24
marzo 2013
No
es muy difícil imaginarse cómo se burlaban de nuestros ancestros Negros y
Negras cuando los cazaban como fieras, los secuestraban, los desarraigaban, los
separaban de sus grupos sociales, de sus familias. Cuando a las madres les arrancaban los niños
y las niñas de sus brazos. Cuando los ataban con grillos en barcos
infernales por varios meses, y luego los sometían a esclavitud viviendo en
condiciones infrahumanas, hacinados en barracas miserables que ellos nunca
eligieron. Primero los deshumanizaron y luego los presentaron como seres
inferiores para justificar la esclavitud. De ahí en adelante a los ojos de los
blancos serían seres inferiores y sujetos de burla. Cualquier expresión de
nuestra rica y encantadora Cultura Negra sería despreciada, sería una “merienda
de negros”.
Los
españoles y la oligarquía criolla se burlaban de las reuniones y actividades de
los Negros. La despreciaban calificándola de anárquica y bulliciosa. Llámese
merienda, fiesta, baile, y cualquier otra diversión o expresión cultural
alegre.
Es
muy sencillo. El racista entiende y pregona que un grupo social o actividad que
no esté gobernada o dirigida por blancos es una “merienda de negros”. Como una despectivamente llamada “pardocracia”, por ejemplo. O también como lo manifestó un escritor de
telenovelas, Ibsen Martínez, un endorracista compulsivo, que cuando se
impresionó por el río de Pueblo que desembocaba en la Academia Militar
para jurarle lealtad al Comandante Chávez en la capilla ardiente, comparó esta
manifestación de amor, dolor y lucha del Pueblo con una “merienda de
negros”.[1]
Lo
que piensa la oligarquía de nosotros lo dijo públicamente uno de sus sirvientes
de la farándula. Desconozco si fue un encargo, o es una simple y vulgar jalada
de bolas. Lo que no me cabe la menor duda es que este experto articulista sabe
que la expresión “merienda de negros” es extremadamente racista, despectiva, y
por tanto, muy ofensiva porque atribuye a los Negros y Afrodescendientes una
condición de inferioridad.
Pero
además del desprecio al Pueblo que siente la oligarquía y sus sirvientes,
existe un miedo al levantamiento de los esclavizados y un miedo a las
revoluciones. Durante las tres últimas décadas del siglo XVIII, se hicieron
esfuerzos para evitar en lo posible reuniones entre esclavizados y entre
diferentes estratos sociales, porque en esas reuniones o actividades culturales
se conversaba nada más y nada menos que sobre “libertad”.
Similares
conversaciones se escuchaban en la cola que impresionó a los escuálidos, y que
llegaba hasta la plaza Las tres gracias. En medio del dolor por la desaparición
física del Comandante, se escuchaba en la cola a los movimientos sociales
planificar las estrategias para la próxima batalla electoral contra el
imperialismo yanqui. De hecho, de allí surgieron muchas consignas para la
campaña.
De
manera que en el fondo hay un temor al Pueblo organizado que lucha contra la
oligarquía y el imperialismo. Tanto la oligarquía como quienes ayer se hacían
pasar por izquierdistas y que hoy son agentes libres neoliberales se asustan
cuando ven multitudes de Pueblo. Por allá en 1998 cuando este mismo guionista
de telenovelas se hacía pasar por izquierdista, escribía contra sus amigos
tránsfugas y farsantes quienes temían el triunfo de Chávez y a las multitudes
que arrastraba. Esto escribía Martínez:
“… las paradojas
que este fin de siglo ofrece, una de las más llamativas es la de topar con
tantos ex masistas y antiguos miristas, y trocados en agentes libres
neoliberales, asustados por lo que tal vez sea su primera visión de populacho.
Les asustan las masas porque si hay algo que un ñángara nunca tuvo en Venezuela
fue gente común y corriente detrás suyo y por eso no sabe cómo tomarse un
inédito auge de masas; simplemente no está acostumbrado a la muchedumbre”.[2]
_________________
[1]
Ibsen Martínez, Fandango de locos. Analítica.com, 17 de marzo de 2013.
[2]
Ibsen Martínez, Tiempo de bembones. Diario El Universal, 21 de noviembre de
1998.
Publicado
en Aporrea.org el 24/03/13
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