Globovisión controla las mentes del sector consumista

Fernando Saldivia Najul
29 noviembre 2006



Se acerca el día de las elecciones. Globovisión ataca, y cunde el pánico en las personas del sector consumista. Este grupo de venezolanos y venezolanas nuevamente vuelven a movilizarse a control remoto por los medios de confusión masiva. En lugar de tener el control del televisor, el televisor tiene el control de sus mentes.

Le llamo “sector consumista” y no “clase media” porque se supone que estamos construyendo una sociedad sin clases, y en la actual transición, considero más apropiado identificarlos por su característica más notoria que es el consumismo de ropa de marca y vehículos último modelo.

Pues bien. Me refiero a ese sector de asalariados que los dueños del capital han mantenido artificialmente con ropas y vehículos atractivos, justamente para disimular un poco las contradicciones sociales entre los explotados y los explotadores. Es precisamente a estas personas consumistas que van dirigidos los mensajes de control mental elaborados por Globovisión con la asesoría de la USAID, la CIA, y el Departamento de Defensa de los EE.UU. ¿El objetivo? Afectar “la percepción” que tienen estas personas sobre la realidad.

Quienes creen que todo esto es puro cuento de los chavistas, pueden navegar por Internet y leer los manuales de “Operaciones Psicológicas” que se emplean para controlar las mentes de la población. Globovisión conoce bien estos manuales, y de hecho, los utiliza para seducir a este ejército de asalariados para que defiendan los intereses de sus patronos, haciéndoles creer que ambos, patronos y asalariados, tienen los mismos intereses.

Me preocupo, porque ya estoy viendo por Globovisión —sólo viendo porque por lo general le quito el sonido— algunos mensajes de texto en el programa Alo Ciudadano que dicen más o menos así: “Ciudadano, que bueno que hoy también salieron al aire, porque yo soy teleadicta a su programa”. Y otro: “Por fin, dios mío, colirio para mis ojos, bálsamo para mis oídos”. Evidentemente, estamos en presencia de personas controladas mentalmente con técnicas de persuasión, programación subliminal y otras técnicas más dañinas.

Al igual que estas personas, muchos de nuestros amigos y amigas están controlados y no lo reconocen. Es muy difícil que una persona que haya estado sometida a un proceso intensivo de enajenación y manipulación mediática por varios meses reconozca que está realmente programada para opinar y dar argumentos aprendidos por televisión. Al contrario, creen que están actuando por iniciativa propia. Asimismo creen que van a las marchas por su propia cuenta, cuando en realidad están acudiendo sumisos al llamado del poder seductor de la televisión.

Las víctimas no sabe que son víctimas. Los mandan a marchar, y una vez en la marcha, repiten los argumentos del moderador del programa y el de sus patronos como si fueran suyos. Cuando perciben que los demás compañeros de la marcha piensan lo mismo —todos ven Globovisión— entonces refuerzan sus creencias, y las tienen como verdades inobjetables. Esta técnica está considerada por los manuales de operaciones psicológicas como una de las más efectivas.

Las personas que sufren esto, aquellos emocionalmente más frágiles, ayer indiferentes a la política y hoy formados políticamente por los moderadores de los programas de opinión, defienden apasionadamente a estas personas por haberles advertido sobre los peligros que corren sus bienes y sus vidas. El moderador como el mejor de los gurúes, es ahora fuente de luz.

Pero este control mental no empezó ahora a la víspera de las elecciones presidenciales del 3 de diciembre. Tampoco se activó con la aprobación de las 49 leyes habilitantes que ponían en peligro el poder de los ricos. El control mental de los trabajadores consumistas de hoy, es una forma de esclavitud necesaria para sostener el sistema de mercado y así poder someter a las personas a largas jornadas de trabajo diario, a cambio de una vida recreativa del tipo consumista. De esta manera, el asalariado, cree que sus acciones están movidas por el interés personal, cuando en realidad dedican su vida a intereses ajenos a su persona.

La mayoría de las personas tiende a creer que son libres de expresar sus pensamientos y emociones, y que nadie influye en ellas. Pero no todas las personas se desarrollan con suficiente autonomía como individuo. Es claro que desde muy temprana edad se nos enseña a pensar y a experimentar sentimientos que no nos pertenecen. Nuestras emociones espontáneas nos las cambian por sentimientos falsos formados socialmente para que seamos aceptados.

Con la llegada de la televisión, esto se hizo más fácil. En la medida que las personas se formaban con esta única fuente de conocimientos, adquirieron los valores que enseñan los dueños del capital, ni más ni menos. En cambio, si por obra de gracia, se atrevieran a cultivarse con variadas fuentes de conocimiento, es posible que recuperen algo de autonomía y juicio propio.

Entonces, de la misma manera que no reconocen su condición de esclavitud laboral, tampoco reconocen que están siendo manipulados por los moderadores de los programas de opinión. En consecuencia, las pocas fuerzas que les quedan después de las jornadas de trabajo, las emplean para ir a las marchas para drenar las frustraciones no-concientes que les deja la rutina aburrida del trabajo repetitivo, propio de la economía de mercado.

Una vez en las marchas, los telemanipulados piden a gritos que le devuelvan su libertad. Pero solo están drenando sus frustraciones, porque en el fondo le tienen miedo a la libertad. Aquí los medios juegan también un papel importante. La publicidad que está dirigida a la emoción en lugar de la razón, genera en la persona una sensación de pequeñez e impotencia que le disminuye su capacidad crítica, y por ende, su disposición a la participación. Con la sensación de pequeñez, la persona se siente aislada e insegura para liberarse del yugo del capital.

Cuando les hablan de democracia participativa, se activan los mecanismos de evasión. Cuando se les invita a construir una sociedad nueva, sienten mucho miedo, y evaden responsabilidades. Esto es así, porque las decisiones importantes de su vida siempre han estado sujetas a la opinión de los medios y de los patronos.

Para finalizar compatriotas, les recuerdo que una vez, lamentablemente, el sector consumista de Chile le cedió el paso al fascismo. No podemos permitir que esta inseguridad y miedo a la libertad que experimentan los venezolanos y venezolanas del sector consumista, sea suelo fértil para el fascismo que representa Globovisión, el cual no cesa en su empeño de estimular la mentalidad colonial del venezolano para mantener su baja autoestima como pueblo.


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Publicado en Aporrea.org el 29/11/06
http://www.aporrea.org/oposicion/a27728.html

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