La clase media escuálida venezolana, un bacalao al hombro

Fernando Saldivia Najul
19 julio 2010



Hasta ahora la clase media escuálida no ha visto la posibilidad de establecer pequeños negocios ni conseguir buenos empleos para radicarse en Miami, por lo que no nos queda otra que seguir cargando con ese bacalao al hombro. Parece que Miami solo sirve para ir de paseo y para gastar el dinero que se ganan aquí en Venezuela, gracias a las acertadas medidas económicas del gobierno revolucionario.

Bien. La clase media no es una clase social como tal, es más bien una identidad compartida por capas medias heterogéneas, con una idea de estar ubicado entre los ricos y los pobres. Y dentro de estas capas medias, tenemos a la “clase media escuálida” que es la que defiende y vota por el capitalismo, pero se beneficia del socialismo distributivo.

Quienes se reconocen como clase media escuálida comparten creencias, valores, deseos y temores. Tienen una identidad global de consumo, es decir, están macdonalizados, leen a Paulo Coelho, y ahora su rasgo más característico es su identidad política contrarrevolucionaria. Todas ideas y emociones que surgen como una expresión de sus condiciones sociales de existencia, y sobretodo, producto de la alienación y la manipulación mediática. Pero ellos creen que tienen el control del televisor. Sus valores vienen de familia, y no de la televisión. Creen que pueden fácilmente cambiar de canal cuando perciben que los están manipulando en contra de sus intereses.

No tienen solidaridad política entre ellos porque no tienen un enemigo antagónico de clase a quien combatir, cada quien está en lo suyo para ascender, pero sí los une el temor a padecer las consecuencias de la lucha de clases entre los grandes protagonistas de la sociedad capitalista que son la clase obrera y la clase burguesa. De modo que esta clase media escuálida se ha convertido en la guardiana celosa del orden burgués. Cualquier pequeño temblor los podría dejar caer hacia los pisos más bajos de la pirámide social.

Este sector tiene fe en la rápida movilidad social ascendente a través del comercio y la educación, que les permite distinguirse de los empobrecidos y excluidos, y de esta manera reforzar su autoestima. Defienden la propiedad privada de los medios de producción, aunque no los tengan. Creen en su esfuerzo personal por encima del esfuerzo colectivo. Cuando bajan su calidad de vida material culpan al gobierno revolucionario, y cuando la elevan se lo atribuyen a su esfuerzo personal.

Su forma de trabajo intelectual, que es más individual que colectivo, los hace creer en el esfuerzo personal para ascender. Esto los hace individualistas y poco solidarios hasta con los mismos escuálidos. Solo atienden al llamado de la burguesía para marchar y votar. Son tan individualistas que hasta creen en la felicidad individual porque dicen que la felicidad está dentro de uno. O sea, que el medio lo afecta a uno solo si uno quiere, algo así como control mental, pero igual marchan y votan contra Chávez porque Chávez los hace infelices. No los entiendo, me confunden todo.

De manera que los escuálidos no creen que sus ingresos dependan de nuestra condición privilegiada de país petrolero, o de las políticas económicas y sociales del gobierno revolucionario. Tampoco creen que su nivel de vida material esté asociado a la necesidad burguesa de fortalecer un sector consumista a quién venderle sus mercancías, o bien, de la necesidad burguesa de contar con una base social que amortigüe la lucha de clases. Tampoco se lo atribuyen a las oportunidades discriminatorias que tuvieron. No. Se ofenden cuando se los planteas. Todo lo que tienen es porque se lo ganaron con su esfuerzo personal, y no por privilegios. En todo caso, si ellos tienen privilegios, es porque lucharon para ganárselos. Todo un desorden mental.

Bueno, por estas creencias es que reaccionan contra las políticas de inclusión social del gobierno revolucionario.

La gran mayoría cree en la superioridad del genotipo europeo, de su ciencia, de su tecnología y de su cultura. Creen en la superioridad del trabajo intelectual sobre el manual, y en la superioridad de lo urbano sobre lo rural. No saben definir bien qué significa que algo sea superior o inferior, pero hablan de un tal principio de subordinación que los invita a la obediencia hacia el burgués, y al desprecio hacia el obrero. Les aterra la posibilidad de hacer la cola para pagar en el supermercado con obreras y obreros, o verlos comiendo en el mismo restaurante.

