Ganadores o perdedores, en el capitalismo todos somos menospreciados

Fernando Saldivia Najul
16 septiembre 2006


Cuando escuchamos el término "economía de mercado", casi siempre lo asociamos al simple intercambio de bienes y servicios. Pero si reflexionamos un poco más, pronto nos damos cuenta de que se trata de una ideología que convirtió el consumo en consumismo, y que por lo tanto, nos dice que somos valiosos para los demás en la medida que gastamos más dinero.

De modo que, si gastamos, triunfamos, y si no gastamos, perdemos. Luego, si triunfamos, recibimos admiración y afecto, y si perdemos, simplemente no existimos. Esto quiere decir que tanto los ganadores como los perdedores en este modelo de sociedad que no acaba de morir, no valen por lo que aportan a la sociedad con sus capacidades particulares, sino por el dinero que gastan. Es por eso que tanto los perdedores como los ganadores somos menospreciados.

Como podemos ver, la valoración social en la "economía de mercado" se mide en términos de guerra. Si triunfo, me valoran, si me valoran me siento bien. Pero resulta que los cerdos también se sienten bien. Por lo tanto, en la medida que me aprecian como un cerdo, me están menospreciando como un ser humano con potencialidades. Me niego a esta realidad. El no-reconocimiento es una forma de opresión. La satisfacción animal no puede compensar el descontento humano.

En el caso de los perdedores, el desprecio es más cruel. Al competir todos contra todos violando los acuerdos previos, es evidente que en el forcejeo unos ganan y otros pierden. Por un lado, si te defiendes, pero respetas a los demás y no te impones sobre ellos, no obtienes suficiente dinero. Luego, no gastas, y no te valoran. Y por otro lado, si respetas a los demás, y de paso no te defiendes, obtienes mucho menos dinero, en consecuencia, puedes morir de hambre o por enfermedad. De lo anterior se deduce que, el mercado no sólo regula la oferta y la demanda de productos, sino también la oferta y la demanda de los productores, que somos todos nosotros.

Es de esta forma que se menosprecia a las personas que no tienen la iniciativa de imponerse, e incluso, a aquellos que no se sienten a gusto trabajando en un estado permanente de defensa propia.

En este estado permanente de guerra fría competitiva, se hace casi imposible desarrollar las potencialidades humanas. Se inhibe el espíritu creativo. Las cualidades innatas de cada cual quedan dormidas y ocultas. Los instintos sobresalen. El poder salvaje se convierte en valor supremo. Se establece así una escala de valores que nace de nuestros instintos animales, en lugar de nuestras cualidades y virtudes.

Ya basta. Apuremos el paso. Desde el menosprecio tenemos que luchar por nuevas formas de reconocimiento social. Nos mueven necesidades elementales y necesidades sociales. Como seres humanos sociales requerimos de una valoración social que nos fortalezca el autoestima. Pero eso sí, dentro de una escala humana de valores, de manera que nos sintamos distinto a como se sienten los animales.

Una escala de valores que enaltezca la buena voluntad y la contribución que cada cual haga por el bienestar social. Una sociedad donde los demás reconozcan el aporte de cada cual, producto de nuestras cualidades particulares. Porque el verdadero prestigio y la verdadera autoestima van de la mano con la autorrealización personal y no con el poder económico. Es un sentirse seguro de poder hacer cosas o de tener capacidades que son reconocidas por los demás miembros de la sociedad como valiosas.

A esta forma de reconocimiento también se le puede llamar solidaridad, entendida como la participación activa y recíproca en la autorrealización del otro. No podemos ser felices en una batalla en la que hay más perdedores que ganadores, y en la que caen familiares cercanos, amigos y colegas.

El filósofo alemán Karl Marx, en Manuscritos Económicos y Filosóficos, escritos en 1844, habla del bienestar de los seres humanos, en términos de goce. Marx dice que así como la sociedad misma es la que produce al hombre en cuanto hombre, así también es producida por éste. Por consiguiente, la actividad y el goce son también sociales. Actividad social y goce social. O sea, en tanto que el hombre es social y actúa socialmente para beneficiarse los unos a los otros, también disfruta socialmente.

