30 diciembre 2014
Camarada
Valderrama, hoy escribiste que después que crucificaron al Comandante Chávez, la
gloriosa PDVSA quedó convertida en la misma meritocracia que derrotó el pueblo
junto con el Comandante.[1] Lo siento hermano, pero no puedo acompañarte en
este análisis.
La
meritocracia parcialmente derrotada en PDVSA en el 2002, comenzó a recuperarse
durante la gestión del camarada Alí Rodríguez Araque. Fue con Rodríguez que la
alta gerencia y los cuadros gerenciales medios opositores y chavistas de la
boca para afuera, comenzaron a despedir a los profesionales revolucionarios que
colaboraron con la clase obrera a rescatar la industria petrolera durante el
sabotaje del 2002. Esta realidad que ponía en peligro la correlación de fuerzas
a nuestro favor, siguió su curso durante la gestión del camarada Rafael
Ramírez, con un saldo al día de hoy muy lamentable para la soberanía de la
industria y la Patria
antiimperialista.
No
puedo asegurar que esto haya sido una política de los camaradas Rodríguez y
Ramírez, porque ambos han demostrado lealtad al Comandante Chávez, y han sido
muy útiles para la revolución. Pero es un hecho público y notorio que PDVSA
está infestada de jefes contrarrevolucionarios que maltratan a los chavistas. Y
esto no empezó con la administración de Eulogio Del Pino durante el ejercicio
del Comandante Obrero Nicolás Maduro, esto comenzó a hacerse evidente en el 2004
durante el liderazgo del mismo Comandante Chávez.
Toby,
las empresas e instituciones del Estado en general no escapan a esta realidad,
y sabemos que es de vieja data. Estamos infiltrados de contrarrevolucionarios
por todos los costados y rincones, y muchos van para las marchas rojas con su camisa
roja y sus lentes oscuros, y se cagan de la risa de nosotros. De modo que los
revolucionarios en el Estado son una minoría que es frecuentemente aplastada
por el clientelismo, el cabildeo, las parcelas burocráticas, y otras formas de
favoritismo político y contrarrevolucionario.
Los
revolucionarios son una minoría en el mismo alto mando político y militar. Los
reformistas prefieren mil veces trabajar al lado de un pitiyanqui que de un
revolucionario. Los reformistas no establecen alianzas con los revolucionarios
para enfrentar a las mafias internas de opositores. Tú lo explicaste muy bien
en un artículo que escribiste la semana pasada: Las dos posturas se enfrentan
dentro de la
Revolución. La capitalista es fuerte, tiene el poder y usa la
confusión de la disciplina que castra la lucha interna, se viste de chavista y
actúa como la cuarta, como capitalistas. [2]
Con
el cuento de la disciplina, se coarta la libertad de opinión. La lucha de
clases dentro del Estado se criminaliza desde el mismo alto mando político y
militar. Solo los más aguerridos confrontan las ideas y las políticas, pero de
manera solitaria, quijotesca, y duran muy poco en el cargo porque son
despedidos. Son muy pocos los empleados públicos que se atreven a expresar una
autocrítica solidaria dentro del Estado, o a través de algún medio o redes
sociales, por miedo a perder el cargo. Y si en el cargo se disfrutan
privilegios, el temor aumenta.
Camarada,
esa es la realidad que estamos viviendo. Tenemos que reconocer que quienes
queremos transformar la sociedad desde la raíz, fallamos en la difusión de la teoría
e ideología revolucionaria, fallamos en la fundación de centros de altos
estudios, y fallamos en la construcción de espacios de debate necesarios para darle
continuidad acertada al movimiento dialéctico teórico-práctico. Creo que en la
medida que el revolucionario tiene o tuvo más poder también tiene mayor responsabilidad
en esto.
Ahora
estamos compitiendo con la televisión imperialista por suscripción que llega al
75% de los hogares venezolanos, y además estamos compitiendo con la nueva Tves
que promociona una mujer y un hombre nuevo exitosos. Casi todos quienes votan
por Chávez y Maduro quieren ascender individualmente para ser alguien en la
vida. Esto suena a libros de superación personal con los cuales también estamos
compitiendo. Es triste. Saludos.
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