José Carlos Mariátegui

Fernando Saldivia Najul
14 junio 2009



José Carlos Mariátegui
Un día como hoy, hace 115 años, nació el precursor del marxismo en Latinoamérica José Carlos Mariátegui, autor de los Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. Hoy como siempre, los pueblos indígenas de amazonas le rinden tributo con la lucha en defensa del ambiente que nos pertenece a todos, en defensa de sus medios de producción naturales, y de su forma de vida comunitaria que todavía pretenden destruir las multinacionales sin la menor intención de mejorarla.

Bueno camaradas, vamos a conmemorar su nacimiento con una rápida interpretación de su obra:

Mariátegui pensaba que Indoamérica no tenía salvación sin la ciencia y el pensamiento europeo. Es por ello que se propuso hacer una interpretación marxista de la realidad peruana, que considero estamos obligados a revisar dada nuestra condición de país con economía dependiente de tipo semicolonial.

Una de las cosas que descubrió Mariátegui y que más podemos lamentar los revolucionarios es que el pueblo incaico era muy trabajador y disciplinado, y vivía con suficiente bienestar material. Esto era posible porque el pueblo incaico había desarrollado una “formidable máquina de producción”, y como tenía una economía socialista, trabajaban con moderado desgaste físico, y en un ambiente agradable y de compañerismo. Pero cuando invadieron los españoles les destruyeron su economía socialista para instaurar una economía feudal mezclada con elementos esclavistas. Además, se dedicaron casi exclusivamente a explotar oro y plata. Los invasores españoles ni siquiera fueron capaces de instaurar una economía propiamente feudal. Mientras en Norteamérica llegó el capitalismo, aquí llegó el feudalismo y la esclavitud. O sea, desde el punto de vista del proceso evolutivo de las fuerzas de producción que se daba en Europa, estaríamos algo así como desfasados.

Más adelante, cuando empezaba a formarse una burguesía en Sudamérica, esta necesitaba independizarse del imperio español porque el rey tenía una mentalidad medieval y no les permitía negociar con otras naciones. Esto ocurría cuando el capitalismo se empezó a extender hacia el sur y se requerían estados nacionales y no feudos. Es por ello que Inglaterra, cuna del capitalismo, apoyó la independencia de las colonias españolas para formar estados nacionales que eran necesarios para la explotación capitalista. Pero lamentablemente esta burguesía no nació de un parto. Cuando la economía empezó su proceso de transformación de feudal a burguesa, en lugar de que surgiera una nueva clase, lo que ocurrió fue una “mediocre metamorfosis de la antigua clase dominante”.

Más tarde nacería una clase capitalista y cesaría de prevalecer la antigua aristocracia. Pero esta clase capitalista tampoco era auténtica porque era más rentista que productiva. La filosofía económica siguió siendo feudal. Y como no surgió una burguesía industrial que liberara la tierra, no había quién destruyera el feudo, y esto era fundamental para que el desarrollo de la ciudad —el burgo— se pudiera nutrir de la actividad libre del campesino. De modo que la burguesía fue incapaz de desarrollo industrial. Era una burguesía terrateniente y comercial que no alcanzó a realizar las tareas de la revolución burguesa. Irónicamente el liberalismo sirvió para quitarles las tierras comunitarias a los indígenas y no para fragmentar los latifundios. Y lo más triste, estos latifundistas, a pesar de que se robaron las mejores tierras, no producían más que las comunidades indígenas con su primitivo equipo de labranza.

Por los años ‘20s, en los tiempos cuando Mariátegui estudiaba la realidad peruana, coexistían tres economías diferentes: una economía comunista indígena, una economía feudal, y una economía burguesa. En términos generales, era una economía de tipo semicolonial subordinada a los intereses y necesidades del norte industrializado. Y aún lo es. Los latifundistas, rentistas e improductivos, no llegaron a independizarse sino que actuaban como intermediarios o agentes del capital monopólico extranjero. Estaban castrados como un apéndice semicolonial de la burguesía imperialista. Es a partir de esta interpretación marxista heterodoxa de la realidad peruana que Mariátegui llega a la conclusión de que “la hora de ensayar en el Perú el método liberal, la fórmula individualista, ha pasado ya”, porque había sobrevivido la comunidad y elementos de socialismo práctico en la agricultura y la vida indígena.

