Yo no defiendo a La Hojilla, La Hojilla nos defiende a nosotros

Fernando Saldivia Najul
21 septiembre 2009



He visto con preocupación las críticas y los ataques contra el programa de televisión La Hojilla, y en especial a su conductor Mario Silva. Esto no es nuevo, lo he visto en otras oportunidades por Aporrea. Percibo en la opinión algunas críticas que sobresalen. Me refiero a la confrontación, a la grosería, a la descalificación, a los trabajos de inteligencia, y a la falta de atención para reportar los problemas sociales específicos por parte de La Hojilla.

Camaradas, no es muy difícil defender a La Hojilla, lo difícil es que un programa de televisión nos defienda a nosotros, y ese es precisamente el caso de La Hojilla.

Nos dicen que La Hojilla es chabacana y grosera. Estos calificativos son solo códigos de dominación burguesa. No caigamos en la trampa. La Hojilla es un programa que enfrenta al enemigo de clase, con el lenguaje de nuestra clase, la clase trabajadora, y no con el lenguaje burgués. Recordemos a Alí Primera cuando cantaba que “no hay peor grosería que esta misma sociedad”. Camaradas, ¿Qué importancia tiene llamar basura a un enemigo de clase cuando han asesinado a 219 campesinos? ¡Por favor! Además, las “groserías” que decimos nosotros no son muy distintas a la que emplean los burgueses. Lo que ocurre es que el burgués no las dice en público porque necesita distanciarse de la clase trabajadora como parte de los mecanismos de dominación. Sin embargo, cuando llega a su casa sí las dicen delante de sus hijas y esposas.

Nos dicen que La Hojilla realiza trabajos de inteligencia y de contrainteligencia para evitar la desestabilización del orden democrático. ¡Por supuesto!. Estamos en una guerra de contrainsurgencia, asimétrica, donde el factor político es lo principal. Es un tipo de guerra donde más o menos el 80% de la lucha es política y el 20% es militar o cívico militar. Esto lo entiende el Ejército y la Marina de Estados Unidos, y lo señalan en el Manual de Contrainsurgencia FM 3-24/MCWP 3-33.5.

Nos dicen que La Hojilla no le dedica tiempo a reportajes sociales. Pero bueno camaradas, La Hojilla es solo una trinchera, no dos ni tres trincheras. La revolución mundial tiene muchas trincheras y muchos combatientes. Ahí están las guerrilleras y guerrilleros, las luchadoras y luchadores sociales, los militantes de partidos socialistas, los servidores públicos honestos, y muchas otras trincheras. Todas son trincheras necesarias, y son asumidas por cada quien según su motivación, pasión, virtudes y cualidades que se requieran para cada misión. Arriesgar la vida no es cualquier cosa. Los revolucionarios no asumen posiciones claves para que alimenten su vanidad, no, están allí porque los necesitamos allí.

El otro día le comentaba a mi hermano que menos mal que Mario Silva no fue a la academia para estudiar periodismo. Creo que la domesticación y las poses burguesas no le hubieran permitido comunicarse con la clase trabajadora obrera y profesional al mismo tiempo. La Hojilla informa, educa, denuncia, entretiene, le mina la moral al enemigo y se la levanta a los revolucionarios.

La Hojilla enseña a leer y a decodificar los mensajes mediáticos —políticos y publicitarios— que van dirigidos a las personas que tienen poco tiempo para investigar. Son mensajes que son dirigidos a las personas que tienen muchos preconceptos y distorsiones cognitivas, y las sobrecargan con información descontextualizada, con mentiras, medias verdades, música fantasmagórica, y mensajes subliminales. Toda una sobrecarga de estímulos y desinformación que los mantiene, según los especialistas, en un estrés perceptivo y un estrés percibido, que de manera sostenida puede incluso ocasionar alteraciones en el cerebro, y creo que ya los ha ocasionado. De hecho, hay personas que tienen deseos de asesinar a revolucionarios.

A esto le sumamos el estrés comercial del acoso publicitario. Los escuálidos viven entre el deseo de consumir y el miedo a que les quiten su posibilidad de consumir. El consumismo es una droga, incluso consumir información negativa es una droga. De modo que están atrapados entre dos drogas. Y si le quitamos la droga de golpe les viene el síndrome de abstinencia. Todo este cuadro deprimente lo produce la televisión enemiga. De modo que La Hojilla tiene trabajo para rato largo.

Por otro lado, camaradas, creo que algunas personas temen al liderazgo de Mario Silva. Puede que haya despertado alguna envidia. Eso es normal en las revoluciones. Si no tuviéramos miserias humanas, esto no se llamaría revolución, tendría otro nombre. Todavía vivimos esclavos de la competencia, el orgullo y la vanidad como herencia de la vieja sociedad capitalista que no ha muerto. También creo que es una piedra en el zapato para los reformistas que no quieren la confrontación, y para los corruptos que no quieren dejar de robar.

