17 julio 2024
Para mi sorpresa, la pequeña puerta improvisada para ingresar a la Facultad de Ciencias desde el interior del Campus Universitario estaba cerrada. Ni modo, me tocó salir de los linderos de la CUC, caminar por la Avenida los Ilustres hasta la entrada externa, y fue cuando finalmente logré acceder y apreciar la obra recuperada de Manaure.
Ministro de la Cultura Ernesto Villegas, pero también Jacqueline, Delcy, decano Ernesto Fuenmayor, y rector Victor Rago, ¿no se supone que la Facultad de Ciencias forma parte de la Ciudad Universitaria de Caracas? ¿Por qué tiene que estar amurallada como si fuese una fortaleza feudal, un convento, o un colegio internado? Lo que falta es que suene el timbre para el inicio y final de las clases, y salir al recreo.
Compatriotas, ese muro de ladrillos luce bastante antipático, y solo su presencia inhibe entrar. Es así como se restringe el acceso de los demás miembros de la comunidad universitaria y de los visitantes de todo el mundo que se interesen por disfrutar de este patrimonio cultural de la humanidad.
Uno se encuentra visitantes perdidos al final de la calle Minerva, por el edificio de trasbordo, preguntando dónde queda la Facultad de Ciencias, porque van a reunirse con un amigo o amiga para estudiar juntos, o quieren ver un juego de béisbol o fútbol en estos espacios, por ejemplo, y tienen rato dando vueltas.
Es verdad que cuando Carlos Raúl Villanueva conceptualizó los espacios de la Escuela Técnica Industrial de Caracas, hoy Facultad de Ciencias, decidió ubicarla alejada del tráfico general del conjunto, orientada y protegida del ruido, pero nunca se imaginó que años más tarde la encerraran en sus linderos norte y este con un muro de más de tres metros de altura con alambres de púas que la separa del resto de las edificaciones de la CUC.
Quienes hicieron vida en la Ciudad Universitaria en la década de los 60, recuerdan que ese muro de ladrillos lo levantaron para restringir el paso de los estudiantes revolucionarios de la Escuela Técnica Industrial al interior del campus, y de esta manera evitar que se reunieran con el resto del estudiantado de la universidad.
La idea era fragmentar los movimientos estudiantiles que enfrentaban la represión de Pérez Jiménez, Betancourt, Leoni y Caldera. Finalmente terminaron por cerrar las aguerridas Escuelas Técnicas Industriales en toda Venezuela, y también las Residencias Estudiantiles ubicadas cerca de la Puerta Tamanaco, hoy aulas de clases, porque eran “nidos de comunistas”. Una vez más, venció la sombra, y se impuso el pensamiento único. Qué vergüenza.
Han transcurrido más de 50 años desde que se cometió este despropósito. ¿Cuántos más hacen falta? Yo creo que ya es hora de que le devolvamos a la obra de Villanueva su apariencia original. Abrir esos espacios es una deuda ineludible que tenemos no solo con el arquitecto, sino principalmente con toda la comunidad universitaria y ahora con la humanidad toda.
Siéntese y tomen decisiones, y si no se ponen de acuerdo, llamen a consulta a la comunidad universitaria. Hagan un plebiscito. ¡Liberen la Facultad de Ciencias!