Por otro lado, cuando Mariátegui estudia la herencia colonial, descubre que los colonos españoles eran unos parásitos que buscaban la riqueza fácil. Todo lo contrario al indígena que es diligente y trabajador. De modo que, el indígena con su trabajo produjo al español rico, ocioso y dilapidador. Con ese mal ejemplo de holgazanería del español, se llegó a pensar que trabajar era malo y deshonroso. Hay que recordar que en la sociedad feudal el trabajo era considerado una servidumbre. Por cierto que en el capitalismo también “el trabajo es malo”, porque “por eso es que te pagan”, como dice el dicho. En cambio para los comunistas el trabajo es la actividad vital. “El destino del hombre es la creación —decía Mariátegui—. Y el trabajo es creación, vale decir liberación. El hombre se realiza en su trabajo”. Y de los incas heredamos el trabajo con amor como “la más alta virtud”. Pero para liberarnos en el trabajo creador primero tenemos que liberarnos de la alienación de nuestra actividad vital creadora que sufrimos durante el trabajo alienado por el capital, y esto se hace con una lucha de clases hasta la toma del poder.

Pero para Mariátegui, la lucha de clases, la acción histórica revolucionaria, no estaba sujeta al determinismo económico porque este minimiza la actividad del sujeto. Más bien subrayó la importancia de la dimensión voluntarista de la política. No tendríamos necesariamente que esperar a que se desarrollen las fuerzas de producción para empezar a luchar, ni esperar una oportunidad política, sino más bien lo ve como un acto de voluntad, alimentado de fe, de esperanza. La transformación de la sociedad es un deseo, un sueño. Mariátegui decía que “no se vive fecundamente sin una concepción metafísica de la vida”. Solo la fe nos permite superar un “mediocre y pasivo sentimiento determinista”, y nos da la fuerza de voluntad de acción para la creación heroica. Este carácter voluntarista del socialismo de Mariategui define la relación entre estructura y superestructura más bien como una forma de reciprocidad dialéctica, que como una forma de dependencia mecánica, unidireccional.

Esta fuerza de voluntad colectiva debe ser canalizada para alcanzar los objetivos y consolidarlos. Debemos suscitar en la mayoría una conciencia de clase y sentimiento de clase para transitar hacia el socialismo indoamericano. Una transición, por cierto, que no contempla pasar por la fórmula liberal, ni neoliberal. Porque, como ya dijimos, Mariátegui decía que la hora de ensayar en el Perú el método liberal, la fórmula individualista, ya había pasado. Ahora estamos en la época de los monopolios multinacionales, y esto quiere decir que llegamos tarde a la competencia capitalista. La burguesía no fue capaz de hacer la revolución burguesa. De modo que nuestro destino dentro del orden capitalista es el de simples colonias. Quiere decir que dentro del capitalismo global tenemos una economía de dependencia de tipo semicolonial.

De manera que con la burguesía no había mucho que buscar. Con relación a la idea de despertar un sentimiento de nacionalismo revolucionario antiimperialista en la burguesía, Mariátegui no lo consideraba viable porque la burguesía no se identifica culturalmente con los trabajadores. “En el Perú, —decía— el aristócrata y el burgués blancos desprecian lo popular, lo nacional”. Hay una evidente oposición cultural, y en consecuencia, se agudiza el conflicto de clases y esto lleva a la burguesía a identificarse con los intereses extranjeros, con los cuales ya está asociado en la economía.

Tampoco creía en el asalto del poder por el antiimperialismo demagógico de la pequeña burguesía. Mariátegui decía que de esta forma la revolución socialista encontraría su más encarnizado y peligroso enemigo. “Sólo la revolución socialista —decía—opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera”.

Se oponía al socialismo en un solo país. Si el orden capitalista es una totalidad, toda revolución socialista en cualquiera de sus partes es parte de la revolución mundial contra el capitalismo. La revolución latinoamericana, será, nada más y nada menos, que una etapa, una fase de la revolución mundial.

Con relación al partido, este tiene un carácter clasista, de base social obrera y campesina como sujeto histórico, y con una dirección proletaria. Esto se explica porque el obrero urbano, el proletario, es la clase histórica mas avanzada, y el indio campesino es todavía un siervo. Con esta alianza obrero-campesina se combatiría primero al feudalismo y luego a la burguesía.

