La gente decente

Fernando Saldivia Najul 
21 marzo 2012

La noche anterior al golpe mediático de abril de 2002 un diputado de Primero Justicia se subió a una tarima frente al edificio de PDVSA y en su discurso afirmó: “El juego está trancado. Hay solo dos vías: la de la arbitrariedad y la violencia que genera este gobierno, y la de reconstrucción de la República con gente decente, gente que está pariendo hoy aquí en PDVSA”. [1] 

Con este discurso podemos ver que antes del golpe de Estado ya la clase política de la burguesía hablaba de la “gente decente”. En esa oportunidad, cuando el diputado hablaba de gente decente desde la tarima lo hacía en alusión a los antichavistas que estaban allí esa noche. 

Recientemente, el 23 de junio de 2010 una miembra de la directiva de Globovisión, María Fernanda Flores, expresó lo siguiente: “…no somos la noticia, somos el canal para que la gente decente que cree en la democracia y en las libertades se manifieste”. [2] 

Se está hablando entonces de gente decente y de gente indecente. Pero ¿qué nos quieren decir con eso de gente decente, si hasta hace poco tiempo las bailarinas, las actrices y los actores no eran vistos como gente decente? 

Veamos que nos dice una representante de la burguesía, la diputada María Corina Machado, cuando el 13 de enero de este año, en la Asamblea Nacional, se refirió a la “Venezuela decente”. Esto dijo: “…la Venezuela decente, que no quiere definitivamente verse arrastrada al comunismo”. Con esta intervención, desde su clase social, la clase burguesa, la diputada nos explica qué intereses tiene la gente decente. 

Pues bien, debido a que esta gente ha venido dividiendo a los venezolanos entre decentes e indecentes, no podemos dejar a un lado el Manual de Carreño, donde se habla de la decencia de mediados del siglo XIX, y cuya idea y experiencias sobre qué es eso de “gente decente” se han transmitido de generación en generación en las familias más conservadoras. 

Es bueno recordar que el Manual de urbanidad y buenas costumbres de Carreño formó parte de la ideología de las clases dominantes de Venezuela quienes aspiraban a convertirse en ciudadanos modernos a mediados del siglo XIX. Tenían que parecerse a los europeos. Este manual fue muy útil en la domesticación de los trabajadores de las capas medias para emplearlos al servicio de los intereses de la burguesía. Se requería domesticar la “barbarie” del campo para dar paso a la “civilización” que exigía la vida urbana. Es decir, se requería formar ciudadanos útiles y dóciles al liberalismo económico, y prestos a colaborar en la reorganización del nuevo orden jerárquico de la sociedad. Orden necesario para continuar la explotación y la exclusión de los de siempre. 

En este manual se habla de gente decente y de gente vulgar, se habla de personas superiores y de personas inferiores. Podemos leer pequeños detalles ideológicos como estos: 

“La urbanidad estima en mucho las categorías establecidas por la naturaleza, la sociedad y el mismo Dios: así es que obliga a dar preferencia a unas personas sobre otras, según (…) el rango que ocupan, la autoridad que ejercen y el carácter de que están investidas”. 

“Cuando una persona ha de pasar por delante de otra, el inferior cederá siempre el paso al superior…”. 

Para entonces, al igual que ahora, en la cima de la pirámide estaban quienes imponen la ideología y las normas, es decir, los propietarios de los medios de producción, que por supuesto son los de piel blanca, la gente más “decente”, y quienes les interesaba que se difundiera este manual. En la base de la pirámide está la población racialmente más cercana al indígena y al africano en sus fenotipos originales. Es decir, la gente más “vulgar”, los excluidos de siempre. No es casualidad que la pirámide social coincida con la pirámide racial. Es una ideología que se puso en práctica desde la colonia y que la burguesía pretende profundizar si vuelve a controlar directamente el aparato del Estado. Siempre se les ve el bojote. 

Basta ver las últimas caricaturas racistas publicadas en los periódicos burgueses y periódicos liberales para percibir la propaganda de guerra. Una de las que ha causado mayor indignación fue la caricatura del periódico Tal Cual, del 16 de marzo, donde Roberto Weil, colaborador de este periódico, relaciona la afrodescendencia con las aguas negras (aguas servidas), agua sucia y contaminada. [3] En mi artículo anterior titulado “El racismo más asqueroso: El Nacional, El Universal y Globovisión” me referí a una caricatura de El Nacional y otra de El Universal. [4] 

Esta propaganda de guerra no es nueva. En otras oportunidades Luis Britto García lo ha alertado de esta manera: «La propaganda opositora sistemáticamente ha tratado el juego político contemporáneo como el preámbulo de una "guerra civil" donde "la gente decente" o los blancos se enfrentarían a los "monos", "macacos", "animales", "tierrúos", "negros" e "indios" de la "chusma"». [5]
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[1] “Las tropelías de la turba: reflexiones sobre la construcción mediática de las masas”, Luis Duno Gottberg. Trabajo publicado en Nación y literatura: intinerarios de la palabra escrita en la cultura venezolana. Libro coordinado por Carlos Pacheco, Luis Barrera Linares y Beatriz González Stephan. Editorial Equinoccio, Universidad Simón Bolívar, Caracas, 2006, pág. 859. 



