estadounidenses, la
televisión empezaba a difundir mensajes excluyentes del tipo: “Viceroy, clase
aparte”, o “Monte Cristo, distancia y categoría”, en una clara intención de
fortalecer una clase media consumista que sirviera a sus intereses económicos y
políticos. Y les funcionó.
Publicado en Aporrea.org el 21/06/15
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