02 febrero 2017
Camaradas
Nicolás y Diosdado, no solo hay personas en situación de calle y jóvenes comiendo
de la basura. Se pueden ver familias enteras con niños de todas las edades,
adolescentes embarazadas, y hasta madres que amamantan a sus bebes mientras
comen de la basura. Son las bajas lamentables de una guerra económica que no
terminamos de derrotar.
Una
guerra económica que nos agarró no muy bien preparados para enfrentarla. Además
de nuestros errores, es conocido por todos que el enemigo no solo nos dispara
desde afuera, sino que lo tenemos dentro de las instituciones y empresas del
Estado. Es una realidad que no podemos negar, y Diosdado lo sabe.
A raíz de la guerra económica durante el
paro-sabotaje-terrorista petrolero del 2002-03, cuando Lorenzo Mendoza le quitó
la Harina Pan
al pueblo, el Comandante Chávez creo la red Mercal para protegernos de futuros
ataques. De modo que sí sabíamos que el enemigo tenía poder para atacar nuestra
economía, y también sabíamos que no tenía razones para no hacerlo de nuevo,
pero esta vez de manera más despiadada.
Después
de Mercal, el Comandante creó Pdval y Abastos Bicentenarios para proteger a las
capas medias de los ataques de Lorenzo Mendoza y las trasnacionales de los
alimentos. Estas redes de distribución de alimentos para el pueblo las fueron
poco a poco destruyendo los contrarrevolucionarios camuflados con camisas rojas
desde adentro, a través de la práctica de la corrupción y el bachaqueo.
Los
primeros años de creada la red Mercal no se hacía cola para comprar, a lo sumo se
esperaba media hora, y sentado en unos banquitos bajo techo dentro del local. Eso
fue cambiando paulatinamente en la medida que la contra ganaba poder y
aumentaba sus tentáculos dentro de la red. Aparecieron las famosas listas que las
administraban personas que amanecían, muchos vinculados a los encargados de
Mercal, y anotaban a los suyos de primero para comprar. Así, los más
necesitados se vieron obligados a madrugar para adquirir los alimentos.
En
razón de lo anterior, se implementó la venta por número de cédula. Al principio
disminuyó un poco la dificultad para adquirir los alimentos de la cesta básica.
Pero el enemigo asechaba. La impunidad lo fortalecía cada vez más. Aumentó
tanto la corrupción, el bachaqueo y la impunidad en Mercal, que llegó un
momento que en algunos Mercales en Caracas, las personas más necesitadas empleaban
hasta 3 días para comprar. Es decir, una mañana y unas cuantas horas más para
anotarse en una lista a las 4:00 de la tarde, el día siguiente debía madrugar
para agarrar número, y finalmente, al tercer día, correspondiente a su número
de cédula, debía presentarse a las afueras del local y esperar su turno unas
horas más para entrar y adquirir los alimentos.
Cada
día se hacía más difícil adquirir los alimentos en la red Mercal, y también cada
día se hacía más difícil comer en las Casas de la Alimentación, ya que
estas las fueron reduciendo poco a poco. En Caracas se podía ver gente que se
trasladaba desde los Valles del Tuy a tratar de comprar en los Mercales de la
capital porque en los Mercales de sus zonas se les hacía más difícil.
Luego,
en agosto de 2015, comenzó a operar el sistema de compra por carta de
residencia que debía otorgar el Consejo Comunal. Con esta medida, si bien
benefició a unos, también es cierto que a otros no tanto. Aquellas personas que
no vivían en un sector dónde existía un Mercal o Pdmercal regularmente
abastecido, y que aún no gozaban ni gozan de los beneficios de las Bases de
Misiones y otras medidas posteriores como los CLAP’s y el subsidio directo a
través de las tarjetas de alimentación, quedaron en situación de riesgo.
Estas
venezolanas y venezolanos que podían comprar hace apenas un año y medio un
kilogramo de caraotas a un precio de 4 u 8 bolívares en Mercal, o a 15
bolívares en Pdmercal, y que aún no cuentan con las bolsas de alimentos CLAP, o
les llega pero no cada 15 días como lo exigió Nicolás a su equipo de trabajo, y
tampoco están incluidos en otros programas afines, ahora les toca comprar el
kilogramo de caraotas a 8000 bolívares en los mercados municipales, o en Excelsior
Gama, o en el ahora especulador Abasto Bicentenario. ¿Quién aguanta ese coñazo?
Nicolás,
Diosdado, prácticamente dejamos a estos compatriotas desprotegidos frente a
Lorenzo Mendoza, cabecilla en Venezuela de la guerra alimentaria, y frente a los
burócratas contrarrevolucionarios que sirven a los intereses de las grandes corporaciones.
Llama
la atención que es en esta época, a mediados de 2015, cuando se implementó el
sistema por carta de residencia, que comenzamos a presenciar en Caracas las
primeras personas con ropa limpia comiendo de la basura. Aclaro que no estoy
escribiendo los resultados de un análisis científico. No, de ninguna manera. Son
solo apreciaciones de un observador de la realidad que quizá pueda serles de
utilidad para que lo tomen en cuenta para el diseño de los programas sociales frente
a la guerra. Claro está, previo a un estudio profundo del fenómeno que estamos
viviendo. No estamos para improvisar hermanos.
Más
tarde, en mayo de 2016, cuando se crean los CLAP para combatir el bachaqueo, se
elimina definitivamente la red Mercal, ya destruida por el enemigo, y se
utilizan los locales para la distribución de las bolsas CLAP para aquellas
personas que estén organizadas en Consejo Comunal. Esta vez se vieron en
dificultades las personas que viven en los sectores populares que aún no están
organizadas en Consejo Comunal, y se acentúa así el problema de los venezolanos
que comen de la basura.
Camaradas,
no estoy seguro, pero es posible que no hayamos previsto algunas consecuencias lamentables
que traería la transición entre el sistema de distribución de alimentos de la Red Mercal y el sistema
de los Comité Local de Abastecimiento y Producción, CLAP, el cual ha sido reforzado
con otros programas de protección.
Es
verdad, estamos en una guerra, y la guerra tiene sus bajas. Pero tenemos que disponer
todo el sistema de escudos de tal manera de poder evitar que las criaturas en
vientre, los bebés, los niños y los adolescentes sean los más perjudicados. Todas
las tardes se pueden ver a madres con sus niños y niñas comiendo de la basura, y
aunque no lo crean, también madres amamantando a sus bebés, y guardando algunas
provisiones en bolsas y morrales para llevar a sus hogares, y poder desayunar y
almorzar en sus casas el día siguiente antes de salir de nuevo en búsqueda de
alimentos en las bolsas de basura. Muchos se trasladan desde los Valles del Tuy
y las Filas de Mariche todos los días.
Finalmente, Nicolás y Diosdado, los invito a leer un
artículo sobre el mismo tema que escribí hace apenas unos días para la
democrática agencia de noticias y portal de opinión Aporrea.org, bajo el título
“Jordán Rodríguez se atrevió a hablar
sobre los venezolanos que comen de la basura”. Saludos solidarios.
Publicado
en Aporrea.org el 02/02/17
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