Fernando Saldivia Najul
24 marzo 2025
Me
veo motivado a escribir estas líneas por una discusión que leí entre camaradas
en la red social twitter, donde la abogada Yohana Del Valle Pineda, del PSUV,
tuvo el valor, sin complejos de clase, de revelar con detalles su origen pobre.
Término que la burguesía suele disfrazar con el eufemismo de “origen humilde”.
Yohana argumenta lo siguiente:
Yohana Del Valle Pineda @yohana_psuv
Te digo: yo vengo de un caserío, de comer pasta, y la
salsa de tomate era el onoto. Caraota y sardina. Nadie estudiaba, no había
escuelas ni liceos cerca. Vengo de cargar agua y leña en la cabeza. Comíamos
una vez al día y lo que comíamos era porque lo sembrábamos. De cuentos, sé.
3:08 p. m. · 23
mar. 2025
https://x.com/yohana_psuv/status/1903886639979458896
Es cierto
que muchos camaradas también de origen pobre no olvidan ni reniegan de sus
orígenes, pero a diferencia de Yohana, estos asumen como propia la
interesada narrativa de la derecha y la burguesía, que uno la escucha a cada rato
cada vez que se tropieza con un contrarrevolucionario o contrarrevolucionaria
de origen pobre:
“Antes de
Chávez estudiaba el que quería porque las universidades eran gratis”. “Yo me
crié en un barrio pobre y con esfuerzo y dedicación me gradué en la Universidad Central
de Venezuela”.
Creo que
esto pudiera ser la otra versión de “El pobre es pobre porque quiere”,
muy trillada entre los pocos que ascienden socialmente, y les cuesta entender
que solo representan la excepción de la regla, y que la realidad objetiva
formulada con leyes sociales no siempre coincide con sus experiencias
personales. Y quienes lleguen a gobernar con intenciones de hacer justicia,
deben necesariamente diseñar las políticas públicas con el apoyo de estas leyes
y no con experiencias personales.
Yohana, esta
polémica en la que te viste involucrada, por lo general es estéril, lo
terminan insultando a uno, ya que no es fácil conocer la realidad social
simplemente a través de la percepción. Y es precisamente esta una de las
razones por la que la burguesía fragmenta el conocimiento con especialidades.
Es decir, la clase trabajadora no puede de ninguna manera conocer la realidad
científica en su totalidad porque ellos sencillamente perderían el poder.
Y si por
casualidad llegan a entender que su realidad social en el barrio fue
relativamente mejor que el promedio, y esto permitió que su esfuerzo lo
condujera a graduarse, tampoco te lo reconocerían de manera abierta y sincera,
porque esto va en menoscabo del mérito que se ganaron por su esfuerzo en
comparación con sus vecinos que los han visto por años como unos flojos y sin
aspiraciones.
A esto le
sumas que la burguesía promociona libros de autoayuda y superación personal,
con el fin de justificar la pobreza que produce el capitalismo. Quien consume
esta bibliografía y no asciende socialmente termina creyendo que es un
fracasado, un perdedor, o que le tiene miedo al éxito, en lugar de señalar a la
clase que lo oprime, que viola sus derechos, que lo excluye, que lo margina y
que es esta clase dominante la que frustra sus deseos de merecer una vida
digna. Y aquellos que ascienden en la pirámide social, les conviene
mantener esta narrativa para elevar su autoestima.
Estas
personas nunca se han preguntado por qué antes de Chávez, en las universidades
públicas había muchos más estudiantes de piel clara que de piel oscura. Nunca
se han preguntado por qué los de piel oscura habitan mayoritariamente en
barrios pobres, marginados en condiciones precarias, y al contrario, los de
piel clara habitan en los urbanismos de apartamentos, con derecho a la ciudad.
Nunca se han
preguntado por qué en el sistema capitalista los hijos de los obreros se ven
obligados a abandonar los estudios y trabajar para ayudar a sus padres, y los
hijos y nietos de inmigrantes europeos, en su gran mayoría, no tienen que
sacrificar sus estudios.
Quien piense
que los hijos de los obreros son unos flojos y los hijos de los inmigrantes
europeos son unos echa’os pa’lante, es un vulgar racista o endorracista, y así
hay que hacérselo saber, aunque se ofendan, porque hasta ahora en el genoma
humano no se ha despejado el gen del flojo y el gen del echa’o pa’lante.
Yohana,
también es pertinente recordarles, como tú bien lo sabes, que en la IV República
solamente adquirió un título universitario el 5% de la población. Y aún no he
leído un estudio sociológico que se le ocurra concluir que el 95% de los
venezolanos son flojos o no les interesa estudiar.
La exclusión
social no es un error, es un proyecto de país que decidió marginar a los
descendientes de esclavizados, remunerados con salarios muy bajos para que sus
hijos no puedan ir a la universidad, y así tengan que reemplazar a sus padres
en los trabajos manuales más rudos cuando estos sean desechados y botados de
las fábricas. Amén de que producir la fuerza de trabajo manual es más económico
que producir la fuerza de trabajo intelectual. Los burgueses no son pendejos.
Y surge la
pregunta: ¿Si todos los empobrecidos por el capitalismo reúnen las condiciones
materiales para aprovechar las oportunidades de estudiar en universidades
gratuitas, y ascender socialmente, entonces para qué vamos a hacer una
revolución? ¿Para qué Chávez empezó a pagar la deuda social, si todos podían
ascender?
Para
terminar, camaradas, los invito a leer un artículo que escribí en Aporrea.org,
en noviembre de 2010, titulado “Por qué la burguesía no quiere que el hijo del obrero entre
en universidades como la UCV,
USB, UC, LUZ y ULA”, que habla sobre este tema. Saludos.
http://www.aporrea.org/educacion/a112586.html