Cómo vivíamos antes de que los invasores españoles asesinaran al 90% de la población venezolana

Fernando Saldivia Najul
25 mayo 2010



Cuando los españoles nos invadieron mataron sistemáticamente a todos los indígenas venezolanos que se resistieron a ser esclavizados. Y el resto, los que trabajaron para los españoles pero de manera renuente como forma de resistencia, les empezaron a decir flojos, y los maltrataron. Era obvio. Los españoles no querían trabajar porque ellos vinieron por oro y plata, por la riqueza fácil. Quienes trabajaban eran los indígenas. Sin embargo, la campaña de descrédito que empezó contra los indígenas para entonces, la continuaron después los criollos, y actualmente la burguesía venezolana, para justificar los bajos sueldos de los trabajadores y la exclusión, todavía le dice flojos a los venezolanos y venezolanas que le fabrican sus carros y le construyen sus edificios de apartamentos. Edificios que por cierto nunca le ponen el nombre de un obrero o de una obrera.

Cuenta Miguel Acosta Saignes, que los indígenas que no se resistieron de manera activa, trabajaron siempre para los españoles en forma renuente, no porque fuesen perezosos constitucionalmente, sino como una forma de resistencia pasiva a la conquista.[1] Sufrieron humillaciones, violaciones, maltrato físico. Sin embargo, a pesar de que optaron por la resistencia pasiva, los mataron de hambre y de enfermedades que los españoles trajeron desde Europa. Es decir, los españoles cometieron genocidio directo y genocidio indirecto. Asesinaron directa o indirectamente al 90% de la población venezolana. Y no los pudieron matar a todos porque obviamente necesitaban mano de obra, porque los españoles eran unos flojos que buscaban solo oro, plata y sexo.

Finalmente destruyeron la sociedad. ¿Pero cómo vivíamos antes de que estos bárbaros españoles desorganizaran la sociedad indígena venezolana?

Aquí convivían poblaciones étnicas diversas, con estructuras económicas y culturas distintas. Coexistían poblaciones con desarrollo económico desigual. Desde poblaciones con una economía basada en la recolección, caza y pesca, hasta poblaciones con agricultura de riego y sistemas de cultivo intensivo.

Practicaban el cultivo comunitario de la tierra y el trabajo colectivo. La propiedad era común y aún lo es entre los que sobrevivieron hasta hoy. Sembraban y cogían el fruto en comunidad, y se repartían entre ellos todo el trabajo y el fruto. Había la cooperación colectiva y la división natural del trabajo. Producían artesanía para sí y para vender a las naciones vecinas. No había apropiación individual de las tierras, bosques, agua y bienes de producción en general. Era un tipo de socialismo.

Trabajaban para satisfacer sus necesidades materiales y espirituales. No había trabajo excedente. No había un plusproducto que fuera apropiado por una clase privilegiada para enriquecerse. Había esclavitud, si, pero era temporal, no una esclavitud como clase social. Los indígenas esclavizaban a los cautivos de guerra, pero no había la propiedad absoluta de una persona y de su fuerza de trabajo. Cuando no los sacrificaban los obligaban a trabajar en beneficio de la comunidad, pero no los explotaban como fuerza productiva en forma permanente.

Cuenta Federico Brito Figueroa que sí se utilizaba la mano de obra de los cautivos en beneficio de los vencedores, pero el cautiverio era temporal y el trabajo realizado por los prisioneros no era usufructuado por un grupo social privilegiado económica y políticamente en el seno de la comunidad, sino que pertenece a ésta por concepto de castigo y para resarcir los daños ocasionados por las poblaciones vencidas en la guerra. Los esclavos, una vez satisfecho los daños ocasionados, se asimilaban e incorporaban a la comunidad vencedora a través del matrimonio. [2] Por otro lado, también había comunidades que permutaban a los cautivos de guerra y a mujeres por productos de consumo.

No tenían gobierno ni policía. Había algunos grupos donde la representación de la comunidad era heredable, y otros grupos regidos por ancianas y ancianos. Sin embargo, lo que predominaba era el carácter colectivista en la dirección de las aldeas y federaciones de aldeas. La dirección del grupo era ejercida por la representación supervisada de la colectividad, que elegía a sus representantes. Las mujeres también participaban en la dirección colectiva de la comunidad. Cuando se levantaba una cabeza principal de una nación era porque alguno se destacaba en la labranza, o por su valentía en la guerra, o porque era un hechicero célebre. Esta persona era respetada porque les convenía a todos. No era un jefe impuesto que diera órdenes arbitrarias. Aunque quisiera, no podía hacerlo porque nadie podía acumular riquezas. Solo podían tener una abundante cosecha o acumular frutos de cortas labranzas, y sobre esta base no era posible establecer una jefatura positiva.

