Gringos en Venezuela

Fernando Saldivia Najul
21 junio 2015


Es muy fácil admirar a los gringos cuando no se conoce cómo nos invadieron y nos colonizaron para convertirnos finalmente en seres individualistas, aislados y consumistas a favor de sus intereses. Conozco personas que se jactan de ser pitiyanquis, y estoy seguro que después de que lean este artículo continuarán siendo pitiyanquis.

Hablar de la invasión de los gringos a Venezuela es hablar de genocidio, saqueo, destrucción de la naturaleza, hambre y subnutrición, pero también es hablar de invasión de mercancías y de televisores, es hablar de colonización mental y dependencia, cambio de hábitos y costumbres, de moldear gustos y deseos, a tal punto de convertir el papel toilet en un producto de primerísima necesidad, fácilmente intercambiable por la Patria.

El pueblo Barí en resistencia protege
la naturaleza y nuestras vidas.
No es poco el daño que nos hicieron. Asesinaron a muchos venezolanos. No estoy hablando del Plan Condor, estoy hablando del genocidio que cometieron las compañías petroleras contra nuestros hermanos y hermanas de la etnia Barí. La Creole de Rockefeller, conjuntamente con la anglo-holandesa Shell, la Texaco, la Colpet (Colombian Petroleum Company), y con el apoyo de los gobiernos lacayos de Venezuela y Colombia, invadieron las tierras del pueblo Barí en la frontera colombo-venezolana, al suroeste del lago de Maracaibo, y nos asesinaron para robar petróleo.

Pocas personas conocen esto. La mayoría cree que los gringos, ingleses y holandeses llegaron con sus barcos de manera pacífica, cargados de cabrias o torres de perforación, a diferencia de los españoles que nos invadieron con fusiles y cañones. Pero los Barí no olvidan el genocidio cometido por las compañías petroleras con el apoyo de los gobiernos lacayos de Venezuela y Colombia. Se trataba de la continuación del genocidio y despojo que empezaron los españoles con la invasión de las carabelas capitaneadas por Cristóbal Colón. Casualmente la subsidiaria de la Shell que trabajaba en la zona tenía por nombre Colon Development Company.

Los Barí no olvidan las cercas electrificadas de los caminos y campamentos petroleros donde murieron muchos de sus hermanos electrocutados. Ellos no olvidan a los guardias armados y a los mercenarios mataindios de las compañías. No olvidan cuando desde aviones lanzaban sal y comida envenenada cerca de sus bohíos. Incluso dicen que para instalar la base petrolera de la Colpet, sus bohíos fueron bombardeados. Además recuerdan que fueron víctimas de los ataques de los colonos y de los safaris de los gringos. Era usual que hasta ejecutivos estadounidenses de la Colpet, armados de rifles, excursionaran a modo de safari los fines de semana y dispararan contra los indios en los alrededores selváticos de sus campamentos. Fue una guerra de aviones y fusiles contra flechas, es decir, un vil y cobarde genocidio.

Los obreros también fueron víctimas de la invasión yanqui. El dirigente sindical de la huelga petrolera de 1936, Manuel Taborda, en una entrevista que le hizo el cineasta Jesús Enrique Guédez, habló sobre el horror que vivieron los obreros petroleros. Cuenta Manuel Taborda que lo primero que hacía la compañía cuando llegaban a un campo virgen era construir las casas para los gringos y la cárcel para los obreros. La cárcel era atendida por un policía y un comisario pagados por la compañía extranjera. Se trataba de la policía venezolana al servicio de la compañía petrolera. Si un obrero le faltaba el respeto a un gringo, lo metían preso en la cárcel del campamento y lo sometían contra el suelo con un cepo en el cuello. Es decir, se entiende con este testimonio que los gringos podían insultar y maltratar a los obreros, pero los obreros no podían responderles.

En el documental Venezuela Petroleum Company, nos cuenta Olga Luzardo, militante del PCV y participante de la huelga petrolera de 1936, que los jefes gringos eran sencillamente unos déspotas, no solo contra los obreros sino contra los empleados venezolanos. Quienes luchaban por mejores condiciones laborales los acusaban de comunistas. Muchos los metían presos y a otros los mataban. Con este testimonio de la camarada Olga se entiende a las claras que Pdvsa heredó el anticomunismo de estas compañías.

Lamentable historia. Sin embargo, todavía uno escucha por ahí a algún venezolano jubilado de las petroleras sentirse orgulloso de ser un “hombre Creole” o un “hombre Shell”. He escuchado decir, por ejemplo, expresiones como: “Yo seguiré siendo un hombre Shell porque yo tengo eso en mi sangre, en mi cultura, en lo que sé, en lo que aprendí”. Lo más seguro es que estas personas no conozcan los horrores de la invasión de las compañías petroleras. O quizá sí la conozcan, pero ya están insensibilizados por el largo proceso de colonización.

Luego vinieron los comisariatos en los campamentos petroleros. Ahora los obreros y empleados venezolanos consumían productos importados, como Toddy y Corn Flakes. Los hábitos y costumbres de los gringos eran observados por los venezolanos, y junto con el consumo de productos importados en los comisariatos, estos campamentos funcionaron como epicentro desde donde se irradió la cultura petrolera hacia pueblos y ciudades de Venezuela.  

De hecho, después de los comisariatos, a comienzos de la década de los años 50, el petrolero Rockefeller nos invade con los supermercados Cada y con las tiendas por departamentos Sears. El primer centro comercial en Caracas fue el Centro Comercial Cada, propiedad de Rockefeller, ubicado en la urbanización Las Mercedes.

También por esos años, en 1952, nos invaden con la televisión, y comienza la colonización mental con el mago de la cara de vidrio. Se inaugura la Televisora Nacional, RCTV y Televisa. Ya todo estaba listo para empezar la carrera consumista. Si bien los cinéfilos podían disfrutar de las propagandas de cigarrillos Pillip Morris y de whisky Old Parr que pasaban en el cine, realmente el capitalismo de consumo en Venezuela se impone con la llegada de la televisión en 1952.

Personajes como Víctor Saume, Renny Ottolina y Musiú Lacavalerie harían su parte en este proceso de domesticación. De tanto repetir las cuñas nos cambiaron los hábitos de consumo, y nos moldearon los gustos y deseos. Incluso en sus programas, patrocinados por marcas estadounidenses, la televisión empezaba a difundir mensajes excluyentes del tipo: “Viceroy, clase aparte”, o “Monte Cristo, distancia y categoría”, en una clara intención de fortalecer una clase media consumista que sirviera a sus intereses económicos y políticos. Y les funcionó.


Publicado en Aporrea.org el 21/06/15

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