El Ché también lo entendió. Él planteaba la no-emulación, la no-competencia, sino manejar todo el conjunto de la economía de manera planificada, no compitiendo entre sí. Los premios deben ser morales y no materiales. Decía que no había nada más alto que lograr el reconocimiento de los compañeros y compañeras por haber cumplido con el deber social de ayudar a los demás.

Pues bien. Razones hay bastantes. Tenemos suficientes motivos para seguir adelante. Es obvio que no podemos conformarnos con el consumismo. No somos cerdos. Tampoco somos objetos. No podemos aceptar de manera indiferente el statu quo, el cual incansablemente refuerzan los medios. No son los que hacen televisión comercial, ni son nuestros patronos los que pueden ayudarnos a crecer. Ellos muy poco entienden de dignidad.

En fin, compatriotas, la lucha es también por nuevas formas de reconocimiento social.


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Publicado en Aporrea.org el 16/09/06
http://www.aporrea.org/ideologia/a25323.html

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Los profesionales también ganan si votan por el socialismo

Fernando Saldivia Najul
09 septiembre 2006



Entiendo las aspiraciones que puedan tener muchos profesionales de adquirir por fin una vivienda propia cerca de su trabajo o de mejorar sus condiciones materiales de vida, y que además, vean con entusiasmo que estas posibilidades se hacen reales en razón del crecimiento económico alcanzado durante la actual administración. Sin embargo, esto no es suficiente ni tampoco es lo esencial del socialismo.

El socialismo es un proceso de “desalienación” que busca la felicidad para todos los seres humanos. Es el rescate de las relaciones humanas sin clases sociales y en armonía con la naturaleza, las cuales fueron modificadas a lo largo de la historia.

Es probable que haya profesionales que tengan la creencia de que el socialismo es un modelo social donde todos somos igualmente pobres en lo material, por decisión de un tirano. Pero no es cierto amigo lector. El socialismo se identifica más con la libertad y la igualdad de condiciones para alcanzar la autorrealización del hombre y la mujer.

A diferencia del capitalismo, que nos iguala con la moda, la música, la comida, y hasta con la forma de pensar, el socialismo nos iguala con el derecho al libre desarrollo de nuestra personalidad. ¿Y cómo se logra eso? Bueno, no es fácil. Primero, en términos pacíficos, o sea, con una moderada lucha de clases y con un poco de amor cristiano, se necesita socializar los medios de producción. Luego se construye una sociedad sin clases. Y finalmente, cada cual podrá desempeñarse en un “trabajo creativo”.

Cuando el filósofo alemán Karl Marx hablaba de la autorrealización como fin, a través de la lucha de clases y el trabajo creativo, entre líneas se refería a la búsqueda de la felicidad. Entonces el trabajo es vital no sólo para la supervivencia sino también para el bienestar general. Pero no un trabajo explotador y alienante como nos lo ofrecen por el periódico los empresarios adversos al gobierno, sino un trabajo creativo, humano y liberador. Los profesionales junto con los trabajadores, en socialismo, combatirán la alienación del trabajo haciendo suyos los medios de producción.

¿Y que es eso de la alienación? Muy fácil. Si usted se siente un poco “extraño” frente al trabajo que hace, un trabajo que le mandaron a hacer otras personas que decidieron por usted lo que es necesario hacer, entonces usted está alienado. Si se siente extraño encerrado en una oficina o en una planta industrial, o en la calle, o encaramado en su mismo apartamento, igualmente usted está alienado. Si siente que está perdiendo todo su potencial, o se siente distante de sus compañeros de trabajo, no sólo está alienado, usted es un esclavo. Perdió el sentimiento de su propia identidad, y no se siente a gusto en el medio.

Es por eso que muchos de ustedes están en el trabajo viendo el reloj a cada instante esperando el final de la jornada de trabajo para salir corriendo a una plaza, a un parque, a un café, a un bar, a un gimnasio para compartir con sus amigos, o para su casa a abrazar a sus seres queridos.

Ahora bien, cuando la persona no sabe que está alienada ni explotada, la persona no tiene conciencia de clase social, y en consecuencia, no se anima a romper las cadenas que lo oprimen.