En la mayoría de las poblaciones indígenas no existía la familia monogámica, sino las relaciones poligámicas. Regía el sistema de matrimonios por grupos. También había grupos donde se permitía el matrimonio entre padres e hijas, y otras formas de familia, como por ejemplo, en los Maquiritares se constató la unión matrimonial de una mujer con varios hombres, conviviendo bajo el mismo techo. [3]

La estructura económica, las relaciones sociales, familiares y de parentesco que regían la vida de las comunidades indígenas venezolanas, en líneas generales, corresponde a un comunismo elemental propio de los pueblos primitivos romanos, germanos, celtas, eslavos, pueblos del Danubio y de manera especial de los primitivos de la India.

De tal manera que en Venezuela no había individualismo, ni propiedad privada de los medios de producción. No había feudos, ni latifundistas, ni terratenientes, hasta que nos invadieron los españoles con la cruz y la espada, y, parafraseando a Rousseau, cercaron las tierras, dijeron que eran de ellos, y fundaron la sociedad civil. Pero los indígenas no se lo creyeron, y todavía están luchando por sus tierras ancestrales.

Los africanos no tuvieron mejor suerte. El activista social y primer presidente de Kenya independiente, Jomo Kenyatta lo describió de manera muy elocuente:

“Cuando los misioneros llegaron, los africanos tenían la tierra y los misioneros tenían la Biblia. Ellos nos enseñaron a rezar con los ojos cerrados. Cuando los abrimos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia”. Que desgracia.


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[1] Miguel Acosta Saignes, Vida de los esclavos negros en Venezuela. Hesperides Ediciones, Caracas, 1967, Introducción.
[2] Federico Brito Figueroa, Historia Económica y Social de Venezuela. Universidad Central de Venezuela, Ediciones de la Biblioteca, Caracas, 1993, tomo I, p. 42.
[3] Ídem, p. 49

Publicado en Aporrea.org el 25/05/10
http://www.aporrea.org/actualidad/a101290.html

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La memoria de la lucha de clases que la burguesía venezolana no pudo borrar

Fernando Saldivia Najul
04 mayo 2010



ZAMORA, Tierras y hombres libres
(Villa del Cine)
En la memoria del pueblo venezolano siempre ha estado presente el recuerdo de Ezequiel Zamora. A pesar de todos sus intentos la burguesía nunca pudo borrar la memoria de la expresión violenta de la lucha de clases de 1846-1847 y la de 1859-1863, que representa la raíz histórica del socialismo en Venezuela, y que fueron dirigidas por Ezequiel Zamora, quién mejor representa individualmente nuestra tradición revolucionaria.

Hubo muchos intentos para que olvidáramos las luchas de nuestros abuelos y abuelas explotadas y oprimidas. Desde el golpe pre-petrolero de diciembre de 1908, el silencio oficial sobre el Jefe del Pueblo Soberano fue absoluto. En 1941-1945 se eliminó la plaza Ezequiel Zamora que existía en la Parroquia San Juan de Caracas. Más tarde Rómulo Betancourt eliminó el nombre de Zamora de la División Política Territorial de la República, a proposición del Hermano Nectario María.

Pero que va, en el campo Zamora siempre estuvo vivo. En 1940-1945, Federico Brito Figueroa se encontraba reunido en una hacienda con unos peones agrícolas, y uno de ellos, inteligente y leído, hijo de esclavos, le mostró el libro de Laureano Villanueva sobre Zamora, publicado en 1898, y lo motivó para escribir su libro Tiempo de Ezequiel Zamora. Luego este último libro, odiado por la burguesía parásita y latifundista, cayó en las manos del comandante Chávez y constituyó una de las orientaciones espirituales de la rebelión militar y democrática del 4 de febrero de 1992.

Ahora bien, ¿por qué la burguesía tiene tanto miedo a que los trabajadores entiendan el carácter dialéctico de la historia? ¿Por qué a las operadoras y a los operadores políticos de Globovisión los entrenan para que distraigan a los trabajadores con los males de la basura, la corrupción y la inseguridad, que son propios del capitalismo? ¿Por qué una operadora política de Globovisión dice en su programa: “aquí no hay ninguna lucha de clases, aquí lo que hay es una lucha de pobres contra pobres que se matan todos los días en los barrios”? En definitiva, ¿Por qué ocultan la lucha de clases?

ZAMORA, Tierras y hombres libres
(Villa del Cine)
Sencillo, los burgueses no saben vivir sin poder, y tiemblan de pavor cada vez que piensan en el día cuando los trabajadores tomen todas las empresas y los campesinos rescaten todas las tierras. Y lo ven venir. Ya hemos rescatado el 40% de los latifundios y aumentamos la producción de alimentos. En 8 años hemos recuperado más de 2 millones y medio de hectáreas que pertenecen al Estado venezolano y que se encontraban siendo usurpadas por terratenientes y latifundistas. Ahora, en revolución, 96 mil campesinos de todo el país poseen la titularidad de sus tierras. Parece mentira, pero la burguesía venezolana ni siquiera fue capaz de hacer su Reforma Agraria, tarea que es propia de la Revolución Burguesa si tomamos en cuenta que el latifundio no solo es contrario al socialismo sino también al capitalismo. De manera que no nos queda otra que transitar del feudalismo al socialismo, y esto le aterra a la burguesía.