Publicado en Aporrea.org el 16/03/12 

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El racismo más asqueroso: El Nacional, El Universal y Globovisión

Fernando Saldivia Najul
15 marzo 2012


Anoche el conductor del programa La Hojilla, Mario Silva, mostró las caricaturas de los diarios El Nacional y El Universal del día de ayer 14 de marzo de 2012, las cuales no dudó en calificarlas como “el racismo más asqueroso”. Racismo que nace como un invento ideológico para justificar la dominación y explotación de un grupo social por otro.

Pedro León Zapata, colaborador del periódico burgués El Nacional, muestra a un mono con charreteras en alusión al Comandante Chávez, y por supuesto, a los descendientes más directos de africanos e indígenas que lo siguen, y que han sido los más explotados y excluidos por la burguesía y su clase política. El mono en cuestión con el brazo alzado manifiesta: “Es una orden: de ahora en adelante, el país se llamará República Bolivariana de Guarapiche”. [1] Con esta publicación el caricaturista se suma al terrorismo mediático con el tema de la contaminación por derrame de petróleo en el río Guarapiche, su saneamiento, y la reapertura de la planta potabilizadora del Bajo Guarapiche que suministra agua a la ciudad de Maturín.

Rayma Suprani, colaboradora del periódico burgués El Universal, muestra a un venezolano de la clase trabajadora echado como un perro, dentro de una casa de perro con paredes rojas, y con un plato para perros de color rojo y vacío de comida. Toda una manifestación descarada de desprecio hacia los trabajadores que han construido con sus manos todas las mansiones, quintas y edificios de apartamentos que existen en Venezuela. Y de manera burlesca la caricaturista pregunta en la leyenda: “¿Misión Vivienda?”, mostrando un claro malestar de la derecha por los logros de la Misión. [2]

De esta manera los periódicos de la burguesía retoman la estrategia mediática que se aplicó antes, durante y después del golpe mediático de abril de 2002, que consistió en avivar el racismo oculto de un amplio sector de las capas medias, escuderos de la burguesía, para que marcharan hacia Miraflores a enfrentarse a lo que ellos llaman la “turba”. Esta estrategia de la prensa burguesa mantendría la base social de la burguesía hasta las elecciones presidenciales del 7 de octubre de 2012, ya que es precisamente este sector de las capas consumistas quienes leen estos periódicos. Pero resulta que para ganarle al Comandante necesitan conquistar a una gran parte de la “turba”. Es por ello que Capriles Radonsky, el candidato de la burguesía, debe mantener el falso discurso de unión fraternal entre la clase trabajadora y la burguesía, así como también la unión fraternal entre el Pueblo más oprimido y la llamada clase media que marchó hacia Miraflores para defender a la burguesía. Es decir, según este discurso, la “sociedad civil” y la “turba” unida en matrimonio borrarían para siempre el racismo en Venezuela. Un discurso cuya falacia la conocen muy bien Pedro León Zapata y Rayma Suprani.

La falacia del discurso de unión fraternal también la conoce el propietario y presidente del periódico El Nacional, Miguel Enrique Otero, quién en respuesta a una marcha de apoyo al Comandante Chávez, escribió:

“…la respuesta que el Presidente y su entorno le han dado a las preocupaciones de la sociedad venezolana sobre la grave crisis que vivimos […] consistió en volver a traer del interior del país al mismo lumpen de siempre, convertidos en sempiternos pasajeros de autobuses, con un bollo de pan y una carterita de ron, para que vengan a dar vivas al gran embaucador de la comarca”. (Editorial de El Nacional, “La Respuesta del Gobierno”, 14 de octubre de 2002).

Y Globovisión no es menos racista, por lo que también sabe que no hay unión fraternal posible. Basta recordar los comentarios racistas del para entonces empleado de confianza Orlando Urdaneta, el 19 de diciembre de 2002 en el programa Titulares de Mañana:

“Aristóbulo, por ejemplo, ¿ustedes recuerdan cuando trabajaba aquí? ¿Él no se veía mejor? Ahora se le ha pronunciado esto de aquí [señala la boca]. Parece víctima de una prognosis goriloide. Ahora que digo goriloide, ¿no han analizado los gestos del que te conté? Tiene una influencia cromañónica, neardentaloide, «monástica» pues, casi a nivel de banana. Si no me lo creen, traten de ver la señal de Vale TV, que a cada rato pasan interesantísimos documentales sobre esas joyas de la fauna”. [3]


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[1] http://www.el-nacional.com/producto/3/zapatazo/2012/03/14/
[2] http://www.eluniversal.com/opinion/rayma/#Interactiva
[3] “Las tropelías de la turba: reflexiones sobre la construcción mediática de las masas”, Luis Duno Gottberg. Trabajo publicado en Nación y literatura: intinerarios de la palabra escrita en la cultura venezolana. Libro coordinado por Carlos Pacheco, Luis Barrera Linares y Beatriz González Stephan. Editorial Equinoccio, Universidad Simón Bolívar, Caracas, 2006, pág. 864.

Publicado en Aporrea.org el 16/03/12
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