Veamos dos casos que se me ocurren. Por una lado, si la persona no sabe que está alienada y es de naturaleza poco sensible, es muy probable que ya esté embrutecida, y además esclavizada durante las largas horas del día que permanece despierta. Es un robot humano. Un zombie que consume sus pocas horas de descanso dentro de un centro comercial, dando vueltas sin rumbo definido. Por supuesto, no es fácil rescatar a una persona en estas condiciones.

Por otra parte, supongamos igual que la persona no conoce su condición de alienada, pero sí es sensible y se siente extraña e inconforme. Entonces es probable que consulte a un psiquiatra. ¡Peor el remedio que la enfermedad! Lo más seguro es que su psiquiatra le diga que es una persona que tiene problemas de adaptación. Está bien, no se descarta. Pero resulta amigo, que muchos psiquiatras no saben que ellos mismos también están alienados. Si usted apreciado lector, se reconoce aquí, no le queda más que elegir entre su psiquiatra y el reconocido filósofo Karl Marx. Le aseguro, que lo más probable es que el origen de su alienación no esté en usted sino en el hecho de que lo obligaron a vivir en una sociedad vacía y deshumanizada. Créalo.

Si amigo, estamos obligados a vivir en una sociedad capitalista, construida por la división del trabajo, con profesionales especializados, donde cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades que nos es impuesto y del que no podemos salirnos. No tenemos más remedio que seguir trabajando en lo mismo, durante un número de horas diarias impuestas, si no queremos correr el riesgo de vernos privados de los medios de vida.

En la “Crítica del programa de Gotha” escrita por Marx en 1875, el filósofo definió la fase superior de la sociedad, a la que él llamó comunista, de esta manera: ¡De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades! Pero esto sólo después de que haya desaparecido la esclava subordinación del individuo a la división del trabajo, y con ella también la antítesis entre la división intelectual y física del trabajo.

En la primera parte del enunciado, como un principio de contribución, el hombre se liberará de la “alienación del trabajo”. En la segunda, como un principio superior de la justicia, el hombre se liberará de la “alienación de las necesidades”. El trabajo será el primer deseo vital, donde cada cual contribuirá según su capacidad, y las necesidades no serán necesidades alienadas, solamente de consumo innecesario, sino que el hombre tendrá el derecho de satisfacer sus necesidades materiales, intelectuales y espirituales.

Se trata del principio de “igualdad de autorrealización”. La autorrealización es el bien supremo para el hombre. El trabajo dejará de ser un castigo, para convertirse en el principal modo de autorrealización del sujeto humano según el modelo del artista creador, o del científico. Y así finalmente llegará el día cuando el hombre y la mujer hayan recuperado la libertad originaria del comunismo primitivo.

¡A votar amigos!... Ya saben, no le tengan miedo al éxito.


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Publicado en Aporrea.org el 09/09/06
http://www.aporrea.org/ideologia/a25142.html

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Lo que Bush ofrece a los venezolanos

Fernando Saldivia Najul
02 septiembre 2006



Hace poco el mandatario venezolano dijo en un acto de campaña por su reelección, que el dilema estaba entre Hugo Chávez y George W. Bush. Con ello quería decir, que sea cual sea el atajo que agarren los enemigos del gobierno para tomar el poder, estos tendrán que seguir servilmente los lineamientos que vengan desde Washington.

Sin duda, suscribo lo que dijo el Presidente. Quienes financian las campañas sucias, los fraudes electorales y los actos terroristas, son los mismos que luego gobernarán.

Pero, ¿qué le ofrece Bush a los venezolanos?

Veamos. Sabemos que Bush es un entusiasta seguidor de la doctrina del egoísmo e inclinado a favorecer la selección natural de las especies. Pero además es amante de la cría de ganado humano “ario”. Por lo tanto es muy probable que el programa de gobierno para Venezuela, que se llamaría “Plan Venezuela”, lo elabore inspirado en códigos de ética, que antes que él, fueron utilizados para instaurar regímenes de castas.

