04 octubre 2016
En el programa La Hojilla del sábado, Mario Silva nos llama a preguntarnos por qué la derecha tiene credibilidad en algunos sectores. En varios programas ha puesto como ejemplo el caso de personas damnificadas a quienes se les entregó una vivienda y luego rechazaron a otras personas damnificadas que venían a convivir en el mismo conjunto residencial. También nos recuerda que el discurso de la derecha ataca nuestras debilidades: “Ser revolucionario a 130 dólares el barril, no es lo mismo a ser revolucionario con 40 dólares el barril de petróleo”. Finalmente, coincide con Álvaro García Linera, en la necesidad de hacer una profunda revolución cultural que transforme al individuo.
Mario, los reformistas y escuálidos
son la gran mayoría en el Estado, por no decir casi todos. Entre el 80% y 90% de las maestras y maestros son
contrarrevolucionarios. Muchas racistas y endorracistas. Si uno toma el
ascensor del Ministerio del Poder Popular para la Educación y gritas “Viva
Chávez”, te caen encima, y si sales vivo corres con suerte.
Jesús Chucho García siempre insiste en
la necesidad de una pedagogía cimarrona. Recientemente escribió: “Hablamos de
una pedagogía cimarrona, no de una pedagogía en abstracto con signos aún
racistas y discriminatorios existentes tanto en las Canaimitas, Colección Bicentenaria
y textos escolares donde no se llega ni al 0,5% de contenidos afro, pese a los
artículos establecidos en la Ley
de Educación del 2009”.
La derecha ataca nuestras debilidades,
dices. Es verdad. Exacerba el racismo y el endorracismo, nos baja la
autoestima, y difunde la ideología del ascenso social, conforme a la escala de
valores burgueses, y por supuesto, con un carácter racial. Mientras ellos
hablan de estratos económicos, de movilidad social, nosotros tenemos que hablar
de clases sociales, de lucha de clases, de liberación. Pero a veces nosotros
mismos podríamos reproducir la ideología del ascenso social sin darnos cuenta Mario.
En el programa del sábado reflexionabas
lo siguiente: “¿Por qué nosotros no entendemos que en el momento que estamos
bien, no es para pisotear a los que deberíamos seguir ayudando para que suban
al nivel que yo tengo?”.
Entiendo lo que quieres expresar, te
refieres a la satisfacción de las necesidades básicas. Pero también pudiera confundirse
con la ideología del ascenso social. No podemos olvidar la guerra simbólica. Porque
si hablamos de “subir de nivel”, quienes ya tienen vivienda luego quieren
comprarse una camioneta 4x4 para subir de nivel como ya lo hicieron muchos
funcionarios públicos camisas rojas, algunos incluso que habitan en los
urbanismos de la GMVV. O
subir al nivel que tiene, como por ejemplo, el propietario de Siragón, el
burgués Passam Yusef, que recientemente entrevistó VTV, nada menos y nada más
que en el estreno del programa In Situ, montado en el asiento trasero de un
vehículo de lujo, como todo un magnate, como una persona exitosa y ejemplo a
seguir en la transición hacia el socialismo.
Nosotros desde que somos niños y niñas
estamos compitiendo para distinguirnos conforme a una escala de valores impuesta
por la clase de propietarios. La clase dominante nos baja la autoestima para
que seamos presa fácil de la ideología del ascenso social, necesaria para
borrar la lucha de clases. Mensajes ideológicos como “Tienes que estudiar para
que seas alguien en la vida”, o “Fulanito sacó mejores notas que tú, ¿no te da
pena?”, todavía los podemos escuchar de la boca de madres y padres inconcientes
del daño que le hacen a sus hijas e hijos
Las personas trabajadoras que rechazan
a otros trabajadores para ascender, aunque tengan las necesidades materiales
básicas satisfechas, lo hacen porque no se sienten bien, no son felices. Y no
son felices porque no tienen un trabajo liberador, no se sienten útiles a la
comunidad, no crean, no luchan juntos para liberarse del dominador, sino que
luchan entre miembros de su misma clase para ascender materialmente y consumir
para aumentar un poco la falsa autoestima pareciéndose, aunque sea en algo, al
dominador que les bajó la autoestima.
Sufren de vergüenza de clase, de
vergüenza étnica, de endorracismo. Estas personas que tienen la autoestima baja
creen en la derecha porque la derecha es garantía de la exclusión de la mayoría
para que una pequeña minoría ascienda materialmente por encima de lo básico. Y es
desde aquí dónde se alimenta la ilusión de ser parte de esa pequeña minoría que
va a aumentar su capacidad de consumo y estatus con un gobierno de derecha. Después
viene el lloriqueo.
Ya el gobierno de izquierda les
garantizó sus derechos humanos, pero ahora con el barril de petróleo a 40
dólares, la guerra de las colas impuesta por los empresarios y la derecha para
tumbar al gobierno de izquierda, y el afán del gobierno para darle continuidad
a la inversión social, los que Mario llama revolucionarios a 130 dólares el
barril no solo perdieron capacidad para adquirir los productos básicos en el
mercado, sino que se les hace cuesta arriba “ascender”. Ahora le toca al
gobierno de derecha parar la guerra de las colas, quitarnos el castigo, y garantizarles
un estatus para no ser más del montón, para distinguirse de sus hermanos de
clase, y eso se logra con la exclusión, frenando la inversión social.
Mario, lo primero que hace una familia
que se muda para un edificio de la
GMVV, es montar una antena de DirecTV. Muy triste. Cuánto
duele ver a una niña negra, afrodescendiente, indígena o mestiza abrazando a una
muñeca Barbie de piel blanca, cabello amarillo y ojos azules que le compró su
mamá. Cuánto duele ver a una niña de piel oscura luciendo una franela con la
estampa de la actriz Martina Stoessel, la protagonista “exitosa” de piel blanca
de la serie racista de Disney Channel, Violetta, que trasmite la Televisora Social
TVES. Lo que Alba TV logra en un día, lo destruye TVES al día siguiente.
Saludos solidarios.
Publicado
en Aporrea.org el 04/10/16
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