Cuando la burguesía se siente amenazada, les recuerda que ellos son la “sociedad civil moderada y decente”. Tan “moderada” como esa capa media de la que hablaba Aristóteles, necesaria para amortiguar la lucha de clases porque estaba en el justo medio, y el justo medio es la moderación y la virtud. Y tan “decente” como esa aristocracia que se vino a menos y se convirtió en clase media después que los burgueses les arrebataron el poder. Parece que sus creencias tienen una larga historia.

Hace unos días conversaba con un inmigrante europeo, vendedor de comida que prepara su esposa en casa, y le pregunté dónde vivía, inmediatamente me contestó: “en Chacao, donde vive la gente decente”. No es paja. Me quedé loco con la respuesta. Tienen una concepción del mundo más estamental que clasista. Tienen una mentalidad feudal. Ser de clase media escuálida es un estatus social, clase aparte, distancia y categoría. Incluso para algunos ser escuálido es hasta fashion.

Pues bien, es la burguesía la que ensalza y refuerza la identidad de clase media escuálida, con el propósito de que sirva a los intereses burgueses. Para ellos los empobrecidos no son sociedad civil, sino turba. La burguesía fomenta el orgullo de clase media para contrarrestar los lazos de solidaridad con los obreros revoltosos, con la turba, con las hordas. A los miembros más traidores de esta sociedad civil los organiza en pequeños partidos políticos disfrazados de ONG’s financiadas por las agencias de asistencia económica y humanitaria del imperialismo. Y a conspirar se ha dicho.

A través de los medios la burguesía le muestra a la clase media escuálida cómo deben ser, qué deben tener, qué deben consumir, qué deben leer, que imagen corporal deben tener, qué modales deben tener, cómo deben hablar y hasta qué tipo de turismo deben hacer para poder diferenciarse de los obreros y los campesinos.

Laura Pérez, La Sin Par de Caurimare de los años 80’s, sin duda asimiló muy bien estos mensajes mediáticos. Cuando ella toma vacaciones les cuenta a sus amigos que “hace un tour por California, Tokio, Londres, Madrid, Roma, y termina en las Baleares, mientras que los turistas chimbos llegan solo hasta Ocumare, y algunos a San Francisco, pero de Yare”. Cuenta además que “ha paseado por Europa, Micronesia, Medio Oriente, África y la Gran Bretaña, y gran parte de Occidente, mientras que ‘los monos’ cuando dan sus saliditas no pelan a Chuspa, Cúcuta, Bonaire, Curazao y Margarita”. Racismo puro.

Nada más que hablar mis panas, a cargar con ese bacalao al hombro.


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Publicado en Aporrea.org el 19/07/10
http://www.aporrea.org/actualidad/a104367.html

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Lo que no me contó mi maestra de Historia de Venezuela sobre lo ocurrido en Valencia

Fernando Saldivia Najul
13 julio 2010


“… perros blancos hijos de puta, levantados, vende gente,
aquí en esta ciudad lo que vale es el negro, el indio, y el zambo”



El 1 de noviembre de 1812, testigos reportaron que en la calle real de Valencia, entre las 2 y 3 de la tarde, se alborotó el vecindario cuando las camaradas indias Juana María Herrera y María Bonifacia Pérez, vecinas de Los Guayos, gritaban: “…perros blancos hijos de puta, levantados, vende gente, aquí en esta ciudad lo que vale es el negro, el indio, y el zambo” y, “…ojalá que la laguna deje de dar productos de pesca, para ver qué van a comerciar los blancos valencianos.”[1] La laguna a la que hacían referencia las mujeres insurgentes es el lago de Valencia. De inmediato las autoridades realistas las metieron presas en la cárcel pública. Después de 20 días, sentenciaron la libertad de las camaradas, pero desde entonces fueron miradas como sospechosas.

Esto no me lo contó mi querida maestra de Historia de Venezuela del liceo. No. Esto lo acabo de leer en algunos libros del Archivo General de la Nación que se exponen actualmente en la Biblioteca Nacional, bajo el título “Venezuela Independiente, Insurgente y Soberana”. La exposición busca desempolvar la verdadera historia al revelar la participación del pueblo en la gesta independentista, a través de los documentos inéditos procedentes del AGN y las crónicas realizadas por el escritor y poeta Juan Antonio Calzadilla.

Si camaradas, nuestras mujeres tomaron partido en el proceso de independencia venezolano, y se convirtieron en un dolor de cabeza para los invasores españoles. Pero resulta que los historiadores jala bolas de los ricos engañaron a nuestras maestras, y ellas nos contaron solo lo que le convenía a la burguesía.