Camaradas, La Hojilla es una trinchera imprescindible hasta que desaparezca el último canal burgués en Venezuela, o al menos hasta que no se regulen los órganos de alienación masiva como los llama el camarada Mario Silva.


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Publicado en Aporrea.org el 21/09/09
http://www.aporrea.org/medios/a86979.html

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Para proteger los intereses petroleros de Estados Unidos en Venezuela es necesario intervenir militarmente a Colombia

Fernando Saldivia Najul
06 septiembre 2009



Fue el senador Paul Coverdell quién escribió un artículo en The Washington Post el 10 de abril de 2000, titulado “Empezar por Colombia”, donde comparó de manera siniestra el escenario petrolero de América Latina con el del Medio Oriente.[1]

Coverdell nos recordó que Estados Unidos defendió sus intereses petroleros en la Guerra del Golfo Pérsico. Para este senador, ya fallecido por cierto, hay un paralelismo indiscutible entre la Guerra del golfo y la crisis colombiana. Con sus propias palabras señaló: “La desestabilización de Colombia afecta directamente a la frontera con Venezuela, ahora considerada generalmente como nuestro principal proveedor de petróleo. De hecho —dice—, el escenario petrolero en América Latina es sorprendentemente similar al del Medio Oriente, con la excepción de que Colombia nos suministra hoy más petróleo que Kuwait para ese entonces. Esta crisis, como la de Kuwait, amenaza con extenderse a muchas naciones, todas las cuales son aliadas”.[1]

En otras palabras, nos quiere decir el Senador Paul Coverdell que para proteger los intereses petroleros de Estados Unidos en Venezuela es necesario intervenir militarmente a Colombia.

Sus palabras son muy elocuentes. Los gringos vienen a Suramérica por petróleo. Sabemos que Coverdell, el entonces presidente de la Subcomisión de Relaciones Exteriores del Senado sobre Asuntos del Hemisferio Occidental, era enemigo de las políticas de nuestro Presidente Hugo Chávez. En el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales dijo que Chávez es “un líder elegido libremente pero que aplasta la democracia progresivamente en Venezuela”. Y dijo que es necesario para Estados Unidos “ir más a fondo ahora y lidiar con los golpes en cámara lenta”, reivindicando de esta manera, el derecho de Estados Unidos a intervenir unilateralmente en América Latina cuando le parezca.[2]

Sabemos que Coverdell veía a Chávez como un populista de izquierda y una amenaza para la seguridad de Estados Unidos. Pero esta idea no es de la propia inspiración de Coverdell. Coverdell no hacía otra cosa que seguir la política imperialista de Estados Unidos. De hecho, esto quedó demostrado con la intervención de Estados Unidos en el golpe de Estado contra el Presidente Chávez el 11 de abril de 2002 y el sabotaje petrolero de 2002-2003.

De tal manera que el imperialismo yanqui no solo tiene en mente convertir a Colombia en un Israel suramericano y palestinizar a los pueblos rebeldes bolivarianos, sino que ya empezó por el pueblo oprimido de Colombia. De hecho, el Plan Colombia ya ha desplazado a millones de hermanas y hermanos de sus tierras para darle paso a las corporaciones. Con nosotros viven más de cuatro millones de colombianos, la gran mayoría desplazados por la dictadura y el hambre en Colombia.

Por otro lado, el asesor de Bush padre, Brent Scowcroft, y el ex gobernador de Florida y ex senador Bob Graham, en un artículo titulado “Rápida ayuda a Colombia, por nuestro bien”, dejaron bien claro que los intereses de Estados Unidos en la región andina se extienden más allá de la ayuda para combatir el narcotráfico. Señalaron que la lucha entre los insurgentes y el gobierno colombiano ha sangrado en naciones vecinas, y les preocupa en particular Venezuela porque es su mayor proveedor de petróleo.[3]

Por supuesto que no les interesa combatir el narcotráfico. La droga es un excelente instrumento de control social, es una excusa para intervenir países, y además es un buen negocio corporativo. Tan buen negocio que hasta la esposa de un coronel del ejército de Estados Unidos, coronel que dirigió las operaciones antidrogas del gobierno de Colombia, pasaba de contrabando heroína por la valija diplomática desde la embajada de Estados Unidos en Bogotá hasta Nueva York.[4]

Es lamentable camaradas, pero con la excusa de la violencia del narcotráfico el narcogobierno de Uribe se victimiza para ocultar el terrorismo de Estado.


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[1] Paul Coverdell, “Starting with Colombia”. The Washington Post, April 10, 2000.
http://www.encyclopedia.com/doc/1P2-514935.html
[2] http://www.analitica.com/va/internacionales/noticias/4703046.asp
[3] http://articles.latimes.com/2000/apr/26/local/me-23721
[4] http://www.nytimes.com/2000/07/14/nyregion/army-colonel-sentenced-5-months-for-failing-report-wife-s-heroin-smuggling.html


Publicado en Aporrea.org el 06/09/09
http://www.aporrea.org/tiburon/a86071.html

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