Merienda de negros

Fernando Saldivia Najul
24 marzo 2013


No es muy difícil imaginarse cómo se burlaban de nuestros ancestros Negros y Negras cuando los cazaban como fieras, los secuestraban, los desarraigaban, los separaban de sus grupos sociales, de sus familias. Cuando a las madres les arrancaban los niños y las niñas de sus brazos. Cuando los ataban con grillos en barcos infernales por varios meses, y luego los sometían a esclavitud viviendo en condiciones infrahumanas, hacinados en barracas miserables que ellos nunca eligieron. Primero los deshumanizaron y luego los presentaron como seres inferiores para justificar la esclavitud. De ahí en adelante a los ojos de los blancos serían seres inferiores y sujetos de burla. Cualquier expresión de nuestra rica y encantadora Cultura Negra sería despreciada, sería una “merienda de negros”.

Los españoles y la oligarquía criolla se burlaban de las reuniones y actividades de los Negros. La despreciaban calificándola de anárquica y bulliciosa. Llámese merienda, fiesta, baile, y cualquier otra diversión o expresión cultural alegre.

Es muy sencillo. El racista entiende y pregona que un grupo social o actividad que no esté gobernada o dirigida por blancos es una “merienda de negros”. Como una despectivamente llamada “pardocracia”, por ejemplo. O también como lo manifestó un escritor de telenovelas, Ibsen Martínez, un endorracista compulsivo, que cuando se impresionó por el río de Pueblo que desembocaba en la Academia Militar para jurarle lealtad al Comandante Chávez en la capilla ardiente, comparó esta manifestación de amor, dolor y lucha del Pueblo con una “merienda de negros”.[1]

Lo que piensa la oligarquía de nosotros lo dijo públicamente uno de sus sirvientes de la farándula. Desconozco si fue un encargo, o es una simple y vulgar jalada de bolas. Lo que no me cabe la menor duda es que este experto articulista sabe que la expresión “merienda de negros” es extremadamente racista, despectiva, y por tanto, muy ofensiva porque atribuye a los Negros y Afrodescendientes una condición de inferioridad.

Pero además del desprecio al Pueblo que siente la oligarquía y sus sirvientes, existe un miedo al levantamiento de los esclavizados y un miedo a las revoluciones. Durante las tres últimas décadas del siglo XVIII, se hicieron esfuerzos para evitar en lo posible reuniones entre esclavizados y entre diferentes estratos sociales, porque en esas reuniones o actividades culturales se conversaba nada más y nada menos que sobre “libertad”.

Similares conversaciones se escuchaban en la cola que impresionó a los escuálidos, y que llegaba hasta la plaza Las tres gracias. En medio del dolor por la desaparición física del Comandante, se escuchaba en la cola a los movimientos sociales planificar las estrategias para la próxima batalla electoral contra el imperialismo yanqui. De hecho, de allí surgieron muchas consignas para la campaña.

De manera que en el fondo hay un temor al Pueblo organizado que lucha contra la oligarquía y el imperialismo. Tanto la oligarquía como quienes ayer se hacían pasar por izquierdistas y que hoy son agentes libres neoliberales se asustan cuando ven multitudes de Pueblo. Por allá en 1998 cuando este mismo guionista de telenovelas se hacía pasar por izquierdista, escribía contra sus amigos tránsfugas y farsantes quienes temían el triunfo de Chávez y a las multitudes que arrastraba. Esto escribía Martínez:

“… las paradojas que este fin de siglo ofrece, una de las más llamativas es la de topar con tantos ex masistas y antiguos miristas, y trocados en agentes libres neoliberales, asustados por lo que tal vez sea su primera visión de populacho. Les asustan las masas porque si hay algo que un ñángara nunca tuvo en Venezuela fue gente común y corriente detrás suyo y por eso no sabe cómo tomarse un inédito auge de masas; simplemente no está acostumbrado a la muchedumbre”.[2]

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[1] Ibsen Martínez, Fandango de locos. Analítica.com, 17 de marzo de 2013.

[2] Ibsen Martínez, Tiempo de bembones. Diario El Universal, 21 de noviembre de 1998.

Publicado en Aporrea.org el 24/03/13

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