Fernando Saldivia Najul
11 junio 2009
Marx decía que el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, de la cabeza a los pies. [1]
Pero no hay que tener el genio de Marx para descubrir esta verdad del tamaño de un portaviones. Basta con ver las imágenes de Telesur donde muestran a policías disparándoles a nuestros hermanos indígenas para abrirle paso a las transnacionales. Son fusiles contra lanzas de madera. ¡Que coño ‘e madrada! Alan García dio la orden a los policías para que asesinaran a sus propios hermanos. Y él, frente a las cámaras, declarando envalentonado, claro, pero bien resguardado por los anillos de seguridad.
Camaradas, el neoliberalismo no ha muerto. Aún hay lacayos serviles que firman tratados de “libre comercio” con Estados Unidos (TLC’s). No cesan en sus pretensiones de saquear los recursos naturales de la amazonía y destruir los “medios de producción de vida” propios de las comunidades indígenas. Ayer los feudos, hoy los latifundios y las transnacionales. Es el problema del indio del que hablaba Mariátegui.
En una conferencia de prensa realizada el 15 de mayo, los indígenas de los pueblos amazónicos se preguntaban: “¿De qué nos sirven los teléfonos celulares, la televisión por cable, la electricidad, las carreteras, un trabajo en una transnacional, etc., si la explotación de los recursos naturales, el petróleo, la madera, el oro destruye el medio en el que vivimos, nos quitan nuestra dignidad, nuestras tierras, desintegran nuestras familias? No estamos en contra del desarrollo estamos en contra de ese tipo de desarrollo.”[2]
Ahora me pregunto, ¿Quién puede dudar que nuestros hermanos indígenas están luchando por la humanidad? ¿Quién puede dudar que luchan por la vida de nuestras nietas y nietos? Lo anterior es un sencillo y sabio análisis de costo-beneficio pero con su debido impacto ambiental y social, que casi nunca hacen las transnacionales, y cuando lo hacen, lo falsean, y si el pueblo los descubre, la mano invisible del mercado se convierte en el puño invisible del mercado. Pero es un puño invisible que lo siente el indígena en cuerpo y alma, y que la sangre que derrama se hace visible y chorrea por la pantalla de nuestros televisores.
El capital sigue manchándose de sangre. Marx lo sabe, pero también lo saben los capitalistas y sus lacayos. En una oportunidad, Thomas L. Friedman, ex consejero especial de Madeleine Albright lo dijo: “La mano invisible del mercado nunca funcionará sin un puño invisible. McDonald's no puede prosperar sin McDonnell Douglas, el constructor de los aviones F-15. Y el puño invisible que mantiene un mundo seguro para las tecnologías de Silicon Valley, no es otro que el ejército, la fuerza aérea, la marina y el cuerpo de marines de Estados Unidos”.[3]
Pero el lacayo de Alan García no quiere que se molesten sus amos: “No se preocupen —diría—, que yo les hago el trabajo sucio”.
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[1] Karl Marx, El Capital, tomo I. Fondo de Cultura Económica, pág. 646.
[2]http://www.prensaindigena.org.mx/nuevositio/2009/05/20/peru-fuego-celeste/
[3]http://query.nytimes.com/gst/fullpage.html?res=9F07E7DE1E31F93BA15750C0A96F958260&sec=&spon=&pagewanted=all
Publicado en Aporrea.org el 11/06/09
http://www.aporrea.org/internacionales/a79743.html
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http://www.fernandosaldivia.blogspot.com
11 junio 2009
La Masacre
de Bagua en Perú, ejecutada por la mano invisible del mercado, o el puño invisible del mercado, o el puño visible del Estado. |
Marx decía que el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, de la cabeza a los pies. [1]
Pero no hay que tener el genio de Marx para descubrir esta verdad del tamaño de un portaviones. Basta con ver las imágenes de Telesur donde muestran a policías disparándoles a nuestros hermanos indígenas para abrirle paso a las transnacionales. Son fusiles contra lanzas de madera. ¡Que coño ‘e madrada! Alan García dio la orden a los policías para que asesinaran a sus propios hermanos. Y él, frente a las cámaras, declarando envalentonado, claro, pero bien resguardado por los anillos de seguridad.
Camaradas, el neoliberalismo no ha muerto. Aún hay lacayos serviles que firman tratados de “libre comercio” con Estados Unidos (TLC’s). No cesan en sus pretensiones de saquear los recursos naturales de la amazonía y destruir los “medios de producción de vida” propios de las comunidades indígenas. Ayer los feudos, hoy los latifundios y las transnacionales. Es el problema del indio del que hablaba Mariátegui.
En una conferencia de prensa realizada el 15 de mayo, los indígenas de los pueblos amazónicos se preguntaban: “¿De qué nos sirven los teléfonos celulares, la televisión por cable, la electricidad, las carreteras, un trabajo en una transnacional, etc., si la explotación de los recursos naturales, el petróleo, la madera, el oro destruye el medio en el que vivimos, nos quitan nuestra dignidad, nuestras tierras, desintegran nuestras familias? No estamos en contra del desarrollo estamos en contra de ese tipo de desarrollo.”[2]
Ahora me pregunto, ¿Quién puede dudar que nuestros hermanos indígenas están luchando por la humanidad? ¿Quién puede dudar que luchan por la vida de nuestras nietas y nietos? Lo anterior es un sencillo y sabio análisis de costo-beneficio pero con su debido impacto ambiental y social, que casi nunca hacen las transnacionales, y cuando lo hacen, lo falsean, y si el pueblo los descubre, la mano invisible del mercado se convierte en el puño invisible del mercado. Pero es un puño invisible que lo siente el indígena en cuerpo y alma, y que la sangre que derrama se hace visible y chorrea por la pantalla de nuestros televisores.
El capital sigue manchándose de sangre. Marx lo sabe, pero también lo saben los capitalistas y sus lacayos. En una oportunidad, Thomas L. Friedman, ex consejero especial de Madeleine Albright lo dijo: “La mano invisible del mercado nunca funcionará sin un puño invisible. McDonald's no puede prosperar sin McDonnell Douglas, el constructor de los aviones F-15. Y el puño invisible que mantiene un mundo seguro para las tecnologías de Silicon Valley, no es otro que el ejército, la fuerza aérea, la marina y el cuerpo de marines de Estados Unidos”.[3]
Pero el lacayo de Alan García no quiere que se molesten sus amos: “No se preocupen —diría—, que yo les hago el trabajo sucio”.
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[1] Karl Marx, El Capital, tomo I. Fondo de Cultura Económica, pág. 646.
[2]http://www.prensaindigena.org.mx/nuevositio/2009/05/20/peru-fuego-celeste/
[3]http://query.nytimes.com/gst/fullpage.html?res=9F07E7DE1E31F93BA15750C0A96F958260&sec=&spon=&pagewanted=all
Publicado en Aporrea.org el 11/06/09
http://www.aporrea.org/internacionales/a79743.html
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