En 1928, después de largos debates ideológicos y discusiones políticas, escribió: “No queremos ciertamente, que el socialismo sea en América ni calco ni copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He ahí una misión digna de una generación nueva”

¡Viva la lucha de los pueblos indígenas amazónicos!


_______________
Publicado en Aporrea.org el 15/06/09, un día después del aniversario de su nacimiento:
 http://www.aporrea.org/regionales/a80003.html

Más artículos del autor en:
 
http://www.fernandosaldivia.blogspot.com/

El puño invisible del mercado se mancha de sangre en Perú

Fernando Saldivia Najul
11 junio 2009



La Masacre de Bagua en Perú,  ejecutada por la mano invisible del mercado,
o el puño invisible del mercado, o el puño visible del Estado.

Marx decía que el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, de la cabeza a los pies. [1]

Pero no hay que tener el genio de Marx para descubrir esta verdad del tamaño de un portaviones. Basta con ver las imágenes de Telesur donde muestran a policías disparándoles a nuestros hermanos indígenas para abrirle paso a las transnacionales. Son fusiles contra lanzas de madera. ¡Que coño ‘e madrada! Alan García dio la orden a los policías para que asesinaran a sus propios hermanos. Y él, frente a las cámaras, declarando envalentonado, claro, pero bien resguardado por los anillos de seguridad.

Camaradas, el neoliberalismo no ha muerto. Aún hay lacayos serviles que firman tratados de “libre comercio” con Estados Unidos (TLC’s). No cesan en sus pretensiones de saquear los recursos naturales de la amazonía y destruir los “medios de producción de vida” propios de las comunidades indígenas. Ayer los feudos, hoy los latifundios y las transnacionales. Es el problema del indio del que hablaba Mariátegui.

En una conferencia de prensa realizada el 15 de mayo, los indígenas de los pueblos amazónicos se preguntaban: “¿De qué nos sirven los teléfonos celulares, la televisión por cable, la electricidad, las carreteras, un trabajo en una transnacional, etc., si la explotación de los recursos naturales, el petróleo, la madera, el oro destruye el medio en el que vivimos, nos quitan nuestra dignidad, nuestras tierras, desintegran nuestras familias? No estamos en contra del desarrollo estamos en contra de ese tipo de desarrollo.”[2]

Ahora me pregunto, ¿Quién puede dudar que nuestros hermanos indígenas están luchando por la humanidad? ¿Quién puede dudar que luchan por la vida de nuestras nietas y nietos? Lo anterior es un sencillo y sabio análisis de costo-beneficio pero con su debido impacto ambiental y social, que casi nunca hacen las transnacionales, y cuando lo hacen, lo falsean, y si el pueblo los descubre, la mano invisible del mercado se convierte en el puño invisible del mercado. Pero es un puño invisible que lo siente el indígena en cuerpo y alma, y que la sangre que derrama se hace visible y chorrea por la pantalla de nuestros televisores.

El capital sigue manchándose de sangre. Marx lo sabe, pero también lo saben los capitalistas y sus lacayos. En una oportunidad, Thomas L. Friedman, ex consejero especial de Madeleine Albright lo dijo: “La mano invisible del mercado nunca funcionará sin un puño invisible. McDonald's no puede prosperar sin McDonnell Douglas, el constructor de los aviones F-15. Y el puño invisible que mantiene un mundo seguro para las tecnologías de Silicon Valley, no es otro que el ejército, la fuerza aérea, la marina y el cuerpo de marines de Estados Unidos”.[3]

Pero el lacayo de Alan García no quiere que se molesten sus amos: “No se preocupen —diría—, que yo les hago el trabajo sucio”.


_______________
[1] Karl Marx, El Capital, tomo I. Fondo de Cultura Económica, pág. 646.
[2]http://www.prensaindigena.org.mx/nuevositio/2009/05/20/peru-fuego-celeste/
[3]http://query.nytimes.com/gst/fullpage.html?res=9F07E7DE1E31F93BA15750C0A96F958260&sec=&spon=&pagewanted=all


Publicado en Aporrea.org el 11/06/09
 
http://www.aporrea.org/internacionales/a79743.html

Más artículos del autor en:
 
http://www.fernandosaldivia.blogspot.com