La Ley de Manú, antiguo código de leyes hindúes, nos podría dar una idea aproximada de sus planes para Venezuela. Esta ley sustituiría a los buenos Evangelios de Jesús, porque sencillamente a Bush le huele mal el Nuevo Testamento, y lo considera enemigo de toda moral de castas.

Pues bien, amparado en las leyes de Manú, el punto central del programa de gobierno de Bush, no sería otro que aquel destinado al “mejoramiento del hombre” por medio de la domesticación de la bestia mestiza chavista, y la cría de ganado humano “ario”.

Si esto es así, estimados lectores, conforme a la ley de Manú, el único alimento que se les permitirá comer a los indios, negros y mestizos chavistas será “el ajo y la cebolla”. Asimismo, como lo leen. No podrán comer frutas. Tampoco se les permitirá extraer agua de los ríos, ni de las fuentes, ni de los lagos. Sólo podrán recoger agua de los charcos. El agua potable y las frutas estarán reservadas exclusivamente para consumo humano “ario”.

¡Pero bueno! ¿Cuál es el propósito de semejante aberración? Sencillo. Con el objeto de asegurar la salud del humano “ario”, los gringos tienen que enfermar y debilitar a los chavistas subdesarrollados. Para domesticar a los mestizos chavistas, es menester enfermarlos, con el simple propósito de debilitarlos y quitarle su peligrosidad. O sea, que por amor al prójimo tienen que ayudarlos a morir. Si se debilitan los chavistas, prosperarán los gringos. Y a los venezolanos sin patria, los esclavos satisfechos, los “happy slaves”, como les dicen allá en el norte a los lacayos, vivirán un poco mejor, les tocará recoger las buenas sobras que dejen los gringos.

Ustedes se preguntarán, ¿pero es que la élite gringa no tiene compasión? No. Esta élite no tendrá ningún tipo de compasión con los mestizos socialistas cristianos. La misericordia cristiana no va con ellos. ¿Pero por qué? Porque con la misericordia los gringos no podrían prosperar. La compasión es un vicio muy perjudicial, y no será precisamente el cristianismo el que frene la felicidad de los gringos y sus lacayos en la tierra.

La magnífica bestia rubia de “raza” noble se enfrentará a la fiera salvaje mestiza. La consigna es “Barbarie en vez de socialismo”. Habrá que acabar con el humanismo para que lo humano pueda florecer. La rebelión de los chavistas, según ellos, es pura envidia. Los tierrúos malolientes no serán los que hagan la revolución. Ni pensarlo. Si acaso otros más puros, pero los chavistas, definitivamente no.

Estas medidas extremas de gobierno producto de la paranoia, las ejecutó Hitler, y ahora las reproduce Bush con sus amigotes. En su desespero se le oye gritar por los pasillos de la Casa Blanca: ¡Qué los débiles y los fracasados perezcan! ¡Que sea por nuestro amor a los hombres!

¿Por amor a quiénes? No se escucha bien.

Lo que sí se entiende amigos, es que para Bush y sus cómplices el ser humano es “un ser para la muerte”. Sí, para la muerte. Basta con sólo mirar los videojuegos que nos mandan desde el norte. Niños y adultos de todo el mundo consumen las mejores horas del día y de la noche asesinando seres humanos y estrellando aviones contra edificios llenos de gente. La muerte se hizo un juego. ¿No es así señor Gates?

Los deseos y las acciones de Bush y sus amigos, los “global players”, se parecen tanto a las fantasías clasistas de Nietzsche, que nos obliga a estar muy vigilantes.

Hay precedentes. Manú desarrolló la moral de castas, Nietzsche fantaseó con ella, Hitler y Ludendorff la pusieron en práctica, y ahora Bush, alumno de los anteriores, no le queda sino ofrecérnosla como base de su programa de gobierno. No les quepa la menor duda. Con el agravante de que la globalización del mercado se vislumbra como un plan más peligroso que el diseñado por el Tercer Reich.

Y, ¿quiénes ejecutarían esta moral tan perversa en nuestro país?

¡Quién más!, Brownfield y sus lacayos. Y muchos de ellos, hoy, vecinos nuestros. Mañana, no lo sé.


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Publicado en Aporrea.org el 02/09/06
http://www.aporrea.org/oposicion/a24937.html

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