¿Dignidad o terror cardenalicio?

Fernando Saldivia Najul
18 enero 2006


No creo que los jerarcas de la iglesia católica que conspiran contra el pueblo, solamente estaban esperando que la feligresía escuchara con atención sumisa, las palabras de terror que pronunció la “Dignidad Cardenalicia” durante la misa de la Divina Pastora.

En esto yo soy más pesimista. El terrorismo de las transnacionales tiene muchos caras, y muchos tentáculos. Pienso que son actos bien planificados para crear zozobra, pánico, provocación y alteración del orden público. Y después de algunas bajas, ahora sí, los canales de la TV transnacional le darían la vuelta al mundo: “Los Comunistas están persiguiendo a la Iglesia”... y “la Pastora está llorando”.

Pero el plan les falló. Y cuando escucharon el clamor del pueblo pidiendo misa, sencillamente lo silenciaron igual que lo hacen en cada derrota.

Ahora entiendo, después de tantos escándalos de jerarcas de la iglesia desde el golpe de Estado a esta parte, por qué ya no hay dignidades, y por qué ahora solamente hay indignos e indignados.

Claro, es la miseria humana contra la dignidad humana.

Pero, a los venezolanos ya no nos impresionan espacios solemnes, ni atuendos, ni ademanes, ni dignidades de ninguna naturaleza. Y mucho menos de quienes, en otros tiempos históricos, no las hubiesen podido defender por su descarada conducta inmoral.

Menos mal que ahora, el carácter sagrado que antiguamente se daba cuando se confería dignidad a la aristocracia, o a la alta jerarquía de la iglesia, ya no tiene ninguna validez racional ni moral en nuestra sociedad de iguales.

Ahora la dignidad no es personal, sino que pertenece a todo ser humano como tal. Su origen no es el Estado, ni las leyes, ni títulos, sino la propia naturaleza o dignidad de la persona humana. Más aun, de la dignidad humana ya no se deriva un deber, como antes, sino que de ella se deriva el derecho de cada ciudadano frente a la comunidad.

Sin embargo, como lo vimos el pasado sábado en el acto de Barquisimeto, hay quienes con prepotencia, se niegan a abandonar el carácter elitista de la dignidad.

Señores de la alta jerarquía de la iglesia católica: ¡Humildad! ¡Humildad!... La dignidad ahora es de todos. Es intocable. No la mancillen con su mala conducta.

Sigan el ejemplo del Presidente de la República, que todos los días en sus discursos enciende en los venezolanos el sentido de la dignidad humana, y promueve el debido respeto a los derechos humanos inherentes a ella.

Sigan el ejemplo del pueblo venezolano, que ya elevó la «Dignidad Popular» a un nivel superior.

Sigan el ejemplo de los pobres de espíritu, que se han desprendido de los bienes y honores mundanos.

Y nosotros, sigamos... buscando darle a la patria, caminos de dignidad.


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Publicado en Aporrea.org el 18/01/06
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