Burguesía que hoy quiere asesinar al comandante de la revolución porque por culpa de él nosotros los trabajadores, con el apoyo de las historiadoras e historiadores revolucionarios, estamos conociendo el protagonismo del pueblo en los procesos de liberación. Ahora quedan al descubierto los mecanismos ideológicos, desmovilizadores y justificantes del sistema de desigualdad, los cuales le permitieron a las corporaciones y a la burguesía parásita venezolana chuparse el petróleo del pueblo por décadas, y que todavía chupan gracias al voto sumiso de los escuálidos.

Pero esto no es todo. También se puede leer en los libros que en mayo de 1817, José Echenagucia, negro esclavo vecino de Puerto Cabello, lo capturaron y le dieron doscientos azotes porque fue acusado de hacer frecuentemente comentarios en sus conversaciones con sentencias como: “Carajo, es menester matar a todos estos blancos, pues no en balde los franceses negros no podían ver ningún blanco, pues a todos los mataban…”, y otras expresiones semejantes como: “…con los blancos debería hacerse lo mismo que hicieron en Santo Domingo”,[2] lo que hoy es Haití. Luego su dueña pidió indulgencia para José y se le retiraron los cargos.

Por otro lado, el 11 de julio de 1811, el pardo Antonio Caballero, curandero caraqueño, integraba las filas del Batallón de Pardos de Caracas, y gracias a su desempeño durante los primeros meses posteriores al 19 de abril fue ascendido a Teniente Coronel, igual que a otros Capitanes de las Milicias de Pardos comprometidos con la revolución de 1810. La tarde del 11 de julio de 1811, cuando Caballero venía huyendo de una ofensiva realista desde Los Teques, al llegar a Caracas fue visto en la esquina de las Carmelitas gritando: “Señores, a las armas, que los isleños nos quitan la ciudad para jurar a Fernando VII”. [3]

También hay testimonios de que el Capitán Pedro Arévalo, pardo de piel muy oscura, fue quien el sábado 21 de abril de 1810 comandó la escolta que acompañó al prisionero Vicente Emparan al puerto de La Guaira, desde donde sería deportado. [4]

Para terminar, les cuento que este mismo mes de abril de 1810, un realista testigo de la Revolución de 1810, le envió una carta anónima a Cristóbal Mendoza (declarado patriota y futuro presidente de Venezuela) donde decía: “…el zambo Joseph María Gallegos y los otros que están manejando este asunto solo tratan de una independencia total de la Monarquía española, hablan infamemente con descaro de España, de Fernando VII y de todo europeo; solo aclaman por la igualdad y que no ha de haber esclavos, y que los que existen se han de dar libres desde el día 19 de dicho Abril; tratan que se extermine el nombre de mulatos y que todos seamos iguales”. [5]

Con esto no quedan dudas de la participación de las mujeres, los indios, los negros y los pardos en el proceso revolucionario iniciado a finales del siglo XVIII y profundizado en las primeras décadas del siglo XIX.


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[1] Archivo General de la Nación. Sección: Infidencias, Insurrecciones y Rebeliones. Título: “Causa seguida de oficio por el Comandante Político y Militar contra Juana María Herrera y María Bonifacia Pérez, Indias tributarias, naturales y vecinas del pueblo de Los Guayos, por palabras subversivas contra el gobierno.” Tomo XIII, Año: 1812, Expediente 10, Folios 325-334.
[2] Ibídem, Serie: Causas de Infidencia. Título: “Contra el esclavo José Echenagucia, natural de Guinea y vecino de Puerto Cabello, por haber producido en público expresiones contra el gobierno”. Tomo XXXI, Año 1817. Expediente 10, Folio: 219.
[3] Ibídem, Título: “Contra Antonio Caballero, por haber sido oficial antiguo del batallón de pardos y pertenecer luego a las filas patriotas, participando en la insurrección realista de Valencia y permaneciendo con Miranda hasta la Capitulación”. Tomo XVIII, Año 1812, Expediente 9, Folios: 321-345.
[4] Ibídem, Sección: Causas de Infidencias. Título: “Contra el coronel Diego Jalón, natural de España y vecino de Caracas; Teniente José Martín Barrios, natural de Caracas y vecino de Maracay, (pardo), y Benito Ochoa, Sargento, vecino de Caracas”. Tomo VI, Año 1812, Expediente 5, Folios: 137-170.
[5] Ibídem, Sección: Insurrección Contra la Junta Suprema de Caracas. Tomo I, Folios: 46-50.


Publicado Aporrea.org el 13/07/10
 
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