La burguesía parásita teme volver la cara al pasado porque necesariamente lo tiene que conectar con el presente. Saben que la insurrección antiesclavista y campesina de 1846-1847 y la insurrección antiesclavista y campesina de 1859-1863 tuvieron un carácter de clase. Y que esta última eliminó definitivamente los restos de esclavitud que aún permanecían en la Venezuela post-colonial, a pesar de su abolición legal en 1854. Fue la lucha de clases, entre otros factores, la que suprimió definitivamente la esclavitud.

Retrato de Ezequiel Zamora,
pintado por Ramiro Elías Najul
en México, 1955 [3]
Ezequiel Zamora, actuando en el mismo medio social donde lo había hecho José Tomás Boves, fue considerado como un llanero más. Zamora arrastraba las masas consigo igual como lo hacía Boves. Cuenta Laureano Villanueva que su ambición constante consistía en servir al pueblo, a la manera de Tiberio Graco, con ciertas ideas utópicas de socialismo y de igualdad de bienes. “No habrá ricos ni pobres, ni esclavos ni amos, ni poderosos ni oprimidos”, exhortaba Zamora. De tal manera que la guerra es a muerte entre las clases explotadoras y las clases explotadas.

Esta lucha de clases aterrorizó tanto a la oligarquía que el 22 de noviembre de 1861, una comisión formada por Manuel Felipe de Tovar, Pedro Gual, Pacífico Gual, Nicomedes Zuloaga, Juan José Mendoza, Francisco La Madriz, Federico Núñez de Aguilar y Aureliano Otáñez redactó un documento implorando la intervención de Gran Bretaña para que impusieran orden y respeto a sus propiedades amenazadas por la guerra social. Estos arrastrados, a cambio por los favores, le entregarían a Gran Bretaña nuestro territorio de La Guayana.[1] ¡Que bolas!

En esta guerra social están presentes los intereses y aspiraciones políticas de los explotados del campo, especialmente de los peones y los libertos, descendientes de los antiguos esclavos, que constituyen las masas de la Guerra Federal (1859-1863), conjuntamente con las capas sociales oprimidas de los centros urbanos y los intelectuales que propugnaban reformas más substanciales que las expresadas en el Programa Federal. El verdadero programa de esta vertiente de la revolución, lo expresa el postulado de Igualación Social: la liberación de los esclavos y la democratización de la propiedad territorial agraria. En síntesis, se aspira a la eliminación de toda forma de explotación social y discriminación racial.

Escribe el historiador y militante Federico Brito Figueroa, que en Venezuela, de modo significativo en 1846-1847 y en 1859-1863, las masas populares asimilan el lema político de la democracia burguesa: libertad, igualdad y fraternidad, y le imprimen un contenido económico-social que sí refleja sus aspiraciones de clases explotadas y oprimidas: “igualación social”, refrendado en las primeras proclamas, sobre todo en los llanos de Barinas y Portuguesa, son el grito de guerra “libertad o muerte”, sustituido posteriormente en los textos oficiales por “federación o muerte” y finalmente por Dios y Federación. [2]

De tal modo que la Guerra Federal es una guerra campesina y también una revolución democrática burguesa, agraria y antilatifundista. La guerra campesina, que se desarrolla en el contexto de la Guerra Federal, es una lucha con ideas políticas que superan los límites ideológicos del liberalismo, y se aproximan a ciertas ideas utópicas de socialismo, e igualdad de bienes.

Lamentablemente, vino el magnicidio. A pocos días de su llegada triunfante a Caracas asesinan a Zamora y nuevamente se truncan los intereses populares. La autocracia liberal persigue a los zamoristas y hostiliza a los familiares del Jefe del Pueblo Soberano. No se cumplieron las exigencias de los campesinos y peones. Sin embargo, se le dio una lección a la burguesía. Ahora saben de lo que es capaz el pueblo venezolano cuando toma las armas. De ahí la política de Globovisión de ocultar la lucha de clases.


El Comandante Chávez continúa la lucha de Ezequiel Zamora y recorre
las tierras rescatadas del Hato El Frío en el estado Apure,
el 23 de agosto de 2009, durante el Aló Presidente 338.

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[1] Federico Brito Figueroa, Tiempo de Ezequiel Zamora. Universidad Central de Venezuela, Ediciones de la Biblioteca, Caracas, 1996, págs. 462-465
[2] Ibídem, p. 504

[3] Leyenda: "Retrato del General en Jefe Ezequiel Zamora, pintado al óleo por el artista Ramiro Najul, en México 1955, sobre la base de materiales suministrados por Federico Brito Figueroa. Este cuadro pertenece en la actualidad a la Asamblea Legislativa del Estado Aragua." Ibídem, pág. 460.

 

Publicado en Aporrea.org el 